Un comandante del ejército comentaba a su amigo sacerdote: "Si la Iglesia predicara más sobre la compasión y la misericordia de Dios tendría a los hombres y mujeres de hoy a sus pies".
Esta observación debe de hacernos conectar con el ansia del hombre actual de encontrar una dimensión espiritual que lo reconcilie consigo mismo y lo lance hacia cuotas cada vez más perfectas de felicidad y de liberación.
Los hombres y mujeres de hoy, demasiados fragmentados en sus adentros y pocos entusiastas de sí mismos, añoran sin saberlo una pizca de misericordia que los haga sentirse más realizados y puedan sentir en sus aposentos interiores un sentido global último que los reconcilie con la vida.
De vez en cuando miran más allá de las estrellas un Alguien que se haga cercano sin saber con certeza que ese Alguien dormita en su interior y se manifiesta en los prójimos menos convincentes y en los rostros menos evidentes.
Sin la misericordia, el hombre corre en busca de la competencia y entra en la ley de la jungla, dominada por la violencia y la desolación, el vacío y la muerte, la desesperanza y el sin sentido.