No hay razones para perdonar
No, no hay razones, pues la razón va siempre en la línea del poder propio y de la justicia conmutativa (ojo por ojo, diente por diente...) y, sin embargo, sin perdón perdemos al fin aquello que somos y queremos.
Es difícil el perdón sin más, pues incluso los evangelios de Sermón de la Montaña, después de haber proclamado el perdón de Jesús, sin más razones que la misma gracia creadora del perdón, se ponen como locos a buscar razones de conveniencia que no acaban de convencer del todo.
Tan difícil es el perdón que incluso en el credo cristiano, tras haber implantado el perdón sin más, tenemos que apelar al fin al juicio (¡vendrá a juzgar a vivos y muertos!), como si quisiéramos decir que está bien el perdón, en un momento, para gente piadosita, pero al fin hay que apelar a la más dura justicia del infierno.
Tan difícil es el perdón que la misma Iglesia, portadora de la palabra de perdón de Jesús, ha creado el más preciso y detallado Derecho Canónico con penas y sanciones espirituales muy duras...
Y, sin embargo, el perdón es lo más fácil... Es simplemente la Vida de Dios, que da, se da, y nos hace creadores de vida, superando siempre el nivel de la ley (sin negarla en su plano).
Sobre esto me ha escrito Mariola, desde Girona y me dice: “Hola Xabier, soy Maríola ¿te acuerdas? Te escribo porque necesito ayuda para perdonar a una persona.
Me has escrito sobre el perdón, por qué, cómo... y me has pedido que te responda, diciéndome: ¡Antes eras teólogo y debías saber estas cosas, cuando me diste clases de teología espiritual, allá hacia el año 1980...
Sí Mariola, fui profesor de Teología Espiritual, y tengo aún los apuntes sobre el perdón... Déjame que los saque un momento... y te daré unas razones, que quizá no te convenzan... Sabes que no hay razones, pero el perdón es necesario como el aire y como el agua, si queremos vivir de verdad como personas, en tu tierra (que estos días sale en los periódicos), y en la mía, en la de todos. Un abrazo.
QUERIDA MARIOLA
He leído cuidadosamente tu carta y no encuentro “razones evidenteS” para que perdones. Esa persona a la que te refieres, si es que las cosas son como las cuentas, no tiene derecho a tu perdón, pues ha hecho mucho daño a personas indefensas, que tú quiere...
Pero el perdón no es un derecho, sino algo sólo se puede ofrecer por gracia, como un regalo. En un sentido es bueno que te enfrentea a esa persona e, incluso, que te impongas por ley sobre ella, para que no pueda seguir haciendo lo que hace. En un sentido, seria bueno que acudieras a la justicia, si es que pudieras hacerlo, sin dañar por eso a la pesona a la que quieres (sobre todo, en lo referente al robo…). Pero, después de eso, quiero añadir que, a pesar de todo, merece la pena que le perdonas.
1. Merece la pena que le perdones, porque “quizá no sabe lo que hace”.
Que le perdones, pero no con blandura e indiferencia, sino con inteligencia, haciéndole que vea el daño que hace y que lo reconozco. ¿Podrías conseguir que “sepa lo que hace”, que se dé cuenta del mal que está sembrando? Eso sería lo mejor, pero quizá tú no puedas lograrlo, ni el quiera darse cuenta...
El ideal sería llevarle a un psicólogo, porque posiblemente es un enfermo y necesita una terapia, aunque muchas veces, este tipo de “enfermos” no quieren curarse, están muy bien con su enfermedad, sacan provecho de ella… e incluso dicen que ellos son los buenos, que ellos tienen razón y que todos los demás están equivocados o son unos desagradecidos. En ese caso sería bueno “retirarte”, alejarte de ella, dejarla sola e impedir que siga haciendo daño, pero no por cobardía, sino porque a veces las cosas no tienen remedio.
2. Es bueno que le perdones por ti misma: porque quieres vivir en paz con esa persona y con todos,
no para ser mejor que ella (por orgullo o por soberbia), sino porque quieres ser lo que siempre has sido: una persona sensible, que valora a los demás y cree que la vida es un regalo que te han dado y e la han dado y tú quieres seguir regalando.
Te la han regalado la vida y tú la quieres regalar. Sabes que es bueno querer y por eso quieres querer a todos, porque te gusta que sean. Por eso es bueno que perdones, para que puedas vivir en paz contigo misma, de manera transparente y clara, sin necesidad de ocultar nada, ni de odiar o destruir a otros para ser tú misma, siendo como Dios, que crea y ama a manos llenas.
Tienes en la vida mil cosas que hacer: hazlas, en positivo, no te enredes en devolver el mal con otro mal. No te empeñes en enfrentarte con esa persona. Déjala ahí: hay muchas cosas que no entiendes, muchos problemas que no puedes resolver… Déjalos a un lado, céntrate en lo que puedes hacer, en los problemas que puedes resolver.
