El amor y la razón (y Claves de la vida 92)
Me duele el corazón
en la cabeza (Unamuniano)
Tradicionalmente el amor y la razón son dos principios radicales pero casi opuestos de la naturaleza y la cultura, del hombre y de Dios. El amor dice más bien cohesión, la razón dice más bien coherencia; aquel tiene una connotación erótica (eros), esta tiene una denotación lógica (logos). Podemos traducir el amor como implicación de la realidad, mientras que la razón sería la explicación de lo real. También cabe atribuir al amor un componente de creatividad dinámica, y a la razón una componenda de estabilidad estática. Pues el amor dice concreción o concrescencia, frente a la razón que dice deliberación o abstracción.
Como es sabido, la gran tradición que va de Aristóteles a Tomás de Aquino y Hegel privilegia la razón, con su objetivismo y racionalismo: por su parte, la gran tradición que va de Platón y san Agustín a Heidegger privilegia el amor, con su subjetivismo y mística transracional. Podríamos también decir que Oriente se orienta más al contraluz del amor (taoísmo), mientras que Occidente
se decanta más por las luces de la razón (Ilustración). En todo caso, nos las habemos con un dualismo que separa la idea del sentimiento, la mente del corazón; de ahí la necesidad de una filosofía “senti-mental”, capaz de reunir el amor y la razón.
No se trata de irracionalismo. Una tal filosofía senti-mental reúne razón y corazón en una nueva síntesis, cuya clave es la razón-afectiva. Tanto D.Goleman como A.Damasio proyectan la razón emocional y la inteligencia sentimental respectivamente, mientras que nosotros proyectamos la razón aferente o afectiva. No se trata de liquidar la razón o inteligencia en nombre de la emoción, el sentimiento o la afección; pero sí de licuar y fecundar el reseco campo tradicional de la razón pura con la impura lluvia fertilizadora de la pasión. Pues si la pasión sin la razón resulta fanática, la razón sin la pasión resalta estéril. Necesitamos hoy más que nunca el diálogo de eros y logos, amor y razón, Dioniso y Apolo. El dios Hermes de la hermenéutica simbólica contemporánea representa bien esta síntesis, en cuanto dios de la interpretación dialógica o mediadora de los diferentes y sus diferencias y disidencias, de los diversos dispersos, no tanto en un consenso abstracto cuanto en un consentimiento concreto y relacional, basado en el común sentido coexistencial de nuestra existencia.
Entre el amor y la razón coexiste una relación de ida, vuelta y revuelta crítica, ya que reunir eros y logos en diálogo significa romper el viejo maniqueísmo o dualismo clásico. Es verdad que Grecia representa más bien la razón clásica, y el cristianismo representa más bien el amor tradicional. Pero tanto en Sócrates como en Jesús, los dos maestros de Occidente, su originalidad radica en la buena mezcla de eros y logos, de amor y razón. En efecto, la filosofía es para Sócrates el amor a la sabiduría, una erotología que conduce al saber sapiencial, mientras que en Jesús el Evangelio es una sabiduría del amor. En ambas figuras radicales se da una correlación fundamental entre el eros-amor y el logos-razón, una correlación que funda el sentido coexistencial, es decir, el sentido de nuestra existencia humana.
El amor dice aferencia, la razón dice referencia: pero no hay auténtico amor sin referencia, ni hay razón auténtica sin aferencia. Lo que pasa es que la referencia de la razón proyecta un por-qué, mientras que la aferencia del amor proyecta un por-quién. El amor es personal o personalizado, y la razón es impersonal o impersonalizada, por eso las ciencias puras o duras se basan en la razón impersonal y buscan las causas de las cosas, mientras que las ciencias impuras o blandas (humanas) se basan en las relaciones afectivas y buscan los casos personales o interpersonales de carácter psicológico y social. Diríase que las ciencias experimentales realizan experimentos de la realidad dada u objetivada; por su parte, las ciencias humanas realizan experiencias de lo real a través de sus vivencias y convivencias.
