Fundamentalismo, integrismo, fanatismo.

La civilización, cuando es fuerte, mata cualquier fanatismo. Cuando es condescendiente o quiere, por las buenas, someter al fanatismo, es engullida por éste.
Eso fue el cristianismo en sus inicios. Todos los “grandes” santos cristianos fueron grandes fanáticos que enardecieron a las masas más con arengas que con doctrina.
Situándonos en el contexto histórico en que se desarrollaba el cristianismo, se pueden entender algunas cosas. No podemos hacerlo directamente, porque es muy fácil caer en el anacronismo, pero sí se pueden reproducir las palabras de algún contemporáneo. Es el caso de Celso en su obra “Discurso verdadero”. Que esta obra haya sobrevivido, si no completa sí en partes, se debe a las recensiones de escritores cristianos que reproducían párrafos de ella precisamente para desmontar sus críticas y argumentos.
Estas son algunas de las acusaciones que encontramos en “Discurso Verdadero” de Celso.
1. Los cristianos son personas subversivas. Por lo que sabemos, Roma era muy tolerante con todas las creencias, incluso con la cristiana (recordemos la carta de Trajano a Plinio el Joven sobre cómo actuar con los cristianos). Lo que no podía tolerar Roma es que una de ellas quisiera erradicar a las demás por falsas y perniciosas. Había una religión mayoritaria, heredera de la griega, que unía a las gentes y que aglutinaba el Imperio. La nueva, la cristiana, lo dejaría sin su esencia espiritual..
2. Cuando los emperadores comenzaron a recibir honores divinos, los cristianos se negaron. No podemos pensar que los romanos creyeran que eran dioses, más bien que el recuerdo de los emperadores debía ser venerado, de alguna manera más especial que lo hacían con los antepasado. Es sintomático que tal culto “pagano”, tras la oficialización del cristianismo, pasó a darse a papas, obispos, mártires… Era lo mismo. Y en nuestros días, ¿qué es el culto, por ejemplo, al beatificado Juan Pablo II? No otra cosa era el de los emperadores. Los cristianos, sin embargo, repudiaban ese pasado simbolizado en su figura. Iban contra el Estado.
3. Otra acusación, por parte de las personas cultas, es la banalidad de las reuniones clandestinas de cristianos. Para ellos, más o menos, eran reuniones espiritistas, como muchos algo así como seminarios de filosofía.
4. La mayor acusación contra los cristianos se refiere a su fanatismo. Frente al relativismo que imperaba en la sociedad romana, los cristianos propagaban el culto a un único dios, aunque en realidad había más, que sonaban extraños al pueblo. Ese fanatismo por defender a su hombre dios era algo que no encontraba eco en la sociedad romana.
5. La plebe temía a los cristianos porque pensaban, visto el modo como se manifestaban entre el pueblo, que estaban poseídos por espíritus.
6. Los romanos eran sumamente supersticiosos y para emprender algo, hacer un viaje, etc. consultaban a los augures y adivinos. La idea de que los cristianos lanzaban contra los adoradores de dioses encantamientos y maleficios les resultaba insoportable, temible.
7. Y si de sociología se trata, entre los romanos las prácticas rituales judías –las gentes no distinguían entre judíos y cristianos— eran una forma de introducir costumbres orientales bárbaras que no casaban bien con el espíritu racionalista romano.
8. Tampoco los ciudadanos romanos, libres por tanto, no veían con buenos ojos las reuniones de esclavos de distintas haciendas. Algo peligroso por el precedente de rebeliones de esclavos.
9. Por otra parte, trataban de convencer al pueblo que un hombre – Dios, Jesús, hacía milagros y había resucitado, algo que nadie creía.
Había otras acusaciones extrañas e inaceptables para cualquier inteligencia, pero ¿cómo no ver en ellas lo que hoy la Iglesia achaca a las sectas? ¿Y cómo no comparar el fanatismo que surge de ciertos sectores del Islam con lo que sabemos de los primeros tiempos de la Iglesia?
Nihil novum sub sole y la historia se repite con más frecuencia de lo que creemos.