28 de diciembre. Misa en Colón. La gran manifestaciòn de Jesús

El 28 de diciembre, domingo de la familia, se celebrará una gran Misa en la Plaza de Colón, de Madrid, como acto de profesión pública de fe y defensa de los valores cristianos. Es un acto perfectamente democrático, dentro de una sociedad laica y pluralista, donde un grupo de ciudadanos se reunirán para manifestar pacíficamente sus creencias y opciones. Pero es un acto que ha sido también discutido por algunos de dentro y de fuera de la Iglesia. Por eso quiero ofrecer unas reflexiones que pueden situar lo que ese encuentro de fe y de afirmación cristiana significa, dentro de la ruptura familiar cristiana (ruptura para crear nueva familia), en el contexto de las grandes manifestaciones de Jesús.

Me gustaría que la misa de Colón fuera como las multiplicaciones de los panes de Jesús,, me gustaría que hubiera sido a campo abierto (no en el centro de la Plaza de Madrid), una gran reunión, para crear nueva familia. Me gustaría que pudieran ir (escuchar, comer, compartir) aquellos que no tienen familia, precisamente aquellos que iban a las manifestaciones de Jesús, los que tienen hambre, los que quieren Palabra

La ruptura cristiana. Mis reservas

Significativamente el surgimiento de la iglesia implica una ruptura. La tradición israelita sabe también que Abraham tuvo que dejar patria, tribu y familia, para engendrar nueva familia de bendición para todas las tribus y naciones de la tierra (Gen 12, 1-3).

Moisés y los hebreos instalados en Egipto debieron oponerse al Faraón, quizá el primero de los grandes y eficaces sistemas de planificación económico-social del mundo, para caminar por el desierto hacia una existencia en libertad compartida. También Buda rompió con su familia, con las gentes instaladas en la fácil y egoísta belleza del palacio y reino, para descubrir el sufrimiento y compartirlo con los hombres y mujeres de su entorno, abriendo así una vía de iluminación liberadora.

Pues bien, de un modo especial, Jesús rompió con la red de relaciones e intereses que había tejido en su entorno las buenas familias (incluso la suya), en unión con los letrados y jefes de Jerusalén (cf. Mc 3, 31-35), y lo hizo para ofrecer humanidad compartida y esperanza a los excluidos, en el campo abierto de las multiplicaciones (con pan, con palabra, con acogida). Rompió también con los pilares sagrados del sistema israelita (ley y templo) y con la estructura imperial y económica de Roma, siendo así crucificado, de manera que la pascua es ratificación divina de su rompimiento mesiánico.

Como testigos y continuadores de aquel gesto de Jesús estamos llamados a ofrecer el testimonio de Dios más allá del orden de los poderes oficiales, a nivel de gratuidad y comunicación personal: estamos llamados a crear la nueva familia de los hijos de Dios, es decir, de todos los hombres y mujeres. Quiero que la Misa de Colón esté al servicio de esa familia de Jesús, en una Iglesia que quiere mantener su memoria, formar su cuerpo.

En el principio de la iglesia está gesto de Jesús que abandona su buena familia, para plantar su casa entre los pobres y excluidos del sistema (enfermos, posesos, pecadores). Jesús y sus discípulos dejaron el orden de los sabios, buenos militares de la liberación (celotas), puros y perfectos (fariseos, esenios), para hacerse hermanos de los excluidos. Éste no es un rechazo hacia la soledad interior, para aislarse del mundo, sino hacia la universalidad, reconociendo la presencia y don de Dios en aquellos que no importan ni cuentan en las estadísticas, pues están fuera de los buenos libros y de los espectáculos sagrados o profanos de los triunfadores.

De manera consecuente, para mantenerse fiel al evangelio, la iglesia debe tomar su tienda y moverse a la periferia del sistema: romper su vinculación con las estructuras de poder, es decir, con un tipo de buenas familias,, que sólo buscan sus ventajas económicas y sociales, para sentarse en la calle de la vida, con Jesús y sus primeros discípulos, creando familia en gratuidad universal, por encima de un tipo de sistema que no busca familia universal, sino intereses particulares.

Me gustaría soñar y soñar: que la reunión de los Obispos de Colón se convierta en "partida de nueva familia", como la que empezó Jesús, en las multiplicaciones, con pan y palabra, sentados todos sobre el suelo amigo (¡era primavera, no el invierno de Madrid!), sentados para estar, para oír, para abrazarse, para soñar... un grupo muy grande (cinco mil hombres, con mujeres y niños), en grupos de cien y de cincuenta...

Que la gran masa no rompa ni impida los grupos menores, que todos puedan hablar, todos quererse y ser queridos, con el pan y los peces,
con la ilusión de la familia universal de los Hijos de Dios, que no se junta en el atrio del templo de Jerusalén, ni en la buena plaza de Madrid, sino a campo abierto, donde quepa todos, todos, como una especie de fiesta campestre universal... Pro no quiero soñar.

Me basta con leer y comentar con vosotros los textos fundantes de las grandes manifestaciones de Jesús, en Marcos 6, 30-44 y 8, 1-10. Leed conmigo esos textos, sigamos.

