"El siglo XXI será profundamente 'cuidador' de la naturaleza y de toda vida que habite en ella" "Duele el maltrato animal, pero duele más profundamente el maltrato a las mujeres, a los niños y a los ancianos"

Mascotas
Mascotas

"El siglo XXI será profundamente 'cuidador' de la naturaleza y de toda vida que habite en ella, o se perderá en consumos, privilegios y relaciones profundamente inhumanas"

"Prefiero que se priorice atender a las familias que demandan alimentos, vestido y vivienda para sus hijos"

"Tratarlos como humanos, dedicarles mayor y mejor atención que a las personas más vulnerables, no hace a los animales ningún favor y a nosotros, lejos de ayudarnos a ser mejores, nos deshumaniza profundamente"

“El perro es el más fiel de los animales, el mejor amigo del Hombre” sentenciaba Voltaire en 1764 (escritor, historiador y filósofo francés).

Mucho tiempo le ha costado a la humanidad recorrer el camino inverso hasta conseguir que, también el ser humano sea para el perro, para todos los animales y para este hermoso planeta, un verdadero amigo. Aunque siempre ha habido excepciones, recordemos por ejemplo como Francisco de Asís llamaba hermanos/as a todos/as las criaturas; incluso al feroz lobo que en Perugia (Italia), devoraba los ganados y atemorizaba a los habitantes de la ciudad de Gubbio, al que finalmente logró domesticar únicamente dándole un trato amable.

El siglo XXI será profundamente “cuidador” de la naturaleza y de toda vida que habite en ella, o se perderá en consumos, privilegios y relaciones profundamente inhumanas. Queda todavía mucho camino que recorrer y, necesitamos, además, discernir y dialogar sobre las fortalezas y las debilidades de algunos valores que van tomando cuerpo en nuestra cultura. Concretamente al respeto y la protección de los animales. 

FRancisco de Asís y el belén
FRancisco de Asís y el belén

El tema es lo suficientemente importante como para no confundirlo con una moda pasajera y superficial. El respeto a los seres vivos y a la naturaleza es un valor en alza que genera bienestar, pero está necesitado, de un discernimiento sereno en el que encontremos juntos los equilibrios necesarios, sin extremismos ni nuevas agresiones a las personas más vulnerables. 

Esta humanidad nuestra está al borde del abismo en cuanto a desigualdades entre personas y pueblos se refiere. Aquí deberían saltar todas las alarmas, pero seguimos sin escuchar. El Papa insiste en ello: es necesario “enfocarse especialmente en las necesidades de los pobres, débiles y vulnerables, en un debate a menudo dominado por intereses más poderosos (…), y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia” (Laudato siì, 52). Es precisamente a nosotros, los seres humanos, a quienes corresponde la responsabilidad de encontrar el valor propio de cada vida humana, soluciones justas y el sentido profundo de nuestra relación con el resto de seres vivos y de la naturaleza. Relación no exenta de complejidad, intereses y pasiones. A opinar, desde la libertad y mi experiencia, voy a dedicar estás páginas.

En plena crisis económica, cuando los servicios sociales municipales, autonómicos y nacionales ponen en evidencia la falta de recursos para cubrir las necesidades básicas de miles de familias en el Estado español, un titular de prensa me sorprendió hace un par de semanas: “Avanza el "hotel" de perros y gatos, con 2,7 millones de presupuesto”. La concejalía de Bienestar Animal fija como prioridad para este mandato finalizar el refugio. Los canes tendrán habitáculos con calefacción y los felinos, terraza con vistas a la huerta… (Levante, El Mercantil Valenciano, 6-11-22). A esta inversión inicial habrá que sumar los costes de mantenimiento y personal cuando comience a funcionar. 

