¿Conocen la historia de las dos estatuas de la catedral?



Hay en las jambas de la Catedral de Chartres lo que se llaman “estatuas-columna”. Dos de ellas representan un rey y una reina o bien un santo y una santa. Están juntas y sobresalen de las demás por estar en la parte exterior del pórtico. “Toda la vida” han estado juntas, sonriendo, impertérritas ante las inclemencias del tiempo y los avatares históricos.

Una mañana un ángel revolotea ante ellas y les dice:

Habéis sido estatuas ejemplares. Habéis mostrado durante toda vuestra existencia una apariencia amable y gozosa; habéis sido modelo de la gracia de Dios que inunda vuestros corazones. Habéis dado testimonio de vuestra fe. No habéis abandonado vuestro puesto a pesar del frío, la humedad, los vientos, las guerras, las revoluciones... Por todo ello voy a concederos lo único que os falta, la Vida. Mas no soy dueño de ella, que lo es nuestro Padre Dios, por lo que sólo os la puedo otorgar durante un tiempo limitado: tenéis treinta minutos para hacer todo lo que queráis.


El ángel sopla sobre ellas y las dos estatuas suave, lenta y parsimoniosamente cobran vida.

Se desperezan, se vuelven pausadamente mirándose con infinita ternura. Sonríen, bajan de su pedestal y, ya en el suelo, corren apresuradamente hacia los arbustos del parque cercano.

Al cuarto de hora, las dos estatuas salen de entre la fronda con las caras llenas de satisfacción, sintiéndose satisfechas de haber cumplido uno de sus más vetustos y centenarios deseos. Extrañado por la premura en querer situarse de nuevo en el pedestal, el ángel les dice:

Todavía os quedan quince minutos, ¿no queréis continuar?


La estatua masculina mira con prolongada devoción a la mujer y le dice:

¿Quieres volver a hacerlo?...
Claro que sí, --dice la estatua femenina con infinita satisfacción-- Pero esta vez agarras tú la paloma y soy yo la que caga encima de ella.
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