Pero intrigantemente ciencias puras o abstractas y ciencias impuras o concretas forman parte de la misma naturaleza que arriba evolutivamente hasta el hombre. Por ello el sentido de la vida no está en el amor ni en la razón, sino en el amor y la razón, en una razón afectiva y en un amor inteligente o racional, así pues en la intersección de eros y logos en diálogo, en la junción de razón y corazón. Denominamos precisamente “sentido” a la razón encarnada afectivamente, a la verdad no abstracta sino relacional, al logos hecho carne y sangre. Si la razón representa el principio necesario de la equidad, el amor representa el principio libertario de la creatividad, y ambos son opuestos complementarios en nuestra creación, a veces presentados bajo los nombres del determinismo o la necesidad y del indeterminismo o el azar respectivamente (así en J.Monod y socios). A partir de aquí postulamos la hermandad de los contrarios en una filosofía complementaria, que en nuestro contexto denominamos una filosofía senti-mental, una filosofía coimplicativa o coimplicacional que entiende el corazón como co-razón de nuestra propia razón.
En la filosofía clásica aristotélica la razón es el motor inmóvil de la realidad, su referencia absoluta o divina (Dios). Pero se trata de una visión estática del ser que debe ser encarnado en su devenir real o existencial, como por cierto hace el cristianismo nazareno u originario. En esta encarnación es el amor el que dinamiza la realidad como motor móvil, logos encarnado, logos de amor. Los griegos piensan el límite y la finitud, como recoge el amigo E.Trias en su filosofía, pero es el cristianismo quien abre el límite y la finitud hacia su infinitud. Pues mientras que la razón limita y delimita, reduce, el amor seduce, conduce y expande hacia lo ilimitado. La clave del ser está pues en su apertura existencial y coexistencial, filosófica y antropológica, teórica y práctica, racional y amorosa, política y social. Por eso el mundo tiene pendiente, expectante, el gran diálogo entre Grecia y el cristianismo, Oriente y occidente, el Norte y el sur, pero también más ampliamente entre el presente terrestre y el futuro extraterrestre. Ahora bien, antes y como condición de posibilidad y realización de semejantes encuentros, tiene que plantearse el gran diálogo entre el amor y la razón, cuya hermandad aquí preconizamos con George Bernard Shaw polémicamente:
“El hombre razonable se adapta al mundo: el hombre no razonable se obstina en intentar adaptar el mundo a sí mismo. Todo progreso depende pues del hombre no razonable."(Máximas para revolucionarios).
Siento decepcionar al populismo de los populistas, pero queremos reconvertir estas máximas para revolucionarios en máximas para evolucionarios, ya que coafirmamos a la vez la adaptación del hombre al medio y la readaptación del medio al hombre y su humanidad. Por eso no defendemos a un hombre demasiado razonable, pero tampoco irrazonable. Propugnamos una “dualéctica” de los contrarios, la coimplicación de los opuestos, la correlacionalidad y re-mediación de las diferencias de acuerdo al criterio radical del sentido interhumano, abierto a su evolución y trascendencia. Una trascendencia que comparece inmanentemente en la coimplicidad entre el amor y la razón. Diríase que la razón implica aquí la vieja igualdad (cóncava), mientras que el amor implica aquí la vieja libertad (convexa) en su mutuo hermanamiento o hermandad (fratriarcal).
(Conclusión) Hay una dialéctica patriarcal y agresiva de la superación, y hay una adialéctica o adualismo regresivo matriarcal: frente a estos extremos nosotros defendemos la “dualéctica” de la mediación e implicación fratriarcal. Por eso desear que nos acompañe la fuerza es un buen deseo pagano, aunque desear que nos acompañe la fuerza del amor es un mejor deseo pagano-cristiano. Finalmente, que nos acompañe la razón del amor es un pleno deseo humano, humanista y humanitario. Así valoramos el valor del amor en su doble aspecto de potencia y virtud.
CLAVES DE LA VIDA 92
---La actualidad perenne del viejo Evangelio de Jesús.
---Juan de la Cruz habla de la indeterminación del místico: Ignacio de Loyola habla de la santa indiferencia: Oriente habla de la in-acción: y Heidegger habla del desasimiento.
---El celibato optativo fructifica: el celibato obligatorio esteriliza.
---La persona no es lo que es, sino el que es: esencia o consistencia existencial.
---Ser español es ser un europeo hispano-americano.
