La marcha de Uriarte y Blázquez y la llegada de Munilla aceleran el proceso La Iglesia vasca renueva su perfil

Algo está cambiando en la Iglesia vasca. Por el momento su dirección. Y el tiempo dirá si ese relevo, también generacional, tiene su reflejo en el perfil del conjunto de las diócesis. El nombramiento en los próximos días del obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, como titular de la Archidiócesis de Valladolid, se suma al cambio que poco a poco va asimilándose en Gipuzkoa, tras la llegada de José Ignacio Munilla. Lo cuenta Amaia Chico en Diario Vasco.

La designación de Blázquez (Ávila, 1942) por parte de la Santa Sede para ocupar la vacante de la archidiócesis vallisoletana deja casi en bandeja su sucesión a Mario Iceta, el 'joven' gerniqués de 44 años que desde hace dos ha sido la mano derecha, e incluso las dos manos desde la sombra, del obispo titular mientras éste dividía su tiempo entre la diócesis bilbaína y la vicepresidencia de la Conferencia Episcopal.

Pero la decisión aún no está tomada. De producirse finalmente, Iceta continuaría, con una línea más conservadora, el trabajo realizado por Blázquez, quien ha logrado dar la vuelta en estos quince años a los recelos con los que fue recibido por la comunidad católica de Vizcaya y por algunas figuras políticas del nacionalismo. Con un carácter moderado, conciliador y cercano a la línea pastoral que caracteriza a la Iglesia vasca ha marcado diferencias respecto al espíritu más conservador de la Conferencia Episcopal -que llegó a presidir durante un mandato-, y se ha ganado el aprecio de los fieles y el beneplácito del nacionalismo político.

Su posible sucesor también deberá superar las reticencias que originó su elección como auxiliar hace dos años, que fue interpretada como un golpe de mano del Vaticano para remodelar la cúpula episcopal vasca y que fue tomada sin el beneplácito de la diócesis.

Este nuevo prelado, de confirmarse su designación, abriría más la brecha con la línea pastoral, considerada más progresista y alineada en una corriente más nacionalista, que en las últimas décadas había diferenciado a la diócesis bilbaína y por extensión a la Iglesia vasca. Su perfil se asemejaría al que representa Munilla en San Sebastián. Ambas elecciones permitirían por tanto a la Santa Sede, en consonancia con el espíritu que propugna la Conferencia Episcopal Española liderada por el cardenal Rouco Varela -pertenece al consejo que elige a los prelados-, dar un giro notable a estos obispados para intentar 'reconducir' su línea pastoral, aferrada a lo marcado por el Concilio Vaticano II y considerada más aperturista y apegada a la realidad social.

La rebelión inicial contra la elección de Munilla, con la carta crítica avalada por más del 70% del clero guipuzcoano, se ha aplacado sin embargo a la espera todavía de que el nuevo obispo designe a sus vicarios generales, en el plazo aproximado de un mes, y comience a tomar decisiones estratégicas.

La disposición al entendimiento por ambas partes parece demostrarse en las reuniones que el prelado está manteniendo con los quince arciprestazgos de Gipuzkoa, cuyos sacerdotes y cargos pastorales quieren tener voz en la designación de los 'número dos' del obispo.

Quien desde 1995 no se ha movido de su diócesis de Vitoria es el navarro Miguel Asurmendi, que también sonó el pasado verano como posible sustituto de Uriarte en el territorio guipuzcoano. Su figura supondría el último baluarte del proyecto pastoral vasco iniciado en 1968.

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