Audaz relectura del cristianismo (45) El hombre de nuestro tiempo

Diagnóstico y tratamiento del profesor Chávarri

barco escorado

Nos preocupamos por la “calidad de vida” y nos afanamos afortunadamente por mejorarla, conscientes de que el barco de la vida humana navega muy escorado a babor, con su enorme carga de valores y contravalores almacenada en el recinto de las dimensiones vitales biosíquicas y económicas, mientras los demás compartimentos están vacíos o son infrautilizados. Digo lo de “escorado a babor” con clara intencionalidad. A fuerza de convertirlo todo en “mercancía”, nos empobrecemos a ojos vista al reducir la amplísima panorámica humana, empeñados como estamos en cultivar solo el cuerpo (salud) y la cartera (riqueza). Pero necesitamos mucho más que dinero para mantenernos en pie, pues “no solo de pan vive el hombre” (Mt 4,4). Son muchas las bocas que, afortunadamente, tiene abiertas el ser humano. Chávarri las llama dimensiones vitales humanas. Todas necesitan alimentarse de seres. Sin la menor duda, necesitamos salud y pan, pero también belleza, bondad, fe, entretenimiento, conocimiento y vida social.

Mirando hacia atrás, Chávarri observa que en toda la trayectoria humana se han producido desequilibrios importantes debidos a que un puñado de valores y contravalores se han adueñado de tal manera del escenario de la trama humana que han terminado deteriorando y empobreciendo la comedia.

Chávarri usa el verbo “modalizar” y sus derivados sustantivos y adjetivos, con el sentido de que unos valores, los modalizadores, “imprimen su modo” a otros, los modalizados. Es una de las claves para entender a fondo no solo las formas de vida que los humanos nos hemos dado a lo largo de nuestra historia, sino también sus desarrollos. El valor modalizador se constituye en núcleo que hace girar la rueda de la vida en torno suyo. Tal ocurre, por ejemplo, en la forma de vida actual, la del hombre productor consumidor, cuyo núcleo biosíquico y económico convierte en mercancía los valores propios de las dimensiones vitales humanas estéticas, lúdicas, epistémicas, éticas, sociales y religiosas. Tal vez podríamos alcanzar la misma hondura y extensión conceptual con los verbos “moldear” y “ahormar” y sus derivados, con la acepción de “dar forma”.

Concilio-de-Trento

Formas de vida en el pasado

El proceso de desarrollo del ser humano, desde su espectacular despegue de su original condición biótica a su plena autonomía de acción, ha girado en casi todos los grupos y culturas en torno a las dimensiones valorativas religiosas. Ellas han sido el centro modalizador o núcleo operativo de la forma de vivir a lo largo de muchos siglos. No es preciso pararse a describir cómo lo religioso lo ha impregnado todo, desde el nacimiento a la muerte, desde la alcoba al humor, pues se veía el mundo entero, incluido el hombre, enzarzado en una guerra apocalíptica entre del bien y del mal que durará hasta el último día.

Pero durante el siglo XIX europeo, bastantes pensadores pretendieron sustituir, sin conseguirlo, la hegemonía y la omnímoda presencia pública de las dimensiones valorativas religiosas por el predominio de dimensiones valorativas sociales y éticas (liberté, fraternité, égalité,) confinando lo religioso en el ámbito de lo privado. Es esta una forma de enfocar la vida humana que no consiguió amilanar lo religioso, pero que, tras ser barrida por la forma de vida actual, sigue latente en nuestro tiempo a la espera de que sus lacras sean eliminadas en el futuro a base de comportamientos éticos y progresos del conocimiento, sobre todo del tecnocientífico.

La forma de vida actual

Otro fue el resultado con relación al predominio absoluto de la religión cuando, ya en el siglo XX, se produce una sorprendente sustitución, aceptada gustosamente por la inmensa mayoría de los ciudadanos: los valores biosíquicos y económicos desplazan a los religiosos y se constituyen en el centro vital y valorativo modalizador de todos los demás. Las masas, reacias a las propuestas éticas y sociales de los profundos pensadores ilustrados, se plegaron fácilmente a la modalización biosíquica y económica de la vida. Poco a poco, las propias masas cambiaron la «modernización» que proponían los ilustrados por la «americanización», por el nuevo estilo americano de vivir la vida.

