Medio minuto de reflexión o discusión.

Son días en que uno no tiene tiempo de nada, embebido en otros menesteres que lo alejan de aquello que tiene menos importancia: la religión, que ocupa en mi vida... quizá más tiempo que el de la misa semanal de media hora. 

Antes la vida  era  muy  dura  y  la  religión, con sus prácticas ascéticas salvadoras,  la  hacía  todavía más:  era  un  “valle  de  lágrimas”. 

Hoy, al  menos  dicen  que estamos  en  este  mundo  para  ser  felices  [1].  Unos  más  que otros, claro.

[1] Palabras de mi obispo particular, Fidel Herráez, ante la ruina laboral y económica que él me provocó.

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