El beso de Judas (Claves de la vida 91)

O felix culpa:

oh culpa feliz

(Pregón pascual).





Hemos defendido y defendemos la idea de una Ilustración romántica, la cual propugna una razón no meramente abstracta sino afectiva. El neurólogo A.Damásio está defendiendo una inteligencia sentimental, porque nuestra mente está cohabitada por imágenes, las cuales son el símbolo universal del pensamiento. Pero la imagen arquetípica de nuestra existencia es una imagen duplex o dúplice, cómplice: es la imagen de Adán y Eva, Caín y Abel, Jesús y Judas. Sobre todo es la imagen fascinante y tremenda del beso de Judas a Jesús, su encuentro ambivalente en Getsemaní que antecede a la pasión y muerte de Jesús.



Judas es la razón pura o purista, puritana, y Jesús es la razón encarnada del amor. Judas es el destino que condiciona la libertad de Jesús, el mal que condiciona el bien o bondad del Nazareno, la muerte que condiciona la vida y la existencia del Maestro. El beso de Judas a Jesús condensa simbólicamente la decepción del amor y su recepción, el amor desesperado y la esperanza trágica de Jesús, el amor dramático de los contrarios. El encuentro de Jesús con Judas simboliza el amor del amigo al mismísimo enemigo, y en el beso de Judas a Jesús se dan cita o concitan el amor celoso y receloso de Judas y el amor abierto de Jesús, el político zelote o nacionalista y el profeta universal, el materialismo capitalista y la cura o cuidado del alma, la burocracia funcional y el carisma salvador del Salvador.



La traición de Judas es la contrafigura de la fidelidad de Pedro, de la ternura de Juan y del amor de la Magdalena, testigo de la muerte y resurrección del Jesús histórico en el Cristo de la fe. Y, sin embargo, Jesús reconvierte el destino aciago de Judas en destinación apropiada y personal, salvadora o redentora. Judas es Mefistófeles que, queriendo hacer el mal a toda costa, acaba haciendo el bien a sus propias costas, por eso se desespera víctima de la contradicción y se ahorca. Un suicidio que tiene finalmente un claro componente autocrítico y, por ello, salvador. Jesús ha perdonado radicalmente el pecado de Judas con la gracia de su amor.





Porque Jesús ha comprendido bien el amor de Judas hacia él, un amor sin duda mundano, demasiado mundano, que lo quería proclamar rey de los judíos, rey de un reino mundano basado en el poder. Pero el reino de Jesús no se basa en el poder político-económico, sino en la potencia o virtud, que es el amor liberado y liberador. Será este amor jesusiano quien acabe liberando a Judas de su propia traición, trasfigurada simbólicamente en complicidad existencial. Por eso Jesús le acaba susurrando al oído que lo que tiene que hacer lo haga prestamente, pues el tiempo apremia ante un espacio tan amenazante.



En cuyo contexto Jesús asume el mal trasfigurándolo en bien. De esta guisa lo divino o sagrado, encarnado por Jesús, comparece como lo “numinoso”, conjunción de lo luminoso y lo ominoso, del bien y del mal redimido, de la vida y de la muerte superada/supurada. El Dios de Jesús comparece entonces como la “coincidencia de los opuestos”, como dirá Nicolás de Cusa al principio del Renacimiento, la síntesis final del sentido y del sinsentido, la reasunción escatológica de todas las cosas o seres finitos y contingentes en la infinitud del Ser esencial: de su Ser esencial.



Es así como la fratría de Jesús en el Evangelio se reconvierte en fratria del amor universal, un amor unidiversal que purifica en catarsis el amor zelote, celoso y receloso de Judas, incluyendo su propio desamor. De esta manera el elemento judaico de Judas queda implicado o asumido, incorporado, en el propio cristianismo de origen hebreo. Al final podemos hablar de un pecado o culpa feliz -o felix culpa-, ya que condiciona y posibilita la salvación o redención a modo de condición no solo de posibilidad, sino de realidad o realización. San Agustín refirió esta extraña culpa feliz a la transgresión de Adán y Eva en el Paraíso, ya que ella posibilitó su posterior redención. Pero nosotros extendemos aquí su sentido al mismísimo delito de Judas en Jerusalén, el traidor que paradójicamente nos trae o atrae la salvación a través de su sinuosa vida atormentada, enderezada por el amor del amigo nazareno, aun amado tan ambigua o ambivalentemente.


CLAVES DE LA VIDA 91






---Misericordia quiero y no sacrificios (Oseas 6): porque no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores (Mt.9).
---La religión dice recogimiento para la trascendencia (religere).
---El cristianismo aporta religación encarnatoria de la trascendencia (religare).
---El catolicismo añade relectura trascendente de la inmanencia (relegere).
---En muchos temas vitales es más caritativo el Estado civil que nuestra Iglesia.
---Unos tienen problemas: otros tienen problemas por falta de problemas.
---Disputemos por los gustos: pero no riñamos por ellos.
---España es Don Quijote en dialéctica con Sancho: el símbolo caballeresco y la realidad popular.
---El final de todo nacimiento: desnacer.
---Autocrítica radical frente a los adversarios: me gustaría no haber nacido.
---No estoy desencantado, pero sí decantado: me decanto hacia el canto del cisne.
---La vida como muerte anunciada: la muerte como vida denunciada.
---Me he propuesto no hacer ninguna cosa: para poder hacer algo no meramente cósico.
---El órgano musical como órgano de órganos: su interpretación implica manos y pies, ojos y cabeza, tacto y contacto.
---Tener amigos resulta difícil: es más fácil no tenerlos.
---Oigo una mujer disparatando en la calle: pero no ha perdido la razón, la tiene en demasía.
---Extremos: defecto de razón o exceso de razón.
---De viejo se experiencia la sensación real de ser vencido: físicamente.
---Los casados son para el invierno: los solteros son para el verano.
---Por dentro somos peces: procedentes del mar.
---Estoy en la Iglesia porque soy friolero: fuera me siento a la intemperie.
---Un epíscopo es un inspector: un obispo debe ser un respector.
---A quien madruga Dios le ayuda: si no es mendrugo.
---Mi filosofía tiene muchos bemoles: y algunos sostenidos.
---Tengo virtudes y defectos como todos: la virtud de haber nacido y el defecto de morirme.
---La misericordia de Dios es eterna: pero debería ser también temporal.
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