Ver de nuevo a Jesús. El caso Pablo 2019

Necesitamos "ver" a Jesús, descubrir su presencia, como don, como exigencia de transformación, como impulso de vida, y quizá nadie mejor que Pablo para comprender lo que ello significa, desde su tiempo, a los pocos años de morir Jesús, hasta nuestro tiempo.



Pablo fue un revulsivo en la primera Iglesia... Hoy también necesitamos un fuerte revulsivo, para despertar la conciencia dormida y defensiva de la Iglesia... empeñada en "curar" temas internos (de organización, de puro repliegue, de miedo, de conflictos clericales de tono menor, de pederastia...).



En un tiempo semejante al de Pablo necesitamos un nuevo impulso para sentir, para soñar, para salir, para impulsar... Necesitamos de nuevo a Pablo. Vengo de América, he vuelto a encontrar problemas viejos unidos a nuevos problemas. Pues bien, en un caso y circunstancia con esta, es necesario ver de nuevo a Jesús... Verle significa sentir su aguijón en la carne entumecida, para gritar, soñar, caminar... abriendo rutas donde hoy muchos sólo ven paredes, muros cerrados, alambradas...



En esa línea, quiero comentar lo que el mismo Pablo dice Gal 1-2. Nadie mejor que él puede exponer las consecuencias y problemas que le ha causado aquello que “ha visto”. Ver a Jesús resulta emocionante: es la gracia suprema de la vida (para los cristianos). Pero puede traer y trae problemas, entonces y ahora. A



sí lo sigue mostrando el “caso Pablo”, un caso no resuelto, este año milenario 2019; un caso que debemos retomar y replantear ahora,entre Pablo y Pedro, con Santiago y otros testigos de la Pascua, sobre todo con las mujeres. (El texto de este post está tomado básicamente de la voz "Pablo" de Gran diccionario de la biblia, VD, Estella 2015.



En su línea quiero evocar ahora algo más extensamente el testimonio del propio Pablo, cuando responde a los judeocristianos (quizá a algunos del grupo de Santiago, el hermano de Jesús), que le llaman apóstol falso, sin autoridad para hablar y fundar comunidades. En el fondo, esos judeocristianos están “negando” la experiencia pascual de Pablo, están diciendo que ha sido un engaño, no una vocación y encargo misionero.



Pues bien, la respuesta y alegato de Pablo, inspirada en los textos de vocación profética, constituye un testimonio precioso de su conciencia apostólica y su autoridad carismática al servicio de la iglesia, constituye el testimonio más directo de pascua que tenemos de la Pascua en todo el Nuevo Testamento. Así lo mostraremos, traduciendo y comentado el texto gesto básico en Gal 1-2. No le basta con decir que ha visto a Jesús, como le han visto Cefas y Santiago, los Doce y los apóstoles (1 Cor 15,3-9), sino que debe presentar sus relaciones con la comunidad fundante y especialmente con Pedro:



Revelación. Experiencia pascual.



Quiero que sepáis, hermanos, que mi evangelio no es de origen humano. Pues no lo recibí de humanos..., sino por revelación de Jesucristo. Porque habéis oído mi conducta antigua en el judaísmo... Pero cuando el Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre... quiso revelarme a su Hijo para que lo anuncie a los gentiles, no consulté con nadie, ni subí a Jerusalén, a los apóstoles anteriores, sino que fui a Arabia, y otra vez a Damasco (Gal 1, 11-17)




Todo comienza por una revelación de Dios, que recuerda las llamadas proféticas de la Biblia Hebrea (cf. Is 6; Jer 1) y la vocación de Jesús en su bautismo (Mc 1, 9-11 par). Pero hay notas significatiavas. 1) Esta vocación es es una transformacón: Pablo se presenta como enemigo, ha perseguido a la iglesia: Dios le ha llamado y cambiado. 2) Esta vocación es contemplación pascual y cristológica: Dios ha querido mostrarle a su Hijo, que es Jesús crucificado. 3) Es revelación misionera, de tal forma que llamada cristiana y tarea apostólica se identifican: Dios le ha hecho misionero de su Hijo entre las gente. ((Sobre vocación profética, cf. S. Bretón, Vocación y misión: formulario profético, AnBib 111, Roma 1987; G. del Olmo, Vocación de líder en el antiguo Israel, Univ. Pontificia, Salamanca 1973, 235-262; F. García López, "Élection-vocation d'Israël et de Jeremie: Deuteronomie VII et Jérémie 1": VT 35 (1985) 1-12).



Inserción eclesial



Luego, después de tres años, subí a Jerusalén para conversar con Cefas y estuve con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Santiago, el hermano del Señor (Gal 1, 18-19)




Pablo quiere contrastar su experiencia pascual con Cefas (=Pedro, Piedra), que para él la referencia central de la iglesia. No pide que le "ordenen", pero necesita solidaridad, una solidaridad que se abre igualmente a Santiago. Así aparecen juntos los tres grandes líderes varones de la Iglesia: Pedro, Santiago, Pablo (cf. Gal 2, 9; Hech 15). Los tres han “visto a Jesús”, los tres son testigos pascuales, los tres interpretan la pascua de Jesús de formas distintas. Eso significa que la revelación pascual (la presencia de Jesús, que los tres han compartido: cf. 1 Cor 15, 3-9) puede interpretarse de formas distintas. Eso no es pecado, sino riqueza eclesial.



