EL HUMANISMO PROMETEICO DE K. MARX / 11
El dinero es el bien supremo, luego su poseedor es bueno (K. Marx)=============================================================
La cuarta forma de la alienación del trabajo se muestra en la relación con los demás seres humanos. Como consecuencia de los aspectos anteriores, también las relaciones humanas resultan enajenadas.
Las relaciones mercantiles y competitivas entre los individuos y entre las clases sociales, convierten a cada individuo en un ser ajeno, extraño y enemigo de los demás humanos.
Ello se manifiesta de forma inmediata y directa en las relaciones antagónicas entre las dos clases sociales, capitalistas y obreros, que se enfrentan como propietarios y no propietarios, explotadores y explotados:
“El ser extraño al que pertenece el trabajo y el producto del trabajo, a cuyo servicio está aquel y para cuyo placer sirve éste, solo puede ser el hombre mismo. Si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, si es frente a él un poder extraño, esto solo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador. Si su actividad es para él dolor, ha de ser goce y alegría vital de otro. Ni los dioses ni la naturaleza, sino el hombre mismo, puede ser este poder extraño sobre los hombres” (Ibidem).
Tanto el capitalista como el proletario sufren la autoenajenación humana, aunque de forma antitética, pero es el proletariado el que está llamado a superar ese estado de cosas, lo que recuerda la hegeliana dialéctica del amo y el esclavo, así como la figura simbólica de Prometeo, que se emancipa mediante su trabajo y esfuerzo.
“La clase poseedora y la clase del proletariado representan la misma autoenajenación humana. Pero la primera clase se siente bien y se afirma y confirma en esta autoenajenación, sabe que la enajenación es su propio poder y posee en él la apariencia de una existencia humana. La segunda, en cambio, se siente destruida en la enajenación, ven en ella su impotencia y la realidad de una existencia inhumana” (La sagrada familia).
Aunque Marx concentra su análisis crítico de la alienación en el proceso de trabajo, con los cuatro aspectos señalados, en los Manuscritos de París se refiere también a otras formas de alienación, como la división del trabajo, el dominio del intercambio, el dinero o la propiedad privada. Por ejemplo, en la sociedad capitalista, afirma:
“La división del trabajo es la expresión económica del carácter social del trabajo dentro de la enajenación… La división del trabajo (Trennung der Arbeit) no es otra cosa que el establecimiento extrañado, enajenado, de la actividad humana como actividad genérica real o como actividad del hombre en cuanto ser genérico” (Manuscritos de Economía y Filosofía).
En cuanto al dinero, Marx lo considera el elemento alienante y deshumanizador por excelencia, que corrompe la vida de todas las relaciones auténticamente humanas. El dinero establece el dominio del objeto sobre la persona y ésta viene valorada por lo que puede comprar o vender.
El valor del individuo viene dado por el valor del dinero poseído. Su poder omnímodo se manifiesta en la omnipotencia de comprarlo todo:
“El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia” (Ibidem).
Inspirándose en la crítica hecha por Shakespeare en su obra El timón de Atenas al dinero, éste viene calificado como la divinidad visible que produce la inversión universal de todos los valores, como la prostituta común de todo el género humano, alcahuete universal de los hombres y de los pueblos:
“la fuerza divina del dinero radica en su esencia en tanto que esencia genérica extrañada alienante y autoalienante del hombre. Es el poder enajenado de la humanidad. (Ibidem).
Ya en escritos anteriores, el joven Marx había hecho una crítica del dinero como forma de alienación, por su capacidad de transmutar los valores humanos: “el dinero es la esencia del trabajo y de la existencia del hombre enajenada de éste y esta esencia extraña le domina y es adorada por él” (Para la cuestión judía). Una vez más, aparece la inversión de sujeto y predicado y el humanismo axiológico de Marx.
En cuanto a la propiedad privada, en ella se revela la contradicción del sistema capitalista, pues convierte el trabajo en esencia subjetiva de toda propiedad y deja sin ella al mismo trabajador, que es dueño solo de su fuerza de trabajo (Arbeitskraft).
Los marxólogos discuten si en los Manuscritos de París la propiedad privada es causa o es efecto de la alienación del trabajo, puesto que parece que Marx no lo deja claro.
Dicho de otro modo, se discute el importante problema de si la alienación es un fenómeno histórico y por tanto superable o más bien tiene un carácter ontológico ligado al trabajo humano en cuanto tal y, por ende, algo inseparable de la existencia humana.