Los orígenes del Papa. El viaje más largo.

Ayer, 30 de noviembre, he publicado una nota sobre el viaje del Papa a Constantinopla , indicando los orígenes y sentido del papado. Allí decía que el viaje más largo del Papa es el que puede y debe llevarle a los orígenes de su historia, para actualizarse ahora, año 2006, en la Iglesia Cristiana y en el mundo. Me valía para ello de las primeras páginas de mi libro Historia y futuro de los papas. Una roca sobre el abismo (Trotta, Madrid 2006). El blog había tenido bastantes comentarios que agradezco. Pues bien, esta mañana (1 del diciembre) lo he borrado. Simplemente, he dado bien en la mala tecla: tribulaciones informáticas. No conservo copia. Por eso no puedo volver a decir lo que decía en la inroducción. Lamento sobre todo el no haber conservado los comentarios, de humor, de ironía, de historia (Hirundo hablaba del año mil, mi amigo Dorindo me nombraba Papa..). Pero puedo volver a introducir el texto base: las primeras páginas del libro, que son más difíciles de borrar.

Principio

El Papa, jerarca supremo de la iglesia católica, es uno de los personajes más influyentes de la tierra, como han mostrado los acontecimientos de la primavera del año 2005, con la muerte de Juan Pablo II y la elección de J. Ratzinger (Benito o Benedicto XVI). Él se presenta como piedra firme o roca sobre el caos de una historia amenazada por todas las potencias infernales, con las llaves de Dios en la mano, preparado para abrir o cerrar las puertas del reino. Así le veneran cientos de millones de cristianos y le llaman Vicario de Cristo y representante de Dios en la tierra.

Estas palabras (roca sobre el caos) están inspiradas en el evangelio donde Jesús dice a Simón: «tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no podrán vencerla; y te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos« (Mt 16, 18-19).

Pero no todos han reconocido su función en el pasado, ni aceptan su tarea en el presente; más aún, algunos añaden que no es un signo de Dios, sino gerente soberano de una empresa de asuntos religiosos, monarca de un pequeño Estado Vaticano. Sea como fuere, su origen y tarea resulta fascinante, aunque muchos añaden que su futuro se presenta oscuro, si es que no cambia de manera radical, como parece exigir el evangelio y las nuevas condiciones de los tiempos

Papa (del griego pappas) significa simplemente padre, padrecito y fue desde el siglo III d. C. el nombre que afectuosamente se aplicaba a las autoridades eclesiásticas, como se hace aún hoy en muchos lugares, donde a los dirigentes, religiosos y presbíteros (=ancianos), se les llama papas, padrecitos, abades, como al mismo Dios a quien Jesús de Nazaret llamó su Abba, Papa o Padrecito. Ese nombre lo aplicó en sentido más preciso el patriarca de Alejandría, Papa o Padre de su iglesia. A partir del siglo IV lo tomó como propio obispo de Roma y acabó por convertirlo en su apodo o tratamiento más común. Por eso, cuando decimos hoy “Papa” pensamos en Benedicto XVI, obispo de Roma (Padre Santo, Vicario de Cristo, Primado universal, Patriarca de la Iglesia de Occidente).


Un libro sobre el Papa, preguntas sobre el Papa

Del origen, historia y futuro del papado he querido tratar en este libro, retomando y completando el argumento y trama de un trabajo anterior, titulado Sistema, libertad, iglesia. Las instituciones del Nuevo Testamento (Trotta, Madrid 2001). El Papa quiere ser portavoz del proyecto de Jesús y actúa como heredero de Simón, a quien la tradición cristiana llamó «Pedro» (roca o piedra) de la iglesia; por eso es necesario que estudiemos la figura de ese Pedro, que no hizo, al parecer, cosas muy salientes, dignas de contarse por extenso, pero supo actuar como mediador entre algunas comunidades de seguidores de Jesús, ratificando la apertura del evangelio de a los gentiles, más allá del judaísmo, algo que otros (como Pablo) habían promovido. Sea como fuere, Simón-Pedro vino a presentarse para muchos como punto de encuentro de las varias tendencias eclesiales, cosa que fue muy significativa para el nacimiento de la iglesia. Pero tanto como el tema del pasado nos importa el tema y trama del presente: si los papas han sido y son de verdad los sucesores de Pedro y si Pedro necesitaba sucesores.

Las iglesias habían asumido la misión de encarnar en forma social los ideales del Sermón de la Montaña y la fidelidad ejemplar de Jesús, centrada la experiencia del amor y del perdón que trasfigura la vida de los hombres. Pues bien, muchos añaden, con cierta lógica, que ha sido y sigue siendo difícil fundar sobre esa base de evangelio una institución social jerarquizada, con sistemas de administración y juicio, como la iglesia actual del Papa. Esta es la pregunta: ¿cómo se ha pasado de un evangelio y un Pedro, tan poco «legales» y jerarquizados, a una estructura y figura tan legalizada como el Vaticano? ¿Cómo se vincula el poder y protocolo del Papa, monarca y juez supremo, con la ausencia de poder y protocolo del Cristo nazareno?

Valores y riesgos del Papado

Ciertamente, el papado ha ofrecido una aportación positiva en la historia de occidente, como fuente de cultura y signo de unidad cristiana. Pero muchos afirman que su tiempo ha terminado, como han terminado los tiempos de muchas instituciones y poderes de la sociedad y de la iglesia, propias de etapas anteriores de la historia (como las monarquías absolutas al Antiguo Régimen). En esa línea añaden que el papado constituye una reliquia hermosa, pero sin funciones, un fósil de museo, sin utilidad ninguna. Pues bien, en contra de eso, hemos querido preguntarnos si la historia del papado puede tener un sentido y futuro para los cristianos e incluso para el conjunto de los hombres. Ciertamente, algunos cristianos me han dicho que no pierda el tiempo, que el tema es complicado y que «sólo el Espíritu y la historia podrán responder» a las preguntas que hemos planteado (cf. Ap 22, 17); pero he hemos querido estudiarlas con cierto detalle, desde el principio de la iglesia, en esta encrucijada del tercer milenio.