“Pienso –nos dice Baldo- que nadie como Eladio Chávarri ha penetrado en la comprensión de nuestro mundo actual, porque él no se mueve en la superficie, en las manifestaciones, sino que llega a la raíz de los mismísimos procesos de la formación del ser humano, de hoy y de otras épocas: las dimensiones valorativas, constituidas en mutua implicación por vida humana y por ser”.

cuadros esquema forma de vida de Baldo

Hemos aludido, pues, a tres tipos de núcleos valorativos que han modalizado y modalizan las restantes dimensiones valorativas: el religioso, el social–ético, y el económico–biosíquico. Tres tipos de modelos humanos diferentes. Al último lo denomina Chávarri “Hombre Productor Consumidor” (HPC). El influjo que ejercen las dimensiones valorativas biosíquica y económica de este último sobre los demás conforma de manera singular las experiencias cognitivas, estéticas, éticas, lúdicas, religiosas y sociopolíticas. La dinámica del aumento o decremento dinerario se traslada inmediatamente a las demás dimensiones valorativas, en proporción directa a su capacidad para ser convertidas en mercancías.

“El quicio de cualquier forma de vida -afirma Chávarri- es un núcleo de valores que cala hondo en los individuos y empapa todas las instituciones sociales. Por eso, sirve de savia integradora y mantiene la unidad y la cohesión entre los miembros de las diversas comunidades. El HPC se nutre de valores biopsíquicos y económicos. Personas e instituciones giran en torno a ellos. No han desaparecido ciertamente de nuestras sociedades los valores epistémicos, estéticos, éticos, religiosos y sociopolíticos. Todos ellos, sin embargo, se encuentran coartados por los biopsíquicos y económicos o se ponen, sin pudor, a su servicio”.

Llevamos un siglo ahormando nuestra concepción del ser humano conforme a los postulados del HPC, en el que la nuclearización que ejercen los valores biosíquicos y económicos sobre todos los demás está llevando a la humanidad a cuotas de calidad de vida ni siquiera sospechadas o soñadas en el pasado. Resultaría muy prolijo pararse aquí a describir las diferencias entre cómo se vivía en Europa hace cien años y cómo se vive ahora. Los avances de la medicina y de la economía, por ejemplo, son espectaculares a la hora de sacarle partido al hecho de vivir (asombroso es, desde luego, el aumento de la población mundial) y al hecho de crear las condiciones de la calidad material de esa misma vida (aumento espectacular de la media de edad). El desarrollo de cuanto la naturaleza nos aporta hará posible que en nuestro planeta puedan vivir cómodamente no ya los casi ocho mil millones de habitantes actuales, sino incluso el doble, pues la Tierra ofrece posibilidades al hombre actual para que tan voluminosa población pueda gozar de una larga vida digna. ¡Asombroso el poderío del hombre de nuestro tiempo!

Tras reconocerlo y valorarlo como es debido, Chávarri se adentra en sus entrañas para diagnosticar, al mismo tiempo, sus no menos asombrosas y lacerantes carencias, pues se trata de un hombre que, habiéndose enriquecido considerablemente con muchos valores, resulta a la postre muy empobrecido por la pesada carga de contravalores que soporta, tantos que hasta podría erradicar la vida de la Tierra. Un hombre muy rico, pero muy enfermo. Su euforia desarrollista arrastra consigo, por un lado, una cantidad ingente de contravalores y convierte el consumo, por otro, en motor del conjunto de la vida humana. Hablamos de dos secuelas perniciosas que afortunadamente hacen que muchos clamen ya con urgencia por una forma de vida humana mejor.

