Vaticano II, entre dos primaveras. Para empezar de nuevo

Han (hemos) participado en su redacción: José Luis González Balado, Gabino Díaz Merchán, Hilari Raguer, Loris Francesco Capovila, Marco Roncalli, Juan María Laboa, Martín Gelabert, José Arregi, Xabier Pikaza, José Manuel Bernal, Jesús Espeja, Antonio Montero, Isabel Gómez Acebo, Juan Martín Velasco, José María Castillo, Jesús Martínez Gordo, Javier Montserrat y José Ignacio González Faus.
Desde aquí me uno a los editores y ponentes, lo mismo que a los que participen en el acto. Sigue una pequeña valoración del Concilio.
Vaticano II, un concilio dividido.
El Vaticano II (1962-1965) quiso volver a los orígenes del evangelio, sin abandonar todo el transcurso de la historia de la Iglesia, pero no pudo hacerlo de un modo consecuente, de manera que en sus textos, y especialmente en las constituciones sobre la Iglesia en sí (Lumen Gentium, 1964)y sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et Spes, 1965), se advierten con toda claridad dos eclesiologías (dos visiones de Iglesia), una al lado de la otra, sin que se hayan logrado vincular de manera armónica.
‒ En el plano de principios parece dominar la eclesiología de comunión, que empieza presentando a la Iglesia del Pueblo de Dios y la entiende a modo de comunidad de creyentes, todos iguales, con unos ministerios al servicio de esa misma comunidad. Conforme a esta visión, lo primero es la Iglesia, entendida en forma comunión de creyentes, que son Cuerpo de Cristo y presencia (esposa) del Espíritu santo, de manera que dentro de ella, a su servicio, se instituyen unos ministerios, que no pueden entenderse en línea de jerarquía (superioridad), sino de servicio. Esta visión se ha extendido y aplicado a ciertas parcelas de la Iglesia posterior, en un plano teológico, pero de hecho influye menos en la administración de conjunto de la de las comunidades, dominada por una eclesiología jerárquica.
‒ En el plano de las formulaciones jurídicas y de las aplicaciones prácticas el mismo Vaticano II ha seguido utilizando una eclesiología jerárquica, en la que no se parte del conjunto o cuerpo (pueblo) de los creyentes, sino de un grupo especial de “jerarcas” a los que el mismo Cristo habría instituido como “dirigentes” de tipo sacerdotal (apóstoles, obispos…) para regir la Iglesia desde arriba. Esos dirigentes poseen el poder sagrado, que desarrollan al servicio del pueblo, pero por encima del pueblo. Esta eclesiología es la que ha dominado después en el plano práctico, tras el Vaticano II, pues en la vida concreta de la iglesia no ha cambiado nada con el Concilio, como puede verse en los grandes temas jurídicos: Institución de la Curia Vaticano, nombramiento de obispos, jerarquización de los ministerios…
Quizá pudiéramos decir que en el mismo Concilio, pero sobre todo en el Post-Concilio, se ha dado una “esquizofrenia”: Se ha seguido hablando de comunión, se han mantenido (en general) los ideales del Vaticano II, pero en la práctica todo ha seguido casi como antes, dominado por un Derecho Canónico (CIC 1983) que ha recibido unos pequeños retoques cosméticos, para insistir la naturaleza jurídica y jerárquica de la Iglesia. Algo semejante ha pasado con el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC, 1993) que ratifica ese mismo carácter jurídico de la vida católica, con una jerarquía que se impone sobre la comunión de los creyentes.
Éstas cosas son bien conocidas, y se están repitiendo en estos años de cincuentenario del Vaticano II. Pero quizá ninguna obra colectiva lo exponga y pruebe, de un modo conjunto, con más precisión que lo hace esta. Sus autores saben que el Vaticano II ha sido un concilio esperado y después en parte silenciado... Pero sigue siendo un concilio abierto...
Significativamente, el libro está encabezado por dos nombres propio: De Juan XXII a Francisco... En ese contexto, cuando estábamos escribiendo el libro (al menos yo), a los cincuenta años casi justos de la muerte de Juan XXII, el papa de la esperanza (16.VI.1963), en medio de las "celebraciones" más o menos formales del Concilio que él había impulsado, fue elegido el Papa Francisco (13.III.2013), quien está despertando de nuevo la emoción del Vaticano II. Compartiendo esa emoción han escrito los autores de esta obra, con la sensación de que está llegando la nueva hora del Vaticano II... para empezar de nuevo.