Desayuna conmigo (viernes, 21.2.20) “Habemus papam”

Inescrutables caminos

Habemus papam

El día nos sorprende con una “trinidad” de temas densos, aunque quizá algo farragosos, a los que es difícil hincarles el diente y masticarlos bien para poder asimilarlos y lograr que cuajen en nuestra vida.

Spinoza

El primero, por orden del calendario, es la muerte del filósofo neerlandés Baruch Spinoza un día como hoy de 1677, considerado por algunos como el padre del pensamiento moderno. Spinoza fue un pensador que no tuvo reparo alguno en abordar las profundas relaciones de Dios y la creación, metiéndose en un laberinto de ideas y razonamientos tan intrincado que no son pocos los que piensan que su obra naufragó en un panteísmo facilón a causa de las inevitables ambivalencias del lenguaje y de los meandros que recorre el pensamiento. Tiempo y eternidad, ser creado e infinitud son las coordenadas de un pensamiento atrevido que trató de ahondar en la comprensión de lo que es el hombre. ¡Demasiado árido para un desayuno frugal como el nuestro!

Manifiesto comunista

El segundo nos viene de la publicación, un día como hoy de 1848, del “Manifiesto comunista”, considerado por muchos como “uno de los tratados políticos más influyentes de la historia”. No es momento de meterse en honduras para sacarle más jugo a la “lucha de clases”, pero, dado el propósito de este blog, no pondré punto final a este párrafo sin dejar constancia de que, a mi criterio, dicho “manifiesto” se debió al fracaso más rotundo de la Iglesia católica en lo más esencial de su misión evangelizadora. Me sorprendió gratamente, en 1968, que fray Dominique Chenu O.P. me dijera, en conversación con él, que el drama intelectual más grande del pensamiento occidental de todo el s. XX había sido que la Iglesia se hubiera dejado arrebatar el concepto de “socialismo” y su constelación de concomitancias de todo orden. Desde luego, lo más socialista y comunista que hay en la gigantesca pradera de la cultura en la que pastamos es la comunidad cristiana, aunque el cristianismo no requiera “lucha de clases” por ser una maravillosa integración de voluntades y productividades en total gratuidad.

El papa de la Amazonía

El tercero, más cercano y sabroso, es el inicio de una gran carrera providencial, delineada un día como hoy de 2001, cuando JPII instituyó cardenal a Jorge Mario Bergoglio. Una docena de años después, circunstancias excepcionales bien conocidas propiciaron que ese cardenal fuera elegido papa. Para los aficionados a esoterismos, subrayemos que su nombramiento tuvo lugar el 13 de marzo del año 13. Llevamos ya casi siete años del enrevesado pontificado del papa Francisco. La sencillez de su forma de actuar da la impresión de que realmente su oficio es el de un pastor bucólico que pastorea obedientes ovejas, cuando sabemos de sobra que no hay día en que no tenga que blandir su cayado contra tantos lobos. Aunque su semblante sonriente no lo transmita, deben de ser muchas las tensiones que acumula y, seguramente, también muchas las lágrimas que su celo pastoral le haga derramar en la intimidad. Lágrimas por la pederastia clerical, por los tejemanejes curiales y eclesiales y por el hambre y demás estrecheces que tantos padecen. Estoy completamente convencido de que, al igual que nos ocurre a otros muchos, este papa tiene una visión muy providencialista de cuanto ocurre en nuestra historia, de que hay una mano providencial que hace que todos los acontecimientos, incluso los muy dolorosos, sucedan para para nuestro bien.

Misa en el templo de la naturaleza

Son muchas las ideas que me vienen en estos momentos a la cabeza al pararme a pensar en el papa Francisco. Digamos, en bloque, que tengo la impresión de estar asistiendo a un cambio de época en lo que al cristianismo se refiere. Conectando con los párrafos anteriores, es como si la Iglesia, espejo de Dios a pesar de todas sus debilidades, estuviera recuperando las bondades intrínsecas del socialismo una vez desechadas las perversidades que su desarrollo político ha adherido a su piel. Paso a paso, lentamente, sin prisa, pero sin pausa, este papa va logrando que el cristianismo pase de los dichos a los hechos, de las teorías a la práctica, de los dogmas a las bienaventuranzas.