Mascota

Los responsables de esta decisión (política y económica) justifican su apuesta con el argumento de que “Una sociedad también se mide por el trato que da a sus animales”. Aunque a priori, se puede compartir esta afirmación, no puedo dejar de manifestar mi profundo malestar con esta inversión. No comparto que dediquemos esa cantidad, de dinero público, al “bienestar de unas decenas de animales”, al tiempo que son totalmente insuficientes los recursos que se destinan para atender a las personas más vulnerables, empobrecidas y excluidas del desarrollo y del “bienestar”.

Prefiero que se priorice atender a las familias que demandan alimentos, vestido y vivienda para sus hijos y que, a falta de recursos públicos, acuden a las Ongs solidarias, a la mendicidad y hasta los mismos contenedores de basura. En cuanto a que esto sea un valor en alza y que esta decisión sea aceptada por la ciudadanía como algo normal y legítimo, me parece, cuanto menos, inquietante.

Hay un relato parabólico en el evangelio de Jesús, que me parece oportuno comentar: una mujer extranjera, con una hija gravemente enferma le pidió a gritos que se compadezca de ella. Jesús, observado por sus discípulos y la gente, echa mano de la sabia pedagogía que le caracteriza y se dirige a la mujer: en primer lugar, le da la respuesta que todos esperaban: “No está bien echar a los perros, el pan de los hijos”. Además de utilizar un insulto común entre los judíos de la época llamar perros a los extranjeros, era la respuesta más lógica en un ambiente ideológico radical y una religiosidad legalista que desprecia a los que considera inferiores e impuros.

Papa come con los pobres
Papa come con los pobres

En segundo lugar, Jesús, deja que la mujer se exprese, le interesa que los demás le presten atención (su necesidad es apremiante, su hija no puede vivir más con la opresión que le mata), ella insiste: “También los perros comen las migajas de pan que caen de la mesa de sus amos”, sus discípulos le piden que se la quite de encima. Su presencia molesta. Es entonces cuando, Jesús manifiesta su opinión y actúa: esta mujer, sin derechos, sin religión y humillada, ha de ser liberada, sin paliativos; además está enormemente capacitada para defender la vida, más que todos los que la insultaban.

No sirven nuestros argumentos nacionalistas y religiosos para justificar la discriminación de los pobres. No valen nuestras políticas e inversiones, cuando son insensibles al dolor de una madre, ni cuando se abandona el cuidado de las personas más vulnerables, “sean de la nación que sean” (Hechos 10,34-38). Veinte siglos después, el cuidado de perros y gatos, convertidos en nuestras mascotas nos conducen a extremos semejantes a este pasaje bíblico. 

Mientras los centros de promoción e integración social de personas con discapacidad, las residencias de mayores, la atención a los desahuciados, la inclusión de inmigrantes y refugiados, las casas de acogida de mujeres maltratadas y de la infancia…  se sostienen con escasos recursos públicos, promovidos por la iniciativa de los propios afectados o por colectivos más sensibles y solidarios, las instituciones públicas, a demanda de una sociedad instalada en privilegios, se ocupa de los “animales no humanos” y la industria del sector crece sin límites.

Miles de mascotas reciben la bendición de manos del padre Ángel en su parroquia "24 horas"
Miles de mascotas reciben la bendición de manos del padre Ángel en su parroquia "24 horas" RD

Las cifras son alarmantes: el mercado de productos para mascotas está despertando cada vez más interés por los productos “premium” y los alimentos “gourmet”. En los EE. UU., el 60% de los dueños de perros y gatos, gastaron en 2021 unos 44.100 millones de dólares en alimentos y golosinas para sus mascotas; y se espera que para el 2025 el mercado mundial de accesorios y productos no esenciales para mascotas supere los 40.000 millones de dólares. Cifras alarmantes porque se producen en la misma “casa común” donde el número de personas (animales humanos), pasan hambre porque no les llegan ni las migajas que caen de ‘la mesa de los perros’. En España la facturación del sector alcanza ya la cantidad de 2.000 millones de euros anuales.