Comunión e Iglesia discutida



Después, tras catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo a Tito. Subí por revelación, a causa de unos falsos hermanos que se habían introducido para vigilar nuestra libertad en Cristo Jesús... y les presenté el evangelio que predico entre los gentiles, pero en privado a los reputados, para cerciorarme de que no corría ni había corrido en vano... Y al reconocer la gracia que se me había dado, Santiago, Cefas y Juan, considerados columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la derecha, en señal de comunión, para que nosotros (fuéramos) a los gentiles y ellos a los circuncisos; sólo que recordáramos a los pobres, cosa que nos apresuramos a cumplir (Gal 2, 1-10).




Pablo está convencido de la verdad de su ministerio y de la libertad de su opción, pero sube a Jerusalén para mantener la unidad eclesial. Teniendo en cuenta lo dicho al referirnos a Hech 15, podemos destacar estos aspectos. 1. Autoridad sospechosa. Los que Hech 15, 5 presentaba como cristianos fariseos son para Pablo "falsos hermanos" que vigilan por envidia la libertad de los cristianos gentiles, pues quieren hacerles judíos. 2. Autoridad reconocida. Para anunciar el mensaje y mantenerse fiel a los orígenes cristianos, necesita que le acepte la iglesia primera, cuyas "columnas" (Santiago, Pedro y Juan, en ese orden) le ofrecen comunión (como en Hech 15): Pedro conserva el nombre de Piedra (cimiento: Cefas); pero ahora la primera columna es Santiago. 3. Iglesia, autoridad dividida. Hay una iglesia, pero dos ministerios y caminos apostólicos: uno dirigido a los judíos, otro a los gentiles. La misma pascua de Jesús se entiende de formas distintas



Disputa no resuelta.



Pero cuando Cefas vino a Antioquía, le resistí a la cara, porque era censurable. Pues antes que vinieran algunos de Santiago, comía con los gentiles, pero cuando vinieron, empezó a retraerse y apartarse, pues temía a los circuncisos. Y los judíos restantes se unieron en su hipocresía, incluso Bernabé... Pero cuando vi que no andaban con rectitud según la verdad del evangelio, dije a Pedro ante todos: Si tú, judío, vives como gentil ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar? (Gal 2, 11-14).




En principio no había dificultades: ni Pedro, ni Santiago exigían la circuncisión de los gentiles: la comunión de fe se hallaba asegurada. Pero surgieron problemas de comida. 1. Pedro sabe que todos los creyentes pueden comer juntos (cosa que implica dificultad especial para los judíos, por su ley alimenticia); pero ante un posible escándalo, acepta la separación y se separa, al menos por un tiempo, de la comunión de mesa con los gentiles 2. Pablo le acusa y condena duramente. No se niegan ni excomulgan uno al otro, pero toman caminos distintos. Pablo se va; queda Pedro en Antioquia, con Bernabé, que inicia una misión separada.



No hay acuerdo… Pero la Pascua sigue siendo verdadera



Aquí no se logra el acuerdo. No se puede decir como en Hech 15, 15: nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros... Pedro y Pablo mantienen sus diferencias, sin perder la comunión de base, como supone Pablo (cf. 1 Cor 1, 12; 3, 22; 9, 5) y el proceso ulterior de la iglesia. La división entre los Doce de Jerusalén y los misioneros helenistas pasa a segundo lugar: todos (Pablo y Pedro-Bernabé) saben que no es necesario circuncidar a los gentiles convertidos, pero se distinguen en la forma de expresar y realizar la comunión entre cristianos de origen judío y gentil. Así podemos hablar de una misión paulina (con unión de mesa entre judíos y paganos) y otra petrina (con ciertas limitaciones de comida)… y finalmente de una misión o experiencia jacobea, es decir, de Santiago.

Conservamos la interpretación de Pablo, que es buena. Pero nos gustaría conservar también la de Pedro (defendiendo su postura) y la de Santiago (diciendo también lo que fue para él la experiencia de Jesús resucitado y su presencia en la Iglesia de Jerusalén) Hubo, por tanto, tres tipos de misión y ministerio, tres tipos de Pascua (sin contar con la Pascua de las mujeres, que fue, como sabemos, la primera):



Pedro es más prudente: quiere mantener ciertos ritos judeo-cristianos. Desde ese fondo, reinterpretado por Jesús la Ley judía y recreando de manera gradual el judaísmo, avanzará gran parte de la iglesia posterior, como suponen Mt, Jn y el mismo Apocalipsis. Ésta es la pascua de Pedro, prudente, pactista… al que Pablo aquí condena por poco valiente y mentiroso (hipócrita). Nadie ha criticado a Pedro (Papa) como Pablo, quizá nadie le ha querido tanto… Ha conservado la comunión de fondo con él, pero se ha ido por otro camino.



