DEL “DIOS SOL” A...

Incluso las mentes más irresolutamente contrarias a la creencia sienten un algo especial cuando ven aparecer el sol, de madrugada, asomando su cabeza de brasas por el horizonte.
Nadie se sustrae al poder magnético del momento en que del fondo del mar surge rutilante la enorme esfera, precedida por el arrebol de nubes contrastando con el todavía somnoliento azul oscuro de las aguas.
Puede ser una visión estética, siempre fuente de "poiesis". En otros tiempos necesariamente originaba una henchida admiración a su benefactor influjo, que derivaba en deificación: la vida dependía absolutamente del sol, por lo que el renacer del mismo, la lenta declinación de sus rayos al pasar de los días, el esplendor de su vitalidad al vaivén de las estaciones, el resurgir de la vida primaveral cuando por su influjo renovador retoñaba la vida..., de todo ello resultaba una celebración continua, cosificada en ritos de todos conocidos. Él era el dios.
Del "hecho" pasamos al "mito". Aún recopilando descripciones, pinturas, referencias, alusiones, relatos míticos, festividades, etc. que hacen relación a este nacer del sol ¿podemos afirmar que el Sol es el dios que nos gobierna?
Si es cuestión de "palabras" nada hay que decir. Pero, como mucho, admitimos que sea una metáfora de la divinidad.
Si esto es ahora así, ¿qué ha cambiado desde la noche de los tiempos a la actualidad?
Sencillamente lo que preconizamos para el variopinto surtido de razones que sustentan la creencia: conocimiento, razón, reflexión, ciencia.
Y lo dicho del sol, ha de aplicarse a la sarta de "verdades" a creer: "Creo en Dios Padre todopoderoso..."