Cristianismo y periferias

Publicamos aquí por su interés ecuménico el avance de la intervención del escritor Javier Otaola en el Multifestival David en Vitoria-Gasteiz este verano, dedicado al tema Cristianismo y periferias. Javier Otaola, anglicano y maestro de la masonería simbólica, ha sido Síndico-Defensor del ciudadano en Vitoria, y es letrado del Gobierno vasco. Entre sus libros destacamos “Cristianismo sin embargo”, prologado por Andrés Ortiz-Osés.
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La invitación del Papa Francisco a “ir” a las periferias existenciales plantea una cuestión esencial en el entendimiento del cristianismo, nos lleva a redefinir qué es centro y qué periferia, nos recuerda que el mensaje evangélico nace precisamente como un fenómeno de la periferia. Lo central en el cristianismo deber ser precisamente Cristo y no el Mundo, y paradójicamente el mensaje de Cristo se dirige a las periferias del Mundo.

El “Triunfo” pagano, representaba el modelo de humanidad propuesto por Roma, con su liturgia de exaltación y aclamación del vir triumphalis, un desfile militar que comenzaba en el Campo de Marte —dios de la Guerra— pasaba por Porta Triumphalis; de allí al Velabrum, Foro Boarium y Circo Máximo, desde donde se dirigía al monte Capitolino a través de la Vía Sacra del Foro Romano, haciendo el triumphator el cortejo se detenía al pie de la escalinata del templo de Júpiter Optimus Maximus. Este nombre es revelador.

La liturgia del triunfo es la glorificación de la fuerza, la astucia militar, la riqueza del botin y la conquista, el coraje y la ferocidad, la excelencia de la Victoria, la belleza y el poder.
Frente a esa cosmovisión de vir triumphalis se presenta el Sermón de la Montaña1 y las bienaventuranzas que asumen la fragilidad humana, su radical “infirmitas”, el elogio de la misericordia y de la paz, el requerimiento de la justicia, la pureza de corazón, la mansedumbre, y la confianza en Dios.

¿Quién es el centro y quien la periferia? Frente al Triunfo de lo obvio del paganismo, el triunfo paradójico del cristianismo que asume nuestros múltiples fracasos y los rescata por la fe —como confianza— y por el amor.

Periferia y centralidad geopolítica


Judea, Samaria y Galilea en tiempos de Cristo eran unos territorios periféricos del Imperio Romano, y a su vez el cristianismo surge como un grupo periférico del judaísmo, inicialmente confundido como una secta judía más.

El propio Cristo hace de los seres periféricos de la sociedad judía sus predilectos: prostitutas, publicanos, leprosos…, lo que choca con la mentalidad “retributiva” de la religiosidad farisaica que interpretaba como los amigos de Job, la enfermedad, la desgracia y la pobreza como una condición “merecida”, resultado del pecado propio o de los padres, y rendía homenaje de santidad al éxito, la prosperidad y la riqueza como señal de predilección de Yahvé.

Paradójicamente el cristianismo triunfante, abandona su condición originaria de periférico y alcanza con el Emperador Teodosio,2 el centro mismo del mundo y hace de Roma el símbolo político del centro espiritual del mundo.

Sin embargo en estos tiempos post-modernos de incertidumbre y fragmentación, vivimos en una atmósfera post-cristiana, y paradójicamente post-secular en la que irrumpen en el espacio social fenómenos religiosos nuevos que reclaman visibilidad, que colocan al cristianismo en una nueva situación de periferia. No es casualidad que el centro de gravedad de las Iglesias cristianas se haya desplazado desde Europa hacia África, Asia y América del Sur. Tampoco es casualidad que Francisco sea precisamente un Papa de la Periferia Occidental.

El cristianismo globalmente considerado, incluyendo en el mismo las diferentes denominaciones, asciende en 2010 a 2.170 millones, y según predicciones del instituto PEW3 puede alcanzar en 2050 los 2.920 millones, conformando más del 31% de la población mundial, pero la gran masa de esos cristianos no estarán radicados en Europa, de hecho el continente europeo se reducirá en 100 millones. El islam, pasará en ese tiempo de 1.600 millones (en 2010) a 2.760 millones en el 2050. Si estas predicciones son acertadas en 2050, más de 6 de cada 10 personas en la Tierra serán cristianas o musulmanas. Y por primera vez en la historia, el islam y el cristianismo —todas las denominaciones y tradiciones incluidas— tendrán aproximadamente las mismas cifras de fieles.4

Periferia y centralidad existencial.


Cuando el papa Francisco invita al mundo católico a ir a las periferias existenciales, está invitando al diálogo con aquellos que están extramuros, en los bordes, en los límites. El diálogo no ha sido un rasgo distintivo de la cultura católica convencional, que se ha construido a sí misma en torno a la idea de autoridad e infalibilidad; por su parte el protestantismo, tiene también su sombra fundamentalista, pero por necesidad y a partir del “libre examen” se ha visto obligado a un diálogo permanente, aunque expuesto a sus propias tendencias divisivas.

Ir a las periferias supone hacerse presente en lugares incómodos, y abrirse con discernimiento crítico a los nuevos escenarios que plantea la sociedad post-moderna, una sociedad hiper-dinámica, agitada, permanentemente conectada, crítica, pluralista y fragmentada, donde interactúan multiplicidad de valores y cosmovisiones que se relacionan problemáticamente.

La invitación a estar presentes en las periferias existenciales del Hombre y ser al mismo tiempo una periferia en las sociedades secularizadas de Europa, significa asumir críticamente nuestro lastre histórico como Cristiandad y renovarnos en el diálogo sin renunciar al Evangelio. No es una tarea fácil, pero en definitiva no es sino asumir el Sermón de la Montaña y hacer presente a Cristo como “sal del mundo”.

Javier Otaola (Comunión Anglicana)
Autor de Cristianismo sin embargo.
http://editorialsapereaude.com/ficha/?i=236
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