La cuestión histórica se complica si pensamos que, al comienzo de la iglesia, había estructuras y tendencias diferentes, de manera que resulta imposible hallar antes del siglo III-IV una figura como la del Papa. Como he señalado, Simón/Pedro realizó una misión peculiar, como supone Mt 16, 17-19 cuando dice que Jesús le dio las llaves de Dios para abrir las puerta del Reino a los gentiles, superando las limitaciones de una ley nacional del judaísmo. Pero muchos piensan que aquella fue sólo una tarea personal, que Pedro realizó una vez por siempre, de manera que no necesitaba sucesores, pues las grandes decisiones o rupturas de la historia (nacimiento de la vida, hominización...) se dan sólo una vez y no tienen ya que repetirse.

Quizá no fue necesario que se mantuviera aquel tipo de tarea pero, pasados tres siglos, empezó a surgir en Roma un obispo, que se llamó sucesor de Pedro y portador de sus llaves, con la pretensión de ser roca de cimiento de la iglesia, como había sido Pedro, pero con poderes sacerdotales, jerárquicos y políticos que él nunca habría imaginado. Surgió el Papa, con más poderes externos que Pedro (¡y que el mismo Jesucristo, que nunca quiso hacerse jerarquía!) y su figura fue creciendo a medida que disminuía la función social y religiosa del imperio romano.

Diálogo sobre el papa. Su autoridad, su futuro

Muchos afirman que el Papa tiene mas autoridad que el mismo Cristo (que no aparece en el Nuevo Testamento como autoridad). En esa línea añaden que es vicario de un Dios no cristiano. Sin duda, entre el Abba-Padre, que es el Dios de Jesús (voluntad amorosa y creadora, abierta a todos los hombres), y el Abba-Papa de Roma (a quien el Derecho Canónico atribuye «la potestad ordinaria, suprema, plena, universal sobre la iglesia»: CIC 331) pueden trazarse sabrosas conexiones, pero más por contraste que por afinidad, pues el Padre de Dios es pura libertad creadora y el Papa de Roma es control dominados. Ciertamente, los católicos afirman que el Papa es el mejor representante del «Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda paternidad (patriá: familia) en los cielos y en la tierra» (Ef 3, 14-15); pero otros, incluso católicos, responden que el Dios Abba-Padre amoroso de Jesús no puede estar representado por un Papa patriarcal como el de Roma, que no apela al amor sino al derecho para imponerse. En esta línea podrían seguir nuestras discusiones, pero hemos preferido evitarlas, para analiza a fondo el tema, estudiando su historia.

A partir de entonces, la historia del papado se encuentra tejida de luces y sombras y muchos afirman que, más que ministros de Jesús, los papas fueron promotores y beneficiados de un imperialismo eclesiástico, expresado en el cesaropapismo medieval y en el absolutismo de los tiempos posteriores. Pero ha cambiado las circunstancias, y muchos opinan que los papas están ya sentenciados, de hecho han muerto, pues no tienen ya tarea propia, de manera que no son más que un simple espejismo del pasado. Otros en cambio sostienen que ellos siguen siendo esenciales para el cristianismo del futuro, pues garantizan la pervivencia de las tradiciones judías, romanas y helenistas (del siglo III-IV d. C.) y así pueden ofrecer todavía un signo de concordia universal, al servicio de los grandes valores morales que han inspirado y enriquecido la historia de occidente.

Históricamente, los papas han realizado una gran función: cayó el imperio romano y pareció diluirse la herencia cultural de Grecia en Occidente (siglos IV-VI d. C.), pero ellos tomaron el relevo y transmitieron la antorcha de la cultura, remodelada desde Cristo, a los nuevos pueblos de Europa. Sin los papas no puede pensarse la Edad Media, ni el comienzo de la modernidad (Renacimiento, Reforma protestante, primera Ilustración). Pero ahora, al comienzo del tercer milenio, las cosas han cambiado y algunos suponen que los papas son sólo un residuo curioso de la Baja Edad Media, mientras que otros quieren mantener su figura como en la actualidad (2006).

Desde ese fondo he querido escribir este libro, del modo más neutral posible, pero queriendo, al mismo tiempo, que la figura y función del Papa cambie, para que el anuncio de Jesús y su evangelio siga abriéndose a los pobres, como en tiempos de Pedro, en la primera mitad del siglo I. Este es un libro histórico (¿cómo ha surgido el Papa, qué función ha realizado?) y en ese plano quiero ser objetivo, ofreciendo los datos básicos del tema. Pero es también un libro de tesis, pues propone y defiende una reforma o, mejor dicho, una refundación del papado, desde una perspectiva católica, en diálogo con otras confesiones cristianas y, sobre todo, con los problemas existenciales y sociales de un mundo, dominado por el miedo ante el futuro. No tengo la respuesta a todos los problemas, pero he querido dialogar gozosamente con los textos del Nuevo Testamento, con la historia cristiana y la problemática actual. El tema ha sido y sigue siendo fascinante, no sólo para los católicos y cristianos, sino para otros muchos que quieran conocer un capitulo importante de la historia de la humanidad, como irán mostrando las tres partes del libro
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