---La lengua es el destino: simbólico-cultural.
---(Antifemenismo)La mujer es “algo deficiente” (aliquid deficiens), según Santo Tomás: y los homosexuales también, según el tomismo.
---Perdemos un centro que nunca tuvimos, dice Rafael Cadenas: pero que nos mantiene centrados simbólicamente.
---Me dicen que Heidegger es el diablo: pero el diablo es muy inteligente, aunque sea malo.
---Hay una inteligencia mítica de carácter intuitivo-simbólico: la cual proyecta el sentido existencial de lo real.
---A estas alturas de la película de la vida, ya sabemos como acaba: the end.
---La realidad es una locura: la cual implica que estemos locos.
---De joven escolástico no entendía y me extrañaba el existencialismo: pero ahora me entraña y lo convivo.
---La vejez recupera la niñez: el niño juega a vivir, el viejo conjuega/conjuga la vida.
---Un lindo cánido tiene la gentileza de salirme al paso en el paseo y saludarme: pro-humanamente.
---Antes morir que perder la vida.
---Los tornasoles del otoño: el sol torna y retorna a su hogar/hoguera interior.
---En la vida todo se nos va diluyendo: hasta quedar desleído.
---La Iglesia no es literalmente de Jesús, sino del Espíritu de Jesús: el cual sigue soplando tras Jesús.
---El espíritu es el símbolo vivo frente a la letra muerta.
---La erótica religiosidad de Teresa de Jesús: el eros religioso de Juan de la Cruz.
---Amistad es coimplicación: enemistad es complicación.
---Hay tiempo de amigar y tiempo de desamigar: tiempo de hacer migas y tiempo de esparcirlas para las hormigas.
---El hombre cartesiano es el animal racional: piensa que existe por el pensamiento.
---Filósofos afirman que la vida no tiene sentido, sino que lo obtiene del hombre: al final van a tener razón, ya que no sentido.
---Paradójicamente Franco no me dejaba ser como era: franco.
---De joven podemos vencernos a nosotros mismos: de viejos somos vencidos por nosotros mismos.
---España es una península constituida por ínsulas con muchas ínfulas.
en la cabeza (Unamuniano)
Tradicionalmente el amor y la razón son dos principios radicales pero casi opuestos de la naturaleza y la cultura, del hombre y de Dios. El amor dice más bien cohesión, la razón dice más bien coherencia; aquel tiene una connotación erótica (eros), esta tiene una denotación lógica (logos). Podemos traducir el amor como implicación de la realidad, mientras que la razón sería la explicación de lo real. También cabe atribuir al amor un componente de creatividad dinámica, y a la razón una componenda de estabilidad estática. Pues el amor dice concreción o concrescencia, frente a la razón que dice deliberación o abstracción.
Como es sabido, la gran tradición que va de Aristóteles a Tomás de Aquino y Hegel privilegia la razón, con su objetivismo y racionalismo: por su parte, la gran tradición que va de Platón y san Agustín a Heidegger privilegia el amor, con su subjetivismo y mística transracional. Podríamos también decir que Oriente se orienta más al contraluz del amor (taoísmo), mientras que Occidente
se decanta más por las luces de la razón (Ilustración). En todo caso, nos las habemos con un dualismo que separa la idea del sentimiento, la mente del corazón; de ahí la necesidad de una filosofía “senti-mental”, capaz de reunir el amor y la razón.
No se trata de irracionalismo. Una tal filosofía senti-mental reúne razón y corazón en una nueva síntesis, cuya clave es la razón-afectiva. Tanto D.Goleman como A.Damasio proyectan la razón emocional y la inteligencia sentimental respectivamente, mientras que nosotros proyectamos la razón aferente o afectiva. No se trata de liquidar la razón o inteligencia en nombre de la emoción, el sentimiento o la afección; pero sí de licuar y fecundar el reseco campo tradicional de la razón pura con la impura lluvia fertilizadora de la pasión. Pues si la pasión sin la razón resulta fanática, la razón sin la pasión resalta estéril. Necesitamos hoy más que nunca el diálogo de eros y logos, amor y razón, Dioniso y Apolo. El dios Hermes de la hermenéutica simbólica contemporánea representa bien esta síntesis, en cuanto dios de la interpretación dialógica o mediadora de los diferentes y sus diferencias y disidencias, de los diversos dispersos, no tanto en un consenso abstracto cuanto en un consentimiento concreto y relacional, basado en el común sentido coexistencial de nuestra existencia.