Eran unos cinco mil. La gran manifestación de Jesús

Pues bien, al mismo tiempo, el recuerdo de Jesús está vinculado al encuentro de miles y miles de perdonas, que se reúnen a campo abierto para pensar, para orar, para comer. El rema aparece en los relatos de las multiplicaciones (Mc 6, 30-44 y 8, 1-10), que son los más cercanos que encuentro a la misa de Colón. Invito a leer esos relatos y a compararlos con lo que será el Gran Encuentro de cristianos de la Plaza de Colón en Madrid. Éstos son algunos de los rasgos de los relatos de las multiplicaciones. Quizá sirvan para situar el tema de la Misa de Colón:

1. Van a un lugar solitario, no se juntan en la plaza del pueblo, ni en la calle mayor… Van ellos, con Jesús, a un lugar distinto, a pleno campo. No llevan televisiones, ni se sientan en los atrios del templo de Jerusalén.

2. Van a conversar con Jesús… porque tienen hambre de palabra y hambre de pan… Van sobre todo los que no tienen familia. Vienen de un modo especial los más necesitados (como ovejas sin pastor, no tienen provisiones: 6, 34.36). Jesús no excluye a nadie sobre el ancho campo de la verde tierra, abriendo espacio universal de comensalidad, vinculada a la palabra escuchada y compartida. No empieza proponiendo un sacramento selectivo para bautizados y limpios (nuevamente puros, bien confesados, separados de los malos), sino un espacio de encuentro para todos. vinculando a todos en la única familia del pan y la palabra.

3. Van para buscar familia, porque no tienen familia o la tienen rota. Jesús les ofrece un banquete de comunicación integral. Jesús sabe que no sólo de pan (ni de palabra descarnada) vive el ser humano (cf. Mt 4, 4). Por eso ha vinculado en gesto profético dos signos que son inseparables: mesa y palabra. Sobre la casa del mundo (en desierto) se crea una comunicación universal que transforma a la persona y sociedad. Una palabra que estuviera cerrada en sí sería ideología; un pan que no estuviera fundado en la palabra dialogada no sería comida verdadera ni signo de encuentro personal sino ocasión de "caridad" clasista, para mantener sometidos, distanciados, a los más pequeños.

4. Es comida que no se compra en plano monetario (6, 36-37)… Este banquete es signo de acogida universal de familia para todos y en especial para aquellos que no tienen familia. Es banquete de pan para los que no tienen pan.

5. Es una gran fiesta, una celebración inmensa, en el ancho mundo, lugar y tiempo de familia para todos, desde el Dios amigo de los hombres. Sólo en este contexto ha utilizado Marcos un lenguaje de celebración. El templo de Jerusalén carece de sentido pues no ofrece alimento: es cueva de pura compraventa de ladrones (cf. 11, 12-26). El verdadero templo, casa de oración, bendición y acción de gracias (cf. 8, 6 y sobre todo 14, 22-25), es el campo abierto donde Jesús bendice a Dios y ofrece (comparte) la comida de los necesitados, por medio de la iglesia. Aquí cobran su sentido la palabras rituales: y tomando lo cinco panes y los dos peces, mirando hacia el Cielo, bendijo y partió lo panes y los dio a los discípulos para que los repartieran... (6, 41). Los sacerdotes bendecían a Dios en un lujoso santuario, sobre el sacrificio elitista y pagado de los animales muertos. Jesús, en cambio, le bendice (eulogêsen: 6, 41) a pleno campo, allí donde los suyos con todos los humanos comparten la comida. De esa forma se vinculan de manera inseparable el culto (mirar al Cielo en eulogía o beraká) y la comunicación económica o fracción del pan. Donde tal culto nace ha terminado el templo, han perdido su función los sacerdotes, ha nacido ya la iglesia: Dios y los humanos se vinculan en bendición sobre el ancho campo donde todos comparten la comida de Jesús.

6. Esta es la es comida que vincula a Jesús y sus discípulos, creando gran familia, sobre el ancho mundo…¡ El grupo pequeño (discípulos) tiene que ponerse al servicio de la muchedumbre, ofreciendo sus panes para todos y además sirviéndoles en gesto que funda y ratifica el surgimiento de la nueva comunidad, en torno a la mesa del pan y la palabra. Sólo así consiguen que la multitud de los que buscan a Jesús y tienen hambre (unos cinco mil:Mc 6, 44) puedan convertirse en verdadera iglesia. Para ello, los discípulos reunen a la multitud sobre la hierba verde, bajo el ancho cielo, en grupos de cincuenta o cien (6, 39-40), symposia, symposia (de symposion, banquete), en grupos de diálogo y comida compartida. Les reunen prasia, prasia, en corros de comunicación humana, como pétalos de flor en primavera (cf. peri auton de 3, 32.34). La muchedumbre se convierte así en comunidades donde todos pueden conocerse, compartir la mesa y dialogar desde el reino.

En esa línea quiero que se hiciera la gran Misa de Colón….
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