fastuosidad festiva

Diremos, resumiendo de forma telegráfica tantos contravalores, que nuestra actual forma de vida, la del hombre productor consumidor, moldea las “experiencias” de la vida familiar, escolar y religiosa; convierte las biografías humanas en consumistas;  reduce la función judicativa de lo humano e inhumano a la posesión de bienes biosíquicos y económicos; confía al PIB y al consumo la función terapéutica de la vida;  fundamenta la cohesión de nuestras acciones en los valores biosíquicos y económicos (Europa encuentra su unidad solo en lo económico y la globalización mundial es netamente económica);  proporciona sentido al horizonte de la vida (calidad de vida solo biosíquica y económica); fija las coordenadas del “deber ser”; da validez a nuestras acciones y, sin apercibirnos de que nos encierra en una ratonera, se constituye en nuestra seguridad y refugio.

El sufrimiento del HPC

Todo sufrimiento es manifestación de algún deterioro vital. Los contravalores, que deterioran alguna de nuestras dimensiones vitales, siempre nos hacen sufrir. La extensión del deterioro vital y del sufrimiento es tan profunda y variada como lo son los contravalores causantes. Al ser humano le duelen los órganos de su cuerpo y las malas relaciones familiares; le causan fastidio las comidas insípidas y los dioses crueles, el frío y el calor, la infidelidad de los amigos, el hambre y la sed, la ignorancia y la información falsa. Le perturba la mediocridad; se aflige por las penas de los demás. En él se activan constantemente los dolores de la soledad, de la incomprensión y del vacío.

En el ámbito propio de los contravalores biosíquicos y económicos se producen muchos linchamientos personales de vida orgánica: muertos por las guerras, el hambre, las drogas, el alcohol; se ejerce una violencia generalizada sobre las personas y los seres para obtener de todos ellos un rendimiento y un lucro ilimitados.

En el ámbito de su propia combinada modalización se generan existencias deprimidas por carecer de los valores correspondientes. Existencias deprimidas son, por ejemplo, las de quienes habitan en los vertederos, padecen enfermedades, pasan hambre o son abandonados (muchos niños y ancianos), o las de quienes se ven forzados al paro y se quedan sin dinero para adquirir los demás valores (mercancías).

viaje al corazón del hombre

En el ámbito de los demás valores, al reducirlos a mercancías, erosionan su naturaleza y reducen, por ejemplo, la libertad, la responsabilidad, el deber ser, la validez y el sentido de la vida a lo meramente biosíquico y económico; producen una desestructuración valorativa de la identidad al desplazar las biografías (emigración-inmigración) a las naciones ricas e integran lo irreconciliable al hacer que coexistan abundancia de alimentos y hambre, consumismo y respeto a la naturaleza, libre mercado y países esclavos.

En busca de algo mejor

Quedémonos hoy con que nuestro “estado de bienestar”, ese logro incuestionable del devenir humano asentado exclusivamente sobre los valores biosíquicos y económicos, nos ofrece una buena pista de despegue para alcanzar nuevas humanidades, más ricas y dignas. Debemos elogiar y potenciar los grandes logros de nuestra forma de vida en lo relativo a la salud y al dinero, bienes o valores absolutamente básicos e imprescindibles, como también lo son todos los demás, para llevar una forma de vida humana digna. Pero debemos cambiar el espíritu de lucro que guía al hombre de nuestro tiempo por el espíritu de conversión para potenciar sus logros y paliar sus sufrimientos, gestando una forma de vida mejor.

clamor del tercer mundo

“El espíritu de conversión –dice Chávarri-, por el momento, vaga por los aires dando alaridos sin saber dónde posarse y, aunque no agite ni dinamice nuestra forma de vida, anida en muchos varones y mujeres, es fermento de los denominados movimientos sociales, recoge el clamor desesperado del Tercer Mundo, guía en suma a los que demandan más humanidad”.

Aunque no logremos secarlas del todo, urge disminuir el caudal de las fuentes de sufrimiento que está causando el espíritu de lucro, capaz de matar a diestro y siniestro, de achicar incluso nuestro horizonte vital y de aniquilar la esperanza que no solo nos da fuerzas para mantenernos en pie y trabajar, sino también razón suficiente sobre un destino apropiado para la envergadura del ser que somos.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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