Entre el amor y la razón coexiste una relación de ida, vuelta y revuelta crítica, ya que reunir eros y logos en diálogo significa romper el viejo maniqueísmo o dualismo clásico. Es verdad que Grecia representa más bien la razón clásica, y el cristianismo representa más bien el amor tradicional. Pero tanto en Sócrates como en Jesús, los dos maestros de Occidente, su originalidad radica en la buena mezcla de eros y logos, de amor y razón. En efecto, la filosofía es para Sócrates el amor a la sabiduría, una erotología que conduce al saber sapiencial, mientras que en Jesús el Evangelio es una sabiduría del amor. En ambas figuras radicales se da una correlación fundamental entre el eros-amor y el logos-razón, una correlación que funda el sentido coexistencial, es decir, el sentido de nuestra existencia humana.
El amor dice aferencia, la razón dice referencia: pero no hay auténtico amor sin referencia, ni hay razón auténtica sin aferencia. Lo que pasa es que la referencia de la razón proyecta un por-qué, mientras que la aferencia del amor proyecta un por-quién. El amor es personal o personalizado, y la razón es impersonal o impersonalizada, por eso las ciencias puras o duras se basan en la razón impersonal y buscan las causas de las cosas, mientras que las ciencias impuras o blandas (humanas) se basan en las relaciones afectivas y buscan los casos personales o interpersonales de carácter psicológico y social. Diríase que las ciencias experimentales realizan experimentos de la realidad dada u objetivada; por su parte, las ciencias humanas realizan experiencias de lo real a través de sus vivencias y convivencias.
Pero intrigantemente ciencias puras o abstractas y ciencias impuras o concretas forman parte de la misma naturaleza que arriba evolutivamente hasta el hombre. Por ello el sentido de la vida no está en el amor ni en la razón, sino en el amor y la razón, en una razón afectiva y en un amor inteligente o racional, así pues en la intersección de eros y logos en diálogo, en la junción de razón y corazón. Denominamos precisamente “sentido” a la razón encarnada afectivamente, a la verdad no abstracta sino relacional, al logos hecho carne y sangre. Si la razón representa el principio necesario de la equidad, el amor representa el principio libertario de la creatividad, y ambos son opuestos complementarios en nuestra creación, a veces presentados bajo los nombres del determinismo o la necesidad y del indeterminismo o el azar respectivamente (así en J.Monod y socios). A partir de aquí postulamos la hermandad de los contrarios en una filosofía complementaria, que en nuestro contexto denominamos una filosofía senti-mental, una filosofía coimplicativa o coimplicacional que entiende el corazón como co-razón de nuestra propia razón.
En la filosofía clásica aristotélica la razón es el motor inmóvil de la realidad, su referencia absoluta o divina (Dios). Pero se trata de una visión estática del ser que debe ser encarnado en su devenir real o existencial, como por cierto hace el cristianismo nazareno u originario. En esta encarnación es el amor el que dinamiza la realidad como motor móvil, logos encarnado, logos de amor. Los griegos piensan el límite y la finitud, como recoge el amigo E.Trias en su filosofía, pero es el cristianismo quien abre el límite y la finitud hacia su infinitud. Pues mientras que la razón limita y delimita, reduce, el amor seduce, conduce y expande hacia lo ilimitado. La clave del ser está pues en su apertura existencial y coexistencial, filosófica y antropológica, teórica y práctica, racional y amorosa, política y social. Por eso el mundo tiene pendiente, expectante, el gran diálogo entre Grecia y el cristianismo, Oriente y occidente, el Norte y el sur, pero también más ampliamente entre el presente terrestre y el futuro extraterrestre. Ahora bien, antes y como condición de posibilidad y realización de semejantes encuentros, tiene que plantearse el gran diálogo entre el amor y la razón, cuya hermandad aquí preconizamos con George Bernard Shaw polémicamente:
“El hombre razonable se adapta al mundo: el hombre no razonable se obstina en intentar adaptar el mundo a sí mismo. Todo progreso depende pues del hombre no razonable."(Máximas para revolucionarios).
