Los Evangelios reelaboran la vida de Jesús.

Dejemos a un lado aquellos mensajes éticos de los Evangelios que cualquier persona de bien puede admitir como propios. Para saber quién fue Jesús, también hay que fijarse en aquellos fragmentos de los escritos sagrados que nos dan una versión de los eventos que llenan la vida del predicador galileo y en aquellos otros que reflejan su pensamiento mágico.

Siempre se ha dicho que los Evangelios son escritos sapienciales, morales, didácticos, y que no pretenden relatar fidedignamente sucesos realmente ocurridos. Y sin embargo los Evangelios pretenden “hacer” historia, relatando hechos y milagros de Jesús. Pura contradicción. Es más, en nuestro tiempo se sigue afirmando la historicidad real de Jesús, que, por otra parte, nadie duda que pudiera existir, como pudieron existir Héctor y Patroclo.

También se sabe que los Evangelios responden a una línea editorial en vigor en ese tiempo y en esos escenarios geográficos: realzar la persona del biografiado por medio de relatos extraordinarios.

Reelaborar el pasado de un prohombre, era algo normal y contaba con muchos precedentes. Y cuanto más tiempo había transcurrido desde su partida de este mundo, mayor era la reelaboración. Las virtudes que adornaban a tal personaje se ensalzaban y aumentaban hasta hacerlo hijo de los dioses; se arbitraban genealogías que, en el último estadio, llegaban hasta hacerlo hijo del Olimpo; se recogían textos del pasado –en el caso de Jesús, del Antiguo Testamento—aunque fueran versículos minúsculos sacados del contexto que lo hacían legatario de tal pasado; las tradiciones orales se convertían en leyendas fantasiosas; se confeccionaban historias sobre su nacimiento prodigioso: todos los héroes del pasado nacían de madre virgen fecundada por los dioses; en el momento de nacer ocurrían prodigios, maravillas y portentos que hacían patente ante el mundo la aparición de alguien que vendría a curar sus males. Y seguían luego los milagros.

Por no alejarnos del entorno territorial y cultural que le tocó en suerte a Jesús, léase la historia de Ciro el Grande relatada por Herodoto. O lo que cuenta Plutarco de Alejandro Magno. O alguien más cercano, por similar, a Jesús, Apolodoro de Tiana, filósofo, predicador y taumaturgo, como así lo cuenta Filóstrato.

En Jesús, las reelaboraciones de su vida toman modelo, como decimos, del Antiguo Testamento. Hasta el mismo relato de su pasión y muerte cobra sentido trayendo a colación salmos y profecías. Es la actualización transfigurada de relatos que la mayor parte son también leyendas.

Y eso desde su nacimiento: Mateo habla del intento de Herodes de acabar con Jesús, llegando al absurdo de inventar una matanza de niños que nunca pudo llevarse a cabo. Normal: ¿no quiso el Faraón acabar con Moisés niño y con todos los hijos de los israelitas?

Y no contento con eso, el mismo Mateo habla de un sueño que algún ángel provocó en la sesera del PP (pater putativus) José, advirtiéndole del peligro que corría su hijo putativo [no deduzcan malsonancias: puto, putas, putare es el enunciado del verbo latino que significa “creer, pensar, valorar, estimar”]. Consecuentemente, José puso los bártulos en la borriquilla, cruzó media Galilea, descendió por la llanura de Sharon, cruzó la franja de Gaza, se internó por el Sinaí siguiendo la autopista de la costa y buscó trabajo en Egipto, posiblemente en Port Said. Total, casi 600 km. de nada, un mes más o menos con un niño recién parido. ¿A qué suena esto?  Pues al otro José del Génesis que también recibió revelaciones divinas e hizo un viaje de oasis en oasis hasta no se sabe dónde, porque los faraones no moraban en las marismas del Nilo. No iba a ser menos Jesús. ¿Y cómo no acudir a Egipto en vez de refugiarse en Damasco que estaba más cerca, si los antepasados, con sus tradiciones a cuestas, procedían de allí?

Eso sí, dado que el 75 % de los evangelistas coinciden en lo mismo, debe ser verdad lo que dicen:  Jesús tiene como padres a José y María, lo cual es cierto y seguro; Jesús nació de manera sobrenatural, dado que el verdadero padre de Jesús fue el Espíritu Santo; su nacimiento lo conoció todo el mundo porque Dios Padre encargó a una miríada de ángeles que lo pregonaran por el mundo; y nació en la era 38, o lo que es lo mismo, 6 años antes de Cristo.

Es todo tan maravillosamente histórico, real, cierto, incontestable, verídico... Pues nada, a celebrar la Navidad sin poder celebrarla por culpa del cuerpo de técnicos sanitarios que asesoran a este maravilloso gobierno, tan verídicos y reales como los ángeles del Portal.

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