MARÍA JOSÉ BERZOSA MARTÍNEZ o Sor Verónica (1/3)
Por puros motivos geográficos, tengo una “cierta” relación --de conocimiento no más, que no personal--, con María José Berzosa Martínez, más conocida por Sor Verónica, hermana del obispo Raúl, nacida en Aranda de Duero donde, por motivos laborales, su padre, ¿guardia civil?, había sido destinado. Su madre todavía pasa temporadas en un pueblo de Palencia colindante con la provincia de Burgos, Palenzuela, donde ella correteaba de niña. Puedo ver desde aquí el monte a cuya ladera se acuesta Palenzuela.
Lerma es el centro geográfico de los lugares juveniles de María José, equidistante 40 kms de Burgos, Aranda y Palenzuela. Ciudad Ducal se la llama que los apegados a los asuntos sacros hoy bien conocen gracias al “milagro” obrado por Sor Verónica, ex maestra de novicias y ex abadesa del monasterio de Lerma. ¡Cuántas veces, bajando de la Pza. Mayor donde está el soberbio edificio del Palacio del Duque de Lerma, hoy Parador Nacional, hemos "parado" a comprar y degustar las exquisitas pastas que las clarisas fabrican! Pero antes de que ella encerrara allí sus ansias de santidad ya hollábamos otros sus calles empinadas y sufríamos los interminables atascos de la primitiva N-I, amén de ser parada obligada o centro regional de compras varias y mercados de los miércoles.
Verónica es hoy un fenómeno eclesial por cuyo medio, según el entender de los piadosos, el Espíritu Santo atrae con su luz y su gracia a numerosas vocaciones religiosas.
El convento de “las clarisas” de Lerma fue el lugar donde ingresó María José a los 18 años, a los pocos meses de haber iniciado la carrera de medicina. El 27 de agosto pasado cumplió los 46 años. Hoy Verónica no tiene edad. Sigue siendo una joven emprendedora, cautivadora e impetuosa. Con su casi centenar y medio de jóvenes que siguen su estela, Verónica ha emprendido la aventura de fundar una nueva Congregación, a caballo entre dos sedes, La Aguilera y Lerma.
Una vez he estado en el convento de La Aguilera, charlando con el superior franciscano y escuchando una conferencia sobre la reforma franciscana pronunciada por el obispo de Jaca, también franciscano, Jesús Sanz. Un paraíso de paz y tranquilidad. Reposan allí los restos de San Pedro Regalado, reformador de la Orden y fundador del monasterio de La Aguilera. Cinco millones de euros ha costado su rehabilitación, no todos pagados por las hermanas clarisas.
El fenómeno Verónica ha sido, desde que saltó a la fama, algo que he seguido con interés. He procurado conocer a la persona –no sólo a través de la prensa escrita o digital, también charlando con aquellos que la conocen--; he estado al corriente de su imparable ascenso en vocaciones (precisamente una alumna mía madrileña, con cuyos padres hablo de vez en cuando, es hoy religiosa de la congregación por ella creada, Jesu Communio)...

La proximidad a veces ciega, pero siempre confiere elementos de juicio más cercanos al hecho en cuestión. Siempre he considerado en “Sor Verónica” un fenómeno de caudillismo. Una personalidad exuberante, desbordante, con una vivencia típica de primera juventud por no decir adolescente… ha constituido un revulsivo seductor para otras jóvenes inquietas –jóvenes con una educación más esmerada que el resto—- que buscaban algo más en la vida que perpetuar el “modus vivendi” de sus familias acomodadas.
El artículo aparecido en “21.La revista cristiana de hoy” de febrero pasado, escrito por José Martínez de Velasco, con opiniones de sus “hermanas clarisas” ha venido a confirmar lo que ya presuponíamos: Verónica no era clarisa, era ella misma. Verónica aglutinó un grupo en torno a ella para dar salida al ansia de liderazgo que la abrumaba.
No soy quien para juzgar la bondad de tal segregación. Una Congregación que nace dentro de otra es o ha sido algo normal a lo largo de la Historia de la Iglesia. Aún así, ya es sintomático el hecho de que el resto de las monjas clarisas de Lerma lo que sintieran fuera una “liberación” respecto a personas que nunca se han considerado “hijas de Santa Clara” sino discípulas de “Verónica”.
“Siempre han ido a lo suyo. Nuestra espiritualidad, nuestro carisma, les ha servido de marco y adorno, pero nu8nca se han comprometido realmente con él. Hablan de “comunión”, pero no la han practicado estos años salvo para su propia comunidad. Estaban hacinadas, pero nunca quisieron salir de su convento para ayudar a otras comunidades que se encontraban en situación agónica. Decían que creaban “Cristos nuevos”. ¿Qué hacemos nosotras, “Cristos muerto”? ¿Dónde está el sentimiento de fraternidad?”.
El vídeo que la RAI emitió dando a “conocer” a este grupo enfervorizado de jóvenes es sintomático del ambiente en que vive esta comunidad pletórica de juventud. Ahí está precisamente su peligro, ése que algunas voces comentan: carencia de profundidad teológica, chispazos y arrebatos juveniles, protagonismo absoluto de la fundadora, integrismo a raudales, huída del mundo…
Ya el mismo nombre dice algo: Jesu Communio. Mucho tiene que ver con Comunión y Liberación, el Camino Neocatecumenal (Kikos), Opus Dei, Renovación Carismática, Lumen Dei, Legionarios de Cristo, Schonstatt… movimientos éstos de los que se ha nutrido la comunidad por ella formada y bien conocidos por su afinidad a los intereses del Cardenal de Madrid (Profesores de "su" Seminario las asesoran teológicamente).
Movimientos que más que acercarse huyen del mundo actual, ése que cada vez da más de lado todo lo que suponga burocracia de lo sacro o integrismo reculante. Estas jóvenes “promesas”, más que destinadas a regenerar el mundo, se apartan de él pensando que así encuentran la felicidad, la plenitud personal, el sentido de su vida.
El tiempo dirá qué va a quedar de tanto fulgor, tanto abrazo a Su Santidad, tanto salir en la prensa-radio-TV, tanta visita como reciben, tanto autobús peregrino… cuando los años vayan quebrando ilusiones, sosegando afanes y cortando expectativas de felicidad mística. Un monseñor lo describe muy eclesiásticamente: "Demasiada gente cuelga del hábito de Verónica. Veremos".
O el testimonio de una ex clarisa de Lerma: "...yo he sido clarisa en Lerma durante cinco años, de los 18 a los 23. Ni os imagináis el poder que ejerce sor Verónica sobre las jóvenes. Cada día doy más gracias a Dios po haber tomado la dura decisión de salir de allí hace dos años. Hay tantas cosas que se encubren bajo el velo de "santidad" allí. Hay tanta doble vida...!"