Ya sé que su exhortación Querida Amazonía ha causado honda decepción a cuantos, incluido yo mismo, esperaban ya la ordenación de varones idóneos casados, los llamados viri probati, para ejercer el ministerio sacerdotal en las zonas remotas de la Amazonía, como un primer paso firme para acoplarse a los tiempos y ganar normalidad. De haber respondido al clamor popular, seguro que habría dado un gran paso en el camino que ha de seguir la Iglesia, pero también cabe pensar que, al saborear ese fruto, el papa haya notado que su inmadurez dejaba un sabor amargo en la boca. Necesitamos paciencia para acoplar nuestras ansias a la lentitud con que el Espíritu Santo acostumbra guiar los pasos de su Iglesia.

La paciencia

Mi maestro fray Eladio Chávarri O.P. envuelve el gigantesco esfuerzo que supone la mejora de las formas de vida en una paciencia jobiana, una paciencia histórica. Las costumbres, salvo en el caso de contundentes revoluciones sangrientas, no cambian de golpe, como si fueran arrastradas por un huracán, sino que lo hacen de forma imperceptible, poco a poco. Referente al sacerdocio, por ejemplo, a mí no me ha decepcionado en absoluto, y eso que llevo clamando por la abolición de la obligatoriedad del celibato hace mucho tiempo. Más en concreto, ya en 1967, estando estudiando en Roma, envié un artículo al periódico francés Le Monde sobre la necesidad imperiosa de abolir dicha obligatoriedad y sobre la conveniencia del sacerdocio femenino. La excusa que se me dio para no publicarlo fue la saturación del tema, aunque no era difícil advertir en esa negativa la Mano providente que todo lo guía. ¿Tendría que decepcionarme la demora actual estando tan seguro como estoy de que, no tardando mucho, ambos deseos, la abolición de la obligatoriedad del celibato y la ordenación sacerdotal de las mujeres, serán dos gozosas realidades en nuestra Iglesia?

No perdamos de vista la “paciencia histórica”. La sociedad ha cambiado mucho de 1967 a esta parte. Entonces nos referíamos al tema cuatro ilusos, pero hoy lo demanda todo un clamor popular. Dos grandes fuerzas tiran ya de este carro: la “secularización” de muchos sacerdotes por razón del matrimonio y los progresos evidentes de un feminismo razonable. Los sacerdotes casados siguen siendo una fuerza evangélica; las mujeres tienen ya conciencia de su propia fuerza y saben que tienen razón cuando demandan la igualdad con los hombres en todos los frentes de la vida que no respondan a las condiciones sexuales de unas y otros. De ahí que quepa la razonable esperanza de que no pasarán muchos años antes de que se tomen decisiones importantes en ambos campos. Nada importa que mi edad no me permita contemplarlo y aplaudirlo. Importa la alegría con que los acogerá el pueblo de Dios cuando lleguen.

querida_amazonia

Sin duda, el papa Francisco es un papa providencial. A nada conduce comparar su pontificado con los de otros papas. Lo importante es que el mundo vea en él un testigo fiel de la auténtica fe cristiana, la que en todo momento y circunstancia se acerca sonriente y llena de ternura a cada ser humano. Aunque a uno le gustaría asistir a la consumación de su obra de reformas de la iglesia, tan difícil y enrevesada como alentadora y beneficiosa para el pueblo de Dios, sabemos que ejercerá su cometido solo el tiempo que, en sus inescrutables designios, lo quiera la Providencia. A quienes nos inquieta la situación actual de la Iglesia por tantos motivos solo nos queda armarnos de la paciencia necesaria mientras vamos tirando del carro en la medida de nuestras propias fuerzas. Sabedores de que son pocos los que lo hacen con la fuerza del papa Francisco, deberíamos dar gracias al cielo por sus siete años de pontificado y por todos los que todavía le queden.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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