Trece notas de los Discípulos de Jesús en Aparecida ¿Te identificas con ellas?

El Documento de Participación, para la V Conferencia del CELAM en Aparecida, Brasil, se centra en el tema y exigencia de los discípulos de Jesús.. Éste es el motivo principal, éste el argumento de la Conferencia. Hay otros temas que están saliendo: Tierra y Ecología, Pobreza y Justicia, Sectas y Fidelidad a la Iglesia... Pero el tema de fondo ha sido y sigue siendo el de la identidad de los discípulos de Jesús. Por eso ofrezco las Catorce Notas Básicas de los discípulos de Jesús, según Aparecida. Quiero que los lectores mi blog puedan valorarlas para seguir así mejor el desarrollo de la V Conferencia.



Punto de partida. El tiempo que Dios nos ha regalado



El Documento incluye uno números bellísimos sobre sobre el tiempo que Dios nos ha regalado como casa, como atmósfera, como parte de nosotros mismos y como desafío. Primero tuvimos la intuición y luego la certeza de vivir y evangelizar en medio de un cambio formidable, que comprendía las instituciones, las personas y las comunidades, las leyes y las costumbres, los sentimientos y las ideas, las identidades y los valores... (num 36). Esos motivos "nos ha conducido al tema de nuestra próxima Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe:

Discípulos y misioneros de Jesucristo,

para que nuestros pueblos en Él tengan vida.





Las trece notas de los Discípulos de Jesús



El Documento de Participación quiere que los cristianos de América Latina y del Caribe vuelvan a ponerse en la situación primera de los discípulos de Jesús. Imagina que estás en Galilea con Jesús: Mira lo qué él hace, escucha lo que dice... Acompáñale en su camino de Reino, como si estuvieras haciendo unos "ejercicios de discipulado"... Trasládate despues a Aparecida, con los obispos del Celam. Lee las notas que ellos han destacado, los elementos del discipulado que han puesto de relieve.

Éstos son los rasgos del discípulos, éste es el comienzo de la la vida cristiana, según el documento base de Aparecida, según los números 45-58 que aquí presento (numerados del 1 al 14). Míralos con calma ¿Crees que están bien escogidos? ¿Crees que son los que Jesús destacaría hoy, en Aparecido de América o en Vallecas o el barrio de Salamanca de Madrid?:





1. El discípulo de Cristo es alguien que ha recibido al Señor lleno de estupor. Como en Belén, con María, José y los pastores, ha acogido al Hijo de Dios que se ha hecho pequeño y servidor de todos, se ha acercado a su vida y ha entrado en ella. Por eso, vive contemplando su rostro (ver NMI II) y asombrado por la venida de Dios a este mundo como nuestro hermano y salvador, por las obras de las cuales es testigo, y por el don que no se habría atrevido a soñar: participar de su vida y recibirlo como la sabiduría y la paz.



2. No es el discípulo quien escoge al Maestro. Siempre ha sido Jesús el que ha llamado al discípulo y lo ha invitado a seguirle (cf. Mc 3, 13-19). La primera experiencia del discípulo consiste en el llamado personal que le hace Jesús, y en la voluntad de seguirle que nace en él y que lo mueve a dar su respuesta creyente y amorosa, que lo lleva a configurarse con Él. Esta respuesta lo vincula inmediatamente a una comunidad de fieles, en la que discierne luego cuál es su misión en la Iglesia y en la Sociedad.



3. En efecto, Jesucristo es el que elige y llama (cf. Lc 6, 12-13). El discípulo experimenta que la elección manifiesta gratuitamente el amor de predilección de Dios. “Él nos amó primero” (1 Jn 4, 19). Esta elección amorosa da fuerzas al discípulo para que pueda seguir a Cristo, conformar su vida con Él y ponerse a su servicio para la misión.



4. La invitación de Jesús es personal: “Ven y sígueme” (Lc 18, 22). A los suyos siempre los llama por su nombre (cf. Jn 10, 4). Algunas veces ocurre de manera casi inmediata y se manifiesta con más evidencia, pero la mayoría de las veces acontece a través de las mediaciones eclesiales y de diversos acontecimientos de la vida, contemplados a la luz de la fe.



5. La elección y llamada de Cristo pide oídos de discípulo (cf. Is 50, 4), es decir, oídos atentos para escuchar y prontos para obedecer. En una sociedad como la nuestra donde las consignas más ruidosas van en una dirección opuesta a escuchar y obedecer, el llamado de Cristo es una invitación a centrar toda nuestra atención en Él, y a pedirle de corazón al Señor como Samuel “Habla, que tu siervo escucha” (1 Sm 3,10), para percibir en lo profundo de nuestros corazones la llamada que nos invita a seguirlo.



6. A la elección y llamada de Jesucristo el discípulo responde con toda su vida. Se trata de una respuesta de amor a una llamada de amor. Estamos “llamados… a la perfección de la caridad” (LG 40). Por eso la respuesta está lejos de ser meramente intelectual. A la elección amorosa de Jesús, el discípulo responde, por gracia de Dios, con la fidelidad hasta la cruz y el testimonio de la Resurrección, al grado de estar dispuesto a dar la vida por los demás . Por eso, el seguimiento y el testimonio hasta dar la vida son dos aspectos esenciales de la respuesta del discípulo.



