El papa Francisco en el corazón de la tormenta




De su Argentina natal, el papa Francisco, hace un poco más de un año, se encontró de la noche a la mañana, a la cabeza de un Estado, el Estado del Vaticano, y a la cabeza de una Iglesia, siempre prisionera de una institución eclesial aún profundamente marcada por sus pertenencias imperiales y sus doctrinas.

Los escándalos de todo tipo atravesaban la barrera del secreto para llegar a través las grandes redes de comunicación a todo el mundo. Los delitos financieros y sexuales, entre otros, escandalizaban a una opinión pública, siempre más sorprendida de ver que tales crímenes pudieran existir en una institución que se presenta como caución moral de la humanidad.

Jorge Bergoglio salió de la Capilla Sixtina con el nombre de Francisco, recordando a ese hombre a quien Jesús, en una aparición mística, le pidió reconstruir a su Iglesia. Así, haciéndose pobre con los pobres, este Francisco, de la Edad Media, recordó por su forma de vivir y de actuar, a los Príncipes de una Iglesia, hechizada por los honores y las riquezas de este mundo, que el Resucitado les esperaba, despojados de sus grandezas y riquezas, donde están los pobres y desheredados.

Al elegir el nombre de Francisco, el nuevo Papa daba el tono y el sentido de su misión tanto como jefe de Estado que como pastor universal de la Iglesia.

Emprendió esta tarea con fe, humildad y un gran desprendimiento de todo lo que representa el poder, los honores y el prestigio. Jesús de Nazaret, el Resucitado, es la base de su ser y los Evangelios son la fuente de su enseñanza. Asume sin artificio, su condición de pecador que hace de él un ser frágil y, a la vez, un ser profundamente humano. Su testimonio de vida da a su palabra la credibilidad de un pastor al servicio de los Evangelios y de los humildes de la tierra.

En una entrevista que dio a un colega jesuita, él mismo se describió como alguien astuto, que sabe maniobrar, pero también como alguien ingenuo y, más que todo, pecador. Es probable que cada una de estas características haya sido al origen de la selección de sus colaboradores más cercanos, pues al mirar el perfil de algunos de ellos no se ve mucho como ellos cuadran con el gran objetivo de la reconstrucción de la Iglesia.

De hecho, a primera vista, reconocemos que el perfil de las personas escogidas no esta a la altura de las grandes transformaciones que necesita la Iglesia para volver a ser Iglesia de todos los cristianos y cristianas. Un gran número de aquellos que han sido llamados para aconsejar al papa tanto para la reforma de la Curia Romana que para las transformaciones del Instituto de las obras pontificales (Banco del Vaticano) provienen sea del Opus Dei o de otros organismos de orientaciones similares. De afuera, uno puede pensar que el papa piensa reconstruir la Iglesia de Cristo con los mismos que mantuvieron a la Iglesia como fue y es ahora. Hacer con lo viejo algo de nuevo.

Es claro que por el momento no hay verdaderas caras nuevas que emergen a nivel de la Curia Romana. No se notan figuras proféticas que marquen por sus vidas y compromisos la vía a seguir para que renazca esta Iglesia sostenida por el Espíritu de Jesús y los Evangelios. La gran mayoría de estos nombramientos inspiran mas la continuidad que la transformación. Nos quedamos todavía lejos del camino de la verdadera conversión.

Me permito señalar, entre otros personajes, al Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga de Honduras, nombrado coordinador del G-8, este panel de ocho cardenales para asesorar al Papa en la reforma de la Curia Romana. Él es el cardenal que apoyó el golpe de Estado en Honduras, en 2009, echando del poder, con la fuerza de las armas, al Presidente legítimamente electo, Manuel Zelaya. Él es un amigo cercano del Opus Dei y de Washington que mantiene todavía políticas intervencionistas en América Latina. Un nombramiento que esta lejos de dar una esperanza al Continente de América Latina donde la mayoría de la población es católica y del cual emergen pueblos y gobiernos cada vez más independientes, económicamente y políticamente.

Algo parecido ocurre con el nombramiento de Pietro Parolin como Secretario del Estado del Vaticano. Ha sido Nuncio Apostólico en Venezuela de 2008 a 2013. Cercano al Opus Dei, Parolin no es por naturaleza uno que puede abrir una brecha importante en las intervenciones de las cúpulas episcopales y del Estado del Vaticano en América Latina y en el mundo. Conocemos particularmente el intervencionismo de la cúpula episcopal venezolana contra la Revolución Bolivariana y el papel desempeñado por ella en los intentos de golpes de Estado contra Chávez y ahora contra Maduro.

Sin dar una vuelta a todos los nombramientos, me permito añadir la confirmación del Cardenal Marc Ouellet, nombrado por su predecesor a la cabeza de la Secretaría de Estado para los obispos. Sabemos que la selección de los obispos es fundamental para garantizar la continuidad de las orientaciones ideológicas y doctrinales de la institución eclesial o cambiarlas. Ya sabemos que la mayoría de los obispos en servicio fueron escogidos bajo el reinado de Papa Juan Paul II y Benedicto XVI. Ellos, en general, responden al formato de una Iglesia conforme con las visiones de estos dos papas que han hecho la guerra a los teólogos de la Liberación y que han cubierto con su silencio, los escándalos que roían a la Iglesia por dentro.

El hecho de mantener al cardenal Marc Ouellet a la cabeza de la Secretaría de Estado para la selección y el nombramiento de los obispos, indica que el papa Francisco acepta implícitamente que estos nombramientos se realicen dentro de un mismo formato. A pesar del hecho de dar unas consignas para que los futuros obispos sean con olor de oveja, la tendencia ya tomada va seguir igual. No se hace algo nuevo con lo viejo.

