(JCR)
En su exhortación apostólica "Sacramentum Caritatis" el Papa
Benedicto XVI aboga por el uso del latín en celebraciones litúrgicas internacionales (excepto las lecturas, la homilía y las oraciones de los fieles). Creo que razón no le falta. Cuando lo leí me acordé de que hace algunos años los cristianos de la parroquia de Kitgum, en el Norte de Uganda, donde trabajé nueve años, insistieron en que se incluyeran cantos clásicos en latín en un libro de cantos que preparamos para uso litúrgico.
Será tal vez por el aspecto de misterio, presentes en muchos e los cultos ancestrales de religiones tradicionales africanas, o a lo mejor por la importancia que dan a la tradición recibida de los primeros misioneros, pero siempre me ha llamado la atención la atracción que muchos católicos de este continente -incluso los que tienen poca educación formal- sienten
por los cantos en latín. Empiece usted el Kyrie, el Gloria, el Sanctus o el Agnus Dei de la Misa de Angelis en cualquier aldea del bosque africano (por lo menos en muchas de las que conozco), y les aseguro que un buen número de fieles le secundarán con gran entusiasmo. Me consuela pensar que las horas que me hicieron pasar de ensayo de cantos en el seminario de Sigüenza en los años setenta han servido para algo.
Un estudiante universitario tanzano al que conocí en Madrid hace algunos años me confesó su extrañeza de que los católicos europeos apenas supieran ningún canto en latín. Se encontraba de peregrinación en Lourdes, en una misa al aire libre rodeado de blancos, y cuando el sacerdote entonó el "Credo in unum Deum" el joven se arrancó con entusiasmo y a los pocos segundos se dio cuenta de que era prácticamente el único que se lo sabía.
Cuando tenemos alguna celebración en la que nos juntamos combonianos de varias comunidades en Uganda, me da pena ver a nuestros postulantes y novicios africanos que permanecen con la boca cerrada si al celebrante principal se le ocurre entonar el Salve Regina o el Tantum Ergo. Creo, sinceramente, que les estamos privando de un aspecto de la tradición de la Iglesia al que tienen derecho, y que no podemos vivir unas liturgias profundas sólo a base de "Alabaré, alabaré", Yupi, yupi, Dios te ama praise the Lord o de superficialidades del tipo de "me has mirado a los ojos".
Lo cual, claro está, no es obstáculo para que aquí en África la gente cante con sentimiento profundo en su lengua materna, acompañada de tambores, xilófonos, harpas y maracas, que suelen animar a la danza litúrgica bien hecha. Ya lo dijo Juan Pablo II que si el que canta bien ora dos veces, los teólogos deben investigar cuántas veces reza el que baila.
Pero les aseguro que los cristianos africanos que yo conozco, además de tocar el tambor y bailar durante la misa, no tienen nada en contra del latín, sino todo lo contrario.