7. El discípulo entra en comunión de vida y de misión con Jesucristo. Es una relación tan personal y estrecha, que Cristo la compara con la unión de los sarmientos a la vid (cf. Jn 15, 1-17). Jesús llamó a los apóstoles “para que estuvieran con Él” (Mc 3, 14); para que así “todos sean uno lo mismo que lo somos tú y yo, Padre. Y que también ellos vivan unidos a nosotros” (Jn 17, 21). Justamente en el amor de unos a otros se les reconocería como discípulos de Cristo (cf. Jn 13, 35). Además declara su amistad con ellos: “Ustedes son mis amigos” (Jn 15, 14). Con esta profunda amistad de vida, Jesús también implica a “sus amigos” en su propia misión (cf. Jn 17, 18) y los envía a anunciar el Evangelio a todos los pueblos.



8. Para que esa comunión con Él fuera cada vez más plena, Jesucristo se entregó a sus discípulos como el Pan de vida eterna y los invitó en la Eucaristía a participar de su Pascua. “Como el Padre que me envió posee la vida y yo vivo por Él, así también, el que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57). Estas palabras se constituyeron en una prueba para sus discípulos. Unos lo abandonaron (cf. Jn 6, 66). Pero permanecieron como discípulos suyos los que creyeron en Él (cf. Jn 6, 68). Para sus discípulos Jesucristo es el Pan de vida. Las primeras comunidades, fieles al mandato del Señor, se caracterizaban precisamente porque “participaban en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2, 42).



9. Sus discípulos con frecuencia llaman Maestro al Señor. Le tienen una profunda admiración, porque no les enseña como los fariseos, sino con sabiduría y autoridad. Arde su corazón cuando les explica las profecías y las parábolas. Además les enseña a vivir conforme a la voluntad del Padre con confianza filial, encaminada a “participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8, 21). De Él aprenden las bienaventuranzas, el camino de la Pascua y, en todo, la sabiduría del Espíritu.



10. Como Buen Pastor Jesús precede a sus discípulos y los incorpora a su camino. Ser discípulo será entonces “ir detrás de” Jesús, para aprender su nuevo estilo de vivir y de trabajar, de amar y de servir, y para adoptar su manera de pensar, de sentir y de actuar, al punto de experimentar que “no soy yo sino que es Cristo que vive en mí”. Este seguimiento incluye necesariamente el camino de la cruz: “El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 27). Por eso, discípulo no es sinónimo de alumno. Discípulo dice relación a una persona, en nuestro caso, a la persona de Jesucristo, cuyos pasos el discípulo sigue sin reserva, por amor, asimilándose a su estilo de vida y a su proyecto. Éste es el fundamento de la moral del discípulo.



11. Por lo tanto, la formación del discípulo de Jesucristo debe tener como meta la identificación con Él hasta llegar a tener “los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús” (Flp 2, 5), como dice san Pablo. Al interior de esta progresiva y honda identificación, el discípulo llega a un conocimiento y una experiencia cada vez más profunda de su persona, y queda sobrecogido por el amor y la misión de Jesús, que hace suya. Experimentando la estrecha amistad de Cristo y con la ayuda de su gracia, el discípulo avanza por su camino de santidad, por el cual madura su identidad y su misión. Así el discípulo realiza “la plenitud de la vida cristiana y la perfección del amor” (LG 40). Lo hace con la conciencia cierta de ser un peregrino, un ciudadano del cielo (cf. Flp 3, 20; cf. Ef 2, 19), que anhelante busca gozar para siempre de “un cielo nuevo y una nueva tierra” (Ap 21, 1).



12. Pero no podemos olvidar que ser discípulos de Jesús es ser discípulos de la Palabra, que existía en el principio y estaba en Dios y era Dios. “Todo fue hecho por ella, y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir” (Jn 1, 1-3). Como discípulos, es decir, como verdaderos “cristianos, debemos estar muy atentos a permanecer fieles a esta línea de fondo: a vivir una fe que proviene del Logos, de la Razón Creadora, y que está, por lo tanto, también abierta a todo lo que es verdaderamente racional” , abierta a la naturaleza de todo lo creado y a los mejores caminos de la humanidad.



13. Entre los primeros discípulos, Jesús escogió a Doce “para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 14). Los dones recibidos en Pentecostés impulsaron a los discípulos al crecimiento de su fidelidad en el seguimiento del Maestro. Los Hechos de los Apóstoles nos narran que los miembros de las primeras comunidades en Jerusalén “se dedicaban con perseverancia a escuchar la enseñanza de los apóstoles” (Hch 2, 42). El secreto de su autoridad moral como maestros -y de la autoridad moral de los obispos, los sacerdotes, los diáconos y los catequistas- residía precisamente en su disposición a servir como su Maestro y Señor (cf. Jn 13, 13-17) y en la transparencia de su relación con el Maestro y Pastor, del cual siguieron siendo discípulos. Cuando los miembros del Pueblo de Dios se encuentran con ellos, quieren experimentar que se hallan ante maestros-discípulos del Señor. Ésta es una dimensión irrenunciable en la formación de los candidatos al sacerdocio y al diaconado.

http://www.celam.info/download/documentoparticipacion_ultimo.doc



Reflexión personal





Sin duda, estos 14 elementos del discipulado son importantes para entender la presencia y acción de la Iglesia en América Latina y en España.... y en todo el mundo. En este contexto quiero presentar a mis lectores algunas preguntas básicas:



1. ¿Presentarías tú así las notas básicas del discipulado de Jesús?



2. ¿Crees que esa notas pueden ser el punto de partida de la Evangelización auténtica de América Latina?



3. ¿Crees que este Documento de Participación omite algo valioso del mensaje de Jesús?





Con las posibles respuestas de nuestros lectores... podemos ir haciendo nosotros la V Conferencia. Gracias a todos
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