Siento decepcionar al populismo de los populistas, pero queremos reconvertir estas máximas para revolucionarios en máximas para evolucionarios, ya que coafirmamos a la vez la adaptación del hombre al medio y la readaptación del medio al hombre y su humanidad. Por eso no defendemos a un hombre demasiado razonable, pero tampoco irrazonable. Propugnamos una “dualéctica” de los contrarios, la coimplicación de los opuestos, la correlacionalidad y re-mediación de las diferencias de acuerdo al criterio radical del sentido interhumano, abierto a su evolución y trascendencia. Una trascendencia que comparece inmanentemente en la coimplicidad entre el amor y la razón. Diríase que la razón implica aquí la vieja igualdad (cóncava), mientras que el amor implica aquí la vieja libertad (convexa) en su mutuo hermanamiento o hermandad (fratriarcal).
(Conclusión) Hay una dialéctica patriarcal y agresiva de la superación, y hay una adialéctica o adualismo regresivo matriarcal: frente a estos extremos nosotros defendemos la “dualéctica” de la mediación e implicación fratriarcal. Por eso desear que nos acompañe la fuerza es un buen deseo pagano, aunque desear que nos acompañe la fuerza del amor es un mejor deseo pagano-cristiano. Finalmente, que nos acompañe la razón del amor es un pleno deseo humano, humanista y humanitario. Así valoramos el valor del amor en su doble aspecto de potencia y virtud.
CLAVES DE LA VIDA 92
---La actualidad perenne del viejo Evangelio de Jesús.
---Juan de la Cruz habla de la indeterminación del místico: Ignacio de Loyola habla de la santa indiferencia: Oriente habla de la in-acción: y Heidegger habla del desasimiento.
---El celibato optativo fructifica: el celibato obligatorio esteriliza.
---La persona no es lo que es, sino el que es: esencia o consistencia existencial.
---Ser español es ser un europeo hispano-americano.
---La lengua es el destino: simbólico-cultural.
---(Antifemenismo)La mujer es “algo deficiente” (aliquid deficiens), según Santo Tomás: y los homosexuales también, según el tomismo.
---Perdemos un centro que nunca tuvimos, dice Rafael Cadenas: pero que nos mantiene centrados simbólicamente.
---Me dicen que Heidegger es el diablo: pero el diablo es muy inteligente, aunque sea malo.
---Hay una inteligencia mítica de carácter intuitivo-simbólico: la cual proyecta el sentido existencial de lo real.
---A estas alturas de la película de la vida, ya sabemos como acaba: the end.
---La realidad es una locura: la cual implica que estemos locos.
---De joven escolástico no entendía y me extrañaba el existencialismo: pero ahora me entraña y lo convivo.
---La vejez recupera la niñez: el niño juega a vivir, el viejo conjuega/conjuga la vida.
---Un lindo cánido tiene la gentileza de salirme al paso en el paseo y saludarme: pro-humanamente.
---Antes morir que perder la vida.
---Los tornasoles del otoño: el sol torna y retorna a su hogar/hoguera interior.
---En la vida todo se nos va diluyendo: hasta quedar desleído.
---La Iglesia no es literalmente de Jesús, sino del Espíritu de Jesús: el cual sigue soplando tras Jesús.
---El espíritu es el símbolo vivo frente a la letra muerta.
---La erótica religiosidad de Teresa de Jesús: el eros religioso de Juan de la Cruz.
---Amistad es coimplicación: enemistad es complicación.
---Hay tiempo de amigar y tiempo de desamigar: tiempo de hacer migas y tiempo de esparcirlas para las hormigas.
---El hombre cartesiano es el animal racional: piensa que existe por el pensamiento.
---Filósofos afirman que la vida no tiene sentido, sino que lo obtiene del hombre: al final van a tener razón, ya que no sentido.
---Paradójicamente Franco no me dejaba ser como era: franco.
---De joven podemos vencernos a nosotros mismos: de viejos somos vencidos por nosotros mismos.
---España es una península constituida por ínsulas con muchas ínfulas.