ὅτι ἡ ὀιστὸς φερομένη ἕστηκεν // La flecha en movimiento está parada (Zenón)
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Aristóteles discute en su Física cuatro argumentos, contra el movimiento: el del estadio o dicotomía, el de Aquiles y la tortuga, el de la flecha disparada y el de las filas o masas (ógkoi) en movimiento en el estadio.
Kirk y Raven (cfr. Los filósofos presocráticos) señalan que las teorías sobre el movimiento dependen de la naturaleza del espacio y del tiempo y que en la antigüedad existieron dos versiones diferentes sobre ellos:
a) espacio y tiempo son infinitamente divisibles, por lo que el movimiento es continuo y uniforme;
b) se componen de mínimos indivisibles (“átoma megéthe”) y el movimiento sería “cinematográfico”, una sucesión de saltos diminutos.
Los dos primeros argumentos de Zenón, se basarían en la primera versión y los otros dos en la segunda. Pero todos parecen dirigidos contra los pitagóricos, por confundir las unidades de extensión espacial e indivisibles con los puntos de la geometría.
En el argumento de la dicotomía (de díkha y témno= división de una entidad en dos partes) se niega que un cuerpo en movimiento pueda llegar a su meta: antes debe recorrer la mitad del trayecto y antes la mitad de la mitad y así ad infinitum. Por tanto sería imposible recorrer la distancia que separa el punto de partida A del punto de llegada B (se puede analizar desde la segunda mitad o de la primera).
Esta distancia se descompone en infinitos intervalos sucesivos, de modo que el corredor nunca alcanzará la meta, pues es imposible recorrer un número infinito de intervalos en un tiempo finito. Presupone una contradicción entre un espacio infinitamente divisible y un tiempo finito subdividido en un número finito de intervalos.
El movimiento, negado por Parménides, es pues racionalmente imposible. La refutación de Aristóteles se basa en diferenciar entre un infinito en potencia (dýnamis) y en acto (entelécheia). ¿Es posible recorrer partes infinitas en el espacio y en el tiempo? “Si los infinitos están en acto no es posible; si están potencia es posible”.
La segunda aporía es la famosa de Aquiles y la tortuga. Según ella, el corredor más lento (bradýtaton), si parte con ventaja, nunca será alcanzado por el más rápido, Aquiles, al que Homero llama “el de pies ligeros”. La base es la misma que el argumento de la dicotomía, una teoría del espacio infinitamente divisible. Si la línea consta de un número infinito de puntos, Aquiles nunca la alcanzará, pues tendrá que recorrer una distancia infinita. Tendría que recorrer infinitos intervalos y nunca la alcanzaría, pues una serie infinita no se acaba nunca.
Refuta, pues, el movimiento continuo. Afirmar que de hecho Aquiles gana (“el movimiento se demuestra andando”, decía Antístenes) no refuta la aporía, pues tal hecho es fenoménico y no real. La evidencia de los sentidos, contradice la evidencia de la razón: según los sentidos, Aquiles alcanza a la tortuga, según la razón no.
Las otras dos aporías se dirigen contra el movimiento entendido como “cinematográfico”. Así la tercera aporía, de la flecha disparada: “La flecha que se desplaza está inmóvil, porque en cada instante está en un lugar determinado y, por tanto, en reposo. Según la teoría pitagórica, la flecha ocuparía en cada instante una posición en el espacio y por ello estará inmóvil.
La clave de la demostración es: “el móvil siempre ocupa en un instante un espacio igual a sí mismo”. Zenón niega el movimiento diciendo: “lo que se mueve ni se mueve en el lugar en que está ni en el que no está”.
La refutación del paralogismo según Aristóteles se basa en concebir el tiempo como “instantes presentes indivisibles”. En la dicotomía, espacio y tiempo son infinitamente divisibles. Pero el presente es la única realidad del tiempo. Pasado y futuro son subjetivos, pues solo existen en la conciencia. Lo que demuestra Zenón es que la sensibilidad capta el movimiento continuo solo a través de elementos estáticos, (como imágenes fijas en el cinematógrafo), lo que la razón no explica.
La cuarta aporía contra el movimiento es el de la filas o masas en movimiento en el estadio, que se mueven en sentidos opuestos (Aristóteles, Física, VI, 9), concluyendo que “la mitad del tiempo es igual al doble”. Este argumento se basa en la suposición de que el espacio y el tiempo se componen de mínimos indivisibles.
En un estadio se suponen tres serie de masas (ógkoi) iguales: la primera está parada (AAAA), la segunda (BBBB) y tercera (CCCC) se mueven en direcciones opuestas, desde el final del estadio la segunda y desde el medio la tercera, con igual velocidad. Es posible que Aristóteles lo haya malinterpretado. También aquí el argumento critica a los pitagóricos por haber confundido las unidades indivisibles de la aritmética con los puntos en las magnitudes geométricas.
Para G. Colli, este argumento del estadio, cuya confusión fue constante en la antigüedad, “es de una debilidad desconcertante: puramente sofístico” y “de una banalidad que deja perplejo”, tal vez porque ignoramos la versión original de Zenón.