"El servicio cristiano incluye el enamoramiento" Papa Francisco: hombre enamorado

Francisco, rodeado de jóvenes en la JMJ de Lisboa
Francisco, rodeado de jóvenes en la JMJ de Lisboa EFE

El papa Francisco si ha sembrado alguna buena semilla es la de afectividad, no como romántica vinculación emocionada, sino como elemento fundamental para llegar al corazón de todos con el mensaje salvador de Jesús

Francisco fue un hombre enamorado y demostró estarlo como parte de su ser misión de persona consagrada. Y no digo que fue un jesuita enamorado o un sacerdote enamorado. Digo y resalto que fue un hombre enamorado

Mientras asistimos a la periódica muestra del acento claramente pastoral del papado de León XIV ya no como un mero continuador de Francisco sino con criterios, convicciones y elementos bien propios en favor del Pueblo amado y salvado por Dios que camina con la fuerza del Espíritu Santo detrás del único modelo que es Jesucristo, proponemos una nueva mirada sobre su antecesor, luego de las tres ya publicadas: Papa Francisco, costo político; hombre de Palabra rezada y su dimensión comunicadora sensata, inclusiva y abierta.

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Algunos aportes que pueden aclarar aún más las intenciones de estas líneas:

En un artículo muy recomendable del prestigioso Ángel Aznárez publicado en Religión Digital se diferencian tres perfiles de papados: juristas, teólogos y pastores.

Me quedo con una síntesis personal donde con Francisco, quien fue principalmente un pastor según el Evangelio, se consigue integrar los otros dos perfiles y que encuentran su pleno sentido.

Si el Señor creó por amor todo, también al hombre a quien respeta su libertad y en virtud de la cual nos redime por Jesucristo y hace del servicio cada quien a su modo y no diferenciando status eclesiales -o mejor clericales-, lo pastoral necesita de lo jurídico como estructura funcional y de lo teológico como la humanidad necesita del lenguaje.

Pero es lo pastoral, es decir la cercanía humana que se pone delante, en medio y detrás de entre quienes caminamos juntos para que cada uno según su rol, aporte, haga, reclame y hasta denuncie a la hora de no olvidar el objetivo: la dignidad de cada persona, de cada ser humano.

Francisco y León
Francisco y León

Esta pastoralidad además de necesitar de lo intelectual como herramienta -no como fin- también incluye lo afectivo, lo anímico, la sonrisa, la escucha y el respeto del otro sea quien sea, sabiéndolo también hijo amado de Dios.

Parecería que los planes pastorales rígidos y aparentemente perfectos, si carecen de este criterio tan elástico como la persona humana misma, son inútiles.

Ya lo muestra Jesús en el Evangelio: estar en camino, al servicio de todos, sin preguntar pedigrí, exponiendo mezquindades y sobre todo sirviendo, dignificando a los ignorados, mirando a los ojos a los paralizados, devolviendo la vista a los ciegos, sanando a los apestados, purificando a los resignados y rechazados.

Lo pastoral aúna, ensambla, aglutina lo jurídico y lo teológico y le da sentido.

Quizás sea por eso que el Señor valora la tarea del buen pastor, aquel que conoce, cuida y se arriesga por las ovejas, y trata de hipócritas a escribas, fariseos y doctores de la Ley.

Vendría bien revisar y revisarse

Francisco y Prevost
Francisco y Prevost

El papa Francisco dejó como uno de sus regalos esta prioridad pastoral, sin negar lo demás, pero exponiendo magistralmente en su decir pero sobre todo en su hacer, que es la persona humana y el medio que habita, social y ambiental, el objeto del amor de Dios.

El papa Francisco si ha sembrado alguna buena semilla es la de afectividad, no como romántica vinculación emocionada, sino como elemento fundamental para llegar al corazón de todos con el mensaje salvador de Jesús.

Francisco fue un hombre enamorado y demostró estarlo como parte de su ser misión de persona consagrada.

Y no digo que fue un jesuita enamorado o un sacerdote enamorado. Digo y resalto que fue un hombre enamorado:

De su tiempo, de su vocación, de su tarea, de lo que se le confió, de aquellos que se le cruzaron en la vida y hasta de lo que Dios le propuso como dificultades en el camino.

Fue un hijo y hermano enamorado. Un estudiante, un amigo de sus amigos enamorado. Un joven confundido vocacionalmente pero enamorado, un jesuita, un profesor, un curita enamorado.

Un denostado, rechazado, ridiculizado que no perdió el enamoramiento primero.

Un obispo, un cardenal y un Papa enamorado.

Es decir, no fue primero nada de esos aspectos. Ni hijo, ni hermano, ni estudiante, ni amigo, ni jesuita, ni cura, ni obispo, ni siquiera Papa.

Lo primero que fue es tratar de ser una persona coherente con su enamoramiento por la vida y de allí canalizar su aquí y ahora de cada tiempo, en forma de servicio.

Enamorado de Dios; por eso enamorado de todo lo demás. Y hasta las lágrimas.

Francisco, rezando en la basílica de Santa Maria Magiore, donde ahora descansa
Francisco, rezando en la basílica de Santa Maria Magiore, donde ahora descansa Vatican Media

Hablando específicamente de los consagrados, un viejo cura decía que los que habían dado su “si” a Dios debían revisar periódicamente su enamoramiento.

Que una religiosa o un cura que no se enamoraban del Dios que se les manifestaba en sus comunidades, parroquias, diócesis, debía revisar si tenía vocación; porque, insistía, la verdadera vocación consagrada es vocación de servicio. Y el servicio cristiano incluye el enamoramiento.

De allí que en más un caso aparezcan curas, obispos, diáconos -claro-, religiosos, etcétera, que echan culpas a las comunidades de su “fracaso” pastoral, en lugar de enamorarse, dejarse enamorar y forjar aún a pesar de los límites propios y ajenos. Y terminar siendo malos gerentes.

Enamorarse, cuando es sincero y real, siempre tiene una dimensión de dolor. La de Cruz que redime.

Una de las primeras dimensiones de la formación permanente podría ser revisar el nivel de enamoramiento o desenamoramiento. Allí seguramente habrá una clave importante.

El papa Francisco supo sacarse del primer lugar a la hora de “ser misión”. Y eso es toda una enseñanza.

Y como el Amor es un don, siempre, cada día, es posible pedirlo, ser capaces de reconocer los errores propios y redescubrir que sólo se enamora quien se percibe amado por Dios. En es consiste la conversión: en ser cada día coherentes con la incoherencia de amar y de servir como su fruto más importante.

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