Teología hecha por mujeres

En diversas ocasionas Francisco, el Obispo de Roma, cuando se le ha preguntado por el tema de la mujer, ha invitado a que la teología siga desarrollándose en ese campo porque reconoce la necesidad de responder a la nueva manera de situarse hoy las mujeres en la sociedad y en la Iglesia. En realidad, una teología así, se está haciendo desde hace mucho (década de los 70s) en Europa y Norteamérica y algunas décadas posteriores en América Latina. Sin embargo, la producción académica ha ido introduciéndose muy lentamente en los ambientes universitarios y el reconocimiento de las teólogas, más despacio aún.
Por eso divulgar “a tiempo y a destiempo” como dice la segunda carta a Timoteo (4,2) los logros alcanzados por la teología hecha por mujeres, no sólo es una responsabilidad sino una manera de ir transformando la mentalidad patriarcal y clerical que tanto ha invisibilizado el protagonismo de las mujeres. En este sentido es relevante reseñar el Segundo Congreso de Teólogas que aconteció en Buenos Aires, del 28 al 31 de marzo, reuniendo a casi 250 teólogas de Latinoamérica y algunas de Estados Unidos y Europa –especialmente alemanas-, bajo el título “Espacios de paz, signos de estos tiempos y relatos de mujeres”. La sede fue la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Buenos Aires y este congreso fue convocado por “Teologanda” una organización de teólogas argentinas y “Agenda” una organización alemana que hace ya varios años estableció vínculos de cooperación con la teología hecha por mujeres en América Latina.
El congreso fue muy intenso en su horario y en sus contenidos. Enmarcado por celebraciones litúrgicas tanto católicas como ecuménicas al inicio y al final del día, contó con dos paneles temáticos en cada mañana y con comunicaciones en mesas temáticas y cursos intensivos en la tarde. En los paneles se fueron desarrollando los grandes temas del Congreso, a saber: “Espacios de paz, signos de los tiempos y relatos de mujeres”, “Espacios de creación, pueblos originarios y medio ambiente”, “Espacios de vulnerabilidad y sanación”, “Espacios en movimiento, migración y prácticas de paz”. En las mesas temáticas se presentaron ponencias en los ejes de “hermenéutica bíblica, espacios de paz y diálogo interreligioso”, “Historia, tradición, Concilio Vaticano II y reforma”, “Violación de los derechos humanos, memoria y reparación”, “Migración, espacios urbanos, inseguridad y tráfico”, “Cuerpos vulnerables, violencia y paz social”, “Cambios culturales, género, vínculos y familia”, “Exclusión, vida religiosa y opción por los pobres”, “Catequesis, testimonios y lenguaje de paz”, “Ética de la paz, espiritualidad y cuidado”, “Educación, religión y prácticas de paz”.
Como se puede ver por la cantidad de temas señalados, la teología hecha por las mujeres no se limita a la realidad intraeclesial sino que reflexiona y discierne las realidades sociales, culturales y religiosas que revelan el acontecer de Dios hoy en nuestra historia y la manera como Él va señalando caminos de inclusión, de reconciliación y de compromiso para nuestro presente. Y en todos ellos, destacando la presencia de la mujer no como sujeto pasivo o destinataria de la reflexión de los varones sino como verdadera protagonista de nuevas realizaciones que, efectivamente, abren “espacios de paz” porque esta se construye no manteniendo los roles atribuidos culturalmente a los varones y mujeres en las sociedades patriarcales, en los que casi siempre los roles de las mujeres tienen carácter privado, inferior y, muchas veces, subordinados a los de los varones, sino construyendo nuevas maneras de reconocernos en condiciones de equidad, reciprocidad e igual dignidad.
De Colombia asistimos 7 teólogas y algunas estudiantes de teología. Hay más teólogas y estudiantes que no pudieron participar. Pero, lo importante, es que en todos los congresos se visibilizan los avances de la reflexión teológica y se levantan muchas preguntas y desafíos que invitan seguir adelante en esta tarea. Y, en este caso, las teólogas queremos seguir contribuyendo a configurar, desde nuestra reflexión teológica, una iglesia y una sociedad, mucho más a imagen del plan originario de Dios, en el que varón y mujer puedan mostrar que son imagen y semejanza suya (Gn 1,27) en condiciones de igualdad; y, una teología, que no pierda el sabor profético que conlleva todo esfuerzo por cambiar lo que no ha estado bien, ni tampoco pierda el compromiso efectivo y afectivo con los más pobres de nuestra época, en la que las mujeres son la inmensa mayoría.
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