Pablo es más radical: Jesús ha superado la ley, de manera que los judeo-cristianos han de abandonar sus ritos, en ámbito eclesial. Parece que el mismo Pablo suavizó después su postura en Rom, quedando más cerca de Pedro, y así lo ratifica gran parte de la tradición paulina, en la línea de Lucas y Pastorales. La Pascua de Pablo es pascua para los paganos, pascua sin ritos judíos, sin ceremonias sagradas… Es pascua fuerte, pero exige unas rupturas que no todos en la iglesia han estado ni están dispuestos a realizar.



Santiago parece el más auténtico de todos. Su pascua es la del Jesús judío, que sigue vinculado a Jerusalén, según las promesas. En algún sentido es la pascua más hermosa, la más vinculada al Antiguo Testamento, al pueblo y a la ciudad. Tenía razón, sigue teniendo razón el auténtico Santiago, pero se quedó aislado, su iglesia se perdió, olvidada en las discusiones en entre Pedro y Pablo





Estas tres formas de pascua son verdadera y positivas dentro de la iglesia, en contra de la uniformidad que ha querido más tarde imponerse, en línea petrina o paulina o jacobea. Muchas divisiones posteriores han surgido porque algunos cristianos tienden a olvidar esta sabiduría de la pluralidad. No es necesario que el menaje tenga siempre las mismas concreciones, no se puede imponer a todos un mismo esquema: la unidad de la iglesia era y sigue siendo tensa, comunión en el diálogo, discusión que no rompe la fraternidad. Es difícil (e innecesario) dar la razón a Pedro o Pablo o a Santiago. Cada uno tenía su manera de entender la autoridad y misión de la iglesia. No se pusieron de acuerdo, se separaron por un tiempo, sin romper la comunión, siendo fieles a su experiencia pascual: todos han visto a Jesús. Sobre aquella disputa que el Nuevo Testamento no ha querido resolver se funda la iglesia actual. Cf. R. E. Brown, Las iglesias que los apóstoles nos dejaron, DDB, Bilbao 1986, 13-30.



Conclusión. Elementos básicos de la pascua de Pablo



Pero volvamos al texto de la vocación y ministerio de Pablo. Es evidente que algunos judeo-cristianos le han acusado de "intruso", negando su autoridad apostólica y el valor de su testimonio eclesial. No lo han hecho en teoría, sino enviando delegados (apóstoles) a las comunidades de Galacia, para que los convertidos "culminen" el camino de la Ley, aceptando las bases judías de Cristo. Pablo se defiende, en los cuatro momentos que hemos destacado al traducir y comentar brevemente el texto. Aquí los retomamos desde una perspectiva ministerial más precisa:



Revelación. No es apóstol por mandato eclesial, sino por llamada y decisión de Cristo (cf. Gal 1, 1). Este elemento de contemplación forma parte de toda vocación cristiana: sólo puede ser ministro de Jesús quien le "ha visto" y recibido su tarea. Ciertamente, las cosas se pueden luego contar de otra manera, como hace Lucas en Hech 9, 1-18 (bautizado por Ananás) y 13, 1-3 (apóstol de la iglesia de Antioquia). Pero en su origen, Pablo se sabe y siente directamente avalado y enviado por Cristo.



Inserción eclesial. Pablo no va a Jerusalén para que "le ordenen apóstol", sino para compartir la fe y tarea con los primeros testigos de Jesús. No necesita que los de Jerusalén le ordenen, sino que le reconozcan, en línea de evangelio. Lo que sucedió con Pablo puede suceder ahora, siempre que haya personas que escuchen como él la voz de Cristo e iglesias que admitan su testimonio y les acojan en su comunión. El rito jerárquico no fue entonces necesario, ni lo será después, al menos en principio.



Comunión discutida. El problema de los ministerios y tareas eclesiales no se resuelve sólo con una vocación u ordenación primera, sino que exige un ejercicio de diálogo laborioso, paciente. Este es el gesto básico de la comunión: darse la mano, reconociendo juntos a Cristo y reconociéndose unidos en su tarea.



Disputa no resuelta. El fin del relato no es un "idilio" de iglesia que tiene resueltos sus problemas, sino un camino abierto a nuevas discusiones: la unidad eclesial no se logra por la fuerza ni se impone desde arriba, sino que se busca en ejercicio paciente y creador, en medio de las dificultades de un discernimiento práctico donde unos y otros parecen tener la razón.



Este es el camino ministerial de Pablo que, significativamente, queda abierto. Él escribe convencido de que su postura es la mejor. Pero debe admitir que no está sólo: sigue Pedro, siguen otros, abriendo un camino de riqueza y unidad eclesial, como muestran sus cartas. De un modo significativo, los textos centrales del Nuevo Testamento mantienen la misma actitud de apertura y riqueza eclesial. En contra de lo que ha pasado a veces en la historia cristiana posterior, la iglesia del principio supo que la sabiduría y acción de Cristo es multiforme. Abierta queda la disputa en Hech 15, 36-41 (entre Pablo y Bernabé), lo mismo que el final de Mc 16 (con las mujeres que deben ir y no van a Galilea) y Jn 21 (entre Pedro y el Discípulo Amado).










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