El cristiano acepta las situaciones negativas como un medio para realizarse como personas y agota las posibilidades para cambiarlas y solucionarlas.
El cristiano no pide que desaparezcan los problemas y las cruces de cada día sino que los pueda sobrellevar y no perder la esperanza.
Jesús de Nazaret nos invita a vivir el presente como manifestación y presencia de Dios en la vida de cada uno de nosotros.
Él decía con insistencia: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo se os dará por añadidura. No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos” (Mt 6,33-34).
La mayoría de las veces no vivimos el presente como una oportunidad para hacer el bien y para conseguir nuestra propia realización personal.
La mayor parte de las veces suspiramos por un futuro incierto y proyectamos todos nuestros deseos hacia ese mañana, que se nos manifiesta nublado, dejando que el presente pierda su resplandor.
¡Cuántas oportunidades perdemos por nuestra pasividad y hacemos un flaco servicio a nuestro crecimiento personal y a los que tenemos a nuestro lado!