Hay que cuidar, proteger y convivir amigablemente con los animales, sin duda y sin matización. Pero, en mi opinión hay que atender primero, más y mejor a las personas vulnerables, muchas de ellas empobrecidas y excluidas por la economía y la política que la sostiene; por el consumo irresponsable, los privilegios de una minoría y por la indiferencia de casi todos. 

Las desigualdades entre las personas y los pueblos son hoy de tal magnitud, que la sociedad que debería medirse en primerísimo lugar “por la calidad de los cuidados y por el bienestar de las personas” merecería un suspenso supino. Estas mismas desigualdades generan agresividad y violencia, inseguridad y miedo. Convierte a personas y colectivos en rivales y competidores. 

La gente espera a que sus mascotas sean bendecidas
La gente espera a que sus mascotas sean bendecidas

Protejamos a los animales y cuidemos de ellos. Dejemos que nuestros perros y gatos sigan siendo amigos y compañeros de las personas. No les convirtamos, también a ellos, en rivales y poderosos competidores para aquellos que, más semejantes y próximos nosotros, apenas pueden sobrevivir, a causa de los excesos y excentricidades de quienes acaparan los recursos y los derechos destinados a todos.

Orwell escribió su obra “Rebelión en la granja” al tiempo que la humanidad se enfrentaba a la Segunda Guerra Mundial y la tierra se “empapaba” de sangre y odio por dos veces en un mismo siglo. Aquella fábula de la rebelión animal empezó con una primera Declaración de Principios: “Todos los animales son iguales”. Pero, los principios originales inspiradores de igualdad y paz, se fueron cambiando hasta llegar finalmente a una nueva formulación: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

¡Qué familiar nos resulta esto!, lo mismo sucede con nuestras Declaraciones de Derechos Humanos y con las Constituciones de los estados democráticos. Esta constatación de la condición humana debería sonrojarnos, especialmente a quienes nos consideramos “más iguales”, y justificamos privilegios que millones de personas no pueden ni siquiera imaginar. Pero lejos de sonrojarnos, marchamos orgullosos alardeando de nuestras conquistas y de nuestro bienestar, ocupando nuestros días consumiendo irresponsables e insaciables lo que pertenece a todos. En la fábula de Orwell, los animales, expulsaron a los humanos para quedarse con el poder, imitándoles. Finalmente, la pretendida “rebelión” terminó siendo una tiranía más cruel, si cabe, que las anteriores.

El Papa bendijo una estatua dedicada a los sin techo del mundo
El Papa bendijo una estatua dedicada a los sin techo del mundo

Dejemos que perros, gatos y otras muchas especies de animales, sigan siendo amigos nuestros. Tratarlos como humanos, dedicarles mayor y mejor atención que a las personas más vulnerables, no hace a los animales ningún favor y a nosotros, lejos de ayudarnos a ser mejores, nos deshumaniza profundamente.

Duele el maltrato animal (por pura diversión o por crueldad), pero duele más profundamente el maltrato a las mujeres, a los niños y a los ancianos. Duele la explotación y el sufrimiento de los animales, pero duele más profundamente la explotación infantil, el drama de los inmigrantes (sin tierra, sin pan, sin techo). Duele, también más, la explotación de millones de trabajadores, utilizados como esclavos, únicamente para aumentar la producción y los beneficios económicos de los de siempre, en una economía profundamente inhumana. Conmueve y mucho el cuidado de los animales, el afecto y hasta el amor por ellos, pero conmueve más profundamente la pasión y la compasión por las personas, por la dignidad humana y por la justicia. 

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Escribo esto para soñadores, con espíritu inquieto. Comparto mi opinión con aquellos que sienten, entre sus manos una responsabilidad para la que no somos suficientemente sabios, ni buenos. Ofrezco esta reflexión a quienes permanecen atentos a construir un mundo de hermanos, entre iguales, que respete profundamente la vida, en todas sus formas; hombres y mujeres de cualquier rincón del Planeta, capaces, también, de no atribuirse el mérito ni el beneficio de las conquistas. 

Cristo de los pobres
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