¿Mester de Progresia o Clan de Cavernaria?

Por EMÉRITOAGUSTO

La expresión “mester de progresía” no ha cumplido muchos años.Alguien la “acuñó” (derivativo de “coña”), y hoy día la utilizan los que pretenden alardear de “progres” en lenguaje. La expresión hace referencia a un colectivo; que, singularizándolo, son los “progres”. Palabra demasiado manida, nada reciente ni original; pero sí saturada de rabiosa animosidad.

Normalmente viene acompañada de un adjetivo definitorio, un calificativo rotundo y expresivo que produce, en quienes lo pronuncian o escriben, algo así como un orgasmo fonético: “progre manipulador”, “progre malvado”, “progre miserable”, o “furor progre”; y como genérico, “hipocresía progre”, “la más rancia progresía”. (Todas estas expresiones, y otras que no menciono, están extractadas de artículos o comentarios. Quiero decir que no me las invento)


¿Qué es un “progre”? ¿Un partidario del progreso, del desarrollo de la humanidad o de un país en una época concreta o un aspecto determinado? ¿Ser progre es una manera de hablar? ¿De expresarse? ¿De ser? ¿De qué va un progre? ¿Por qué se le hermana con lo reaccionario?

Como no tenía muy claros los conceptos, acudí al Diccionario para cerciorarme del significado, y valorar así el alcance sociolingüístico del término. El DRAE me remitió a “progreso”:
“Acción de ir hacia adelante. Avance, adelanto, perfeccionamiento”. Ya empecé a aclararme. Ser progre es creer en la evolución , en el desarrollo, en el cambio de estructuras y leyes...

Y me paré a reflexionar sobre a quiénes llaman progres los “cultosprogresenlenguaje”. Identifican al progre con el impertinente ecologista, con el politicastro de izquierdas (más precisamente “sociata”), con el lujurioso homosexual o sus tolerantes voceros, con el depravado drogata... Y sobre todo con ateos, incrédulos, agnósticos y toda la ralea masónica...


Hubo una época en la que a toda esta gentuza se les llamaba “rojos”. Posteriormente llegó la dicotomía: o eras “rojo” o eras “facha”. Y de nuevo regresamos lingüísticamente a la inclusión, o a la “reclusión”: ¡progre! Y es que la palabreja, que en un tiempo no hacía más que definir una forma de pensar, una mentalidad, se escupe actualmente en ciertos sectores como un insulto, como un baldón, como un descrédito, como versión actualizada del “rojo” de antaño maricastaño.

Por ver quiénes pudieran ser los “antiprogres”, consulté también los antónimos, y el DRAE me señaló “inmovilista”: “que tiene tendencia a mantener sin cambios una situación política, social, religiosa, etc...”; y “conservador”: “que mantiene la continuidad de prácticas, costumbres, virtudes y cosas semejantes.” Y volví a aclarar mis ideas. No ser progre equivale a no creer en el progreso, en la evolución, en el cambio..., vivir anclado en el pasado o en leyes y verdades absolutas e inamovibles...


Y de aquí deduje que hoy volvamos a la discordante división: mester de progresía o clan de cavernaria. Y además constaté otra realidad. Cada “estirpe”, mester o clan, denuncia al otro de exaltado intolerante, jacobino recalcitrante. Curiosa coincidencia. Y hasta diría que es en lo único que coinciden ambos “linajes”.

Vaya por delante una sincera confesión: Soy incapaz de matar por una idea y tampoco estoy dispuesto a morir por nada ni por nadie. Sin embargo, creo en el hombre y en su potencial; creo en el futuro. Rechazo radicalmente el inmovilismo del dicho jorgemanriquiano “cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Si la sociedad civil no hubiera “progresado” estaríamos viviendo todavía en el pleistoceno, habitando cavernas. Aunque, sólo hay que darse una vuelta por este mundo de Dios, para toparse con cavernícolas mentales.

No alcanzo a discernir por qué hay gente que se aferra a principios inalterables, inconmovibles, cuando realmente son eso, “principios”; vale decir, sólo sirven para “iniciar”. No pueden ser “fines” en sí mismos. Y nadie ha dicho que deban mantenerse hasta las últimas consecuencias. Quienes pretendan defender una postura concreta como única e inamovible –a su juicio- son excluyentes, conservadores, y (por supuesto) intolerantes y fundamentalistas.

Milton Erickson, insigne psicoterapeuta, reiteraba a sus pacientes: “Si sigue usted haciendo lo mismo de siempre, seguirá obteniendo lo mismo de siempre. Para conseguir algo nuevo o