3. Es bueno que perdones, porque si no lo haces seguirá creciendo la montaña del odio
(odio sobre odio) por encima de ti misma y por encima de aquellos a quienes quieres, especialmente a los niños de los que me hablas. Perdona, porque es bueno que los niños crezcan en un ambiente de amor, pero procurando liberarlos de la mala influencia de esa persona de la que me hablas. Por eso es bueno que hagas vivir a tus niños en un clima de perdón, de madurez, de gracia,
No lo hagas simplemente por “pasar”, para no complicarte la vida, porque, quieras o no, la vida es en sí misma complicada... Perdona porque, en medio de esta vida complicada, que a veces no entiendes, quieres mantener un rumbo de amor y claridad, por ti misma y por aquellos a las que amas, especialmente por esos niños…
Si puedes, no hables mal de la persona a la que te refieres, sobre todo delante de esos niños; discúlpala, si puedes. Diles que está enferma, haz que ellos vean que las cosas se pueden mirar y hacer de otra manera. Estoy seguro de que los niños lo entenderán.
4. Perdona, pero siempre “con justicia”.
Tú puedes “perder”, si quieres y si lo haces con cariño y valentía: sólo aquellos que están dispuestos a ceder y a perder pueden ganar… Pero en relación con los demás tienes que ser también justa... porque el perdón sólo tiene sentido allí donde primero, al mismo tiempo, se está dando la justicia.
Eso significa que tú puedes perdonar sin pedir nada para ti, pero tienes que exigir justicia, sobre todo en relación con los niños. Sería bueno que pusierais poner el caso ante un “juez” neutral, alguien que le hiciera ver a esa persona el daño que está haciendo…
Es muy posible que en casos de tipo familiar, como parece ser el tuyo, no debas acudir a procedimientos “legales” externos, con juicios de jueces, quizá con cárceles duras. De todas maneras, puedes acudir a otros medio de presión, para bien de los niños de los que me hablas e incluso de la persona que les está haciendo daño…
Quizá es bueno que, en un sentido, la dejéis sola, para que así pueda sentir el daño que ha hecho y para que no pueda seguir haciéndolo... Sería incluso bueno que, en algún caso, tuviera que sufrir una cárcel dura, para ver si con ello piensa. Pero no estoy seguro de que eso sea lo mejor, por lo que me dices, pues los grandes problemas de la vida no se resuelven con más cárcel.
Eso exige que seas muy valiente: muy amable, pero muy fuerte, muy justa, sobre todo por los niños… En esa línea, por ellos, tienes que ser inflexible. Que ellos puedan crecer, como he dicho, sin odio, sin responder al mal con otros males, pero sabiendo que es importante la justicia, y sin que nadie les pueda destruir ahora que son niños y no pueden defenderse
Perdonar no es cobardía, ni es negar la justicia, incluso un tipo de castigo, sino ir más allá, sin colaborar nunca con aquel que hace daño, dejándole solo (si hace falta), para que no pueda seguir manejando a los otros (y para que quizá cambie). No, no es cobardía ni dejadez lo que te pido, sino una valentía más alta. Sabes que en esto te juegas la vida, la tuya y, sobre todo, la de los niños. Pido al Dios de Jesús que te dé inteligencia para que lo puedas hacer bien.
5. Perdona, si puedes, para cambiar a la persona que odia y hace daño…
Hay cosas que se pueden conseguir con la justicia… Pero las más grandes sólo se pueden cambiar con amor. A lo mejor, perdonando, puedes cambiar incluso a la persona que hace daño… Estoy convencido que el amor es más fuerte que el odio, que el perdón es más exigente que la indiferencia… No todas las cosas se pueden cambiar en esta vida.
Por eso, los cristianos hablan de un “purgatorio” después de la muerte (un estado de vida distinto, para que el mismo Dios nos ayude a cambiar aquello que aquí no ha podido cambiarse)… Los budistas hablan de reencarnaciones para purificar lo que aquí está manchado… Pero hay cosas que se pueden cambiar y mejorar en esta vida, empezando por uno mismo.
Si tú perdonas, y eres fuerte con tu perdón, y si eres justa…, quizá podrás cambiar muchas cosas. Y si te parece que no lo haces te queda siempre la “energía interior” (eso que los cristianos llamamos amor y oración), para poner tu vida y la vida de aquellos que quieres en manos de la Vida superior en la que estamos viviendo.
Querída Maríola, te podría dar otras razones, sacadas del evangelio, ya sabes, del Sermón de la Montaña: te podría decir que Jesús perdonaba y amaba incluso a los enemigos, para así cambiarles… Te podría recordar a otros personajes grandes de la historia, que también han perdonado, como han hecho muchos budistas.
Pero hoy sólo he querido acudir a razones humanas. No puedo exigirte que perdones, no puedo obligarte a perdonar. Pero quizá puedes hacerlo y será bueno para ti, para los niños, e incluso para la persona que les hace daño.