El Papa se encuentra prácticamente solo en su entorno inmediato para promover y reflejar a una Iglesia abierta hacia las periferias, concientizando a todos los cristianos y cristianas que “somos Iglesia”. Esta Iglesia no se resumen a una institución, tampoco a una jerarquía, sino a una comunidad de bautizados comprometidos y viviendo de la fe y del Espíritu de Jesús.

Así, por un lado tenemos el compromiso personal del papa Francisco, los gestos que hace, las palabras que predica, los millones de personas que se reconocen en él. Por otro lado están los que siguen igual en sus compromisos tradicionales dentro la institucionalidad de una Iglesia jerárquica, preocupada ante todo de doctrina y de derecho canónico. Los colaboradores que son los obispos y cardenales dejan al Papa Francisco con sus homilías en Santa Marta y su forma de vida personal sin poner la mano en el timón de los profundos cambios que él reclama. No es sorprendente que se encuentre sólo dentro de la Institución y, a veces, que sea el blanco de críticas acerbas.

Si el papa Francisco puede ser al mismo tiempo astuto e ingenuo, hay que reconocer que la frontera entre ambos es muy cercana. A lo mejor lo que pensamos ingenuo puede ser astuto o al revés, el astuto puede ser ingenuo. En un porvenir cercano sabremos de lo que se trata realmente.

He aquí unas preguntas en cuanto al apoyo que recibe el papa Francisco de los obispos y cardenales.


¿Qué importancia los obispos y cardenales han dado a su Exhortación apostólica Evangelii Gaudium? Que hicieron los obispos de América latina, de Estados Unidos, de Canadá, de Europa para dar a conocer el contenido de esta exhortación apostólica? ¿Cuántos han difundido en su diócesis las enseñanzas de esta exhortación apostólica?

¿Cuántos de estos mismos obispos y cardenales se activaron para movilizar a sus comunidades cristianas en favor de la paz, cuando el Papa hizo un solemne llamado de oración para la paz en Siria? Me acuerdo que en mi diócesis tuve que movilizarme para saber a donde se realizaba este encuentro. En la misa previa a la oración por la paz, el cura no menciono una sola vez que había que rezar con el papa por la paz. Tampoco en las intenciones de rezo se menciono una sola para el pueblo sirio. Yo pedí leer lo que el papa había dicho esa misma noche en el Vaticano. Me contestaron que eso no había sido previsto en el programa.

¿Qué importancia que estos obispos dieron al cuestionamientodel Papa sobre la familia? ¿Qué esfuerzo hicieron para difundir lo más ampliamente posible ese cuestionamiento y que medios tomaron para que sea respetada la integralidad de las respuestas dadas por los cristianos? En ciertas diócesis, la versión final de la consulta quedaba entre las manos del episcopado sin que los fieles tengan ejemplaros del mismo.

Todo eso indica que si algunas diócesis se hacen el deber de responder a las peticiones del Papa y a sus exhortaciones, otras siguen duras de oídos. Se limitan a algunos cambios cosméticos en las actitudes y comportamientos, pero nada de radical o de profundo. Siguen comportándose como si la Institución a la cual responden sus funciones fuera por en si misma esta Iglesia que sabe y decide de todo. No quieren entender, como lo ha afirmado repetidamente el papa Francisco, que la Iglesia es la de todos y de todas. Somos Iglesia. Sus pastores son los que llevan olor de oveja, despojados de todo ceremonial, vueltos hacia los pobres para servir y acompañar humildemente a hombres y mujeres de nuestro tiempo.


Si el papa Francisco no recibe todo el apoyo deseado de los obispos y cardenales, sin embargo lo tiene ampliamente de parte de los católicos y de muchos otros. La llama que lleva en él va más allá de los muros institucionales y doctrinales y alcanza a cientos de millones de personas en todo el mundo. Son aquellos que levantan sus voces para proclamar que “Somos Iglesia” y a los cuales se asocia el papa Francisco.

Como en una vasija de barro, el papa Francisco lleva la llama capaz de encender desde su interior a la humanidad entera. Ella es conciencia, la que da vida a una nueva humanidad. Creo en este hombre que vive y dice lo que es verdadero.

Es tiempo para que los obispos den la palabra a todos los creyentes y que haya plataformas de discusión, libres de todo control institucional. En este momento la estructura jerárquica con sus principales actores conserva el control total sobre los foros que pueden existir.

Ya llego la hora en que todos los personajes de la jerarquía realicen que no tienen el monopolio de la Iglesia en que el Espíritu distribuye sus dones como bueno lo entiende sin pedir el permiso a nadie. El “Somos Iglesia" debe imponerse y convertirse en la exclamación de alegría de todas las personas de buena voluntad.

Yo integro a este articulo unas intervenciones significativas del papa Francisco que dan la dirección por la cual anda la Iglesia que quiere Jesús.


http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2014/06/16/francisco-jesus-no-quiere-principes-quiere-servidores-religion-iglesia-entrevista-papa.shtml

http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2014/06/14/el-papa-quiere-que-la-iglesia-sea-una-madre-para-todos-los-pueblos-iglesia-religion-dios-jesus-francisco-vaticano.shtml

http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2014/06/10/dios-puede-mas-en-el-mundo-que-al-interior-de-la-iglesia-religion-dios-jesus-papa.shtml

http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2014/06/08/los-cristianos-somos-libres-y-la-iglesia-nos-quiere-libres-religion-iglesia-francisco-pentecostes-compromiso-sorpresa.shtml

http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2014/06/05/jesus-jamas-quiso-que-su-iglesia-fuera-tan-rigida-religion-iglesia-santa-marta-francisco-vaticano.shtml

Oscar Fortin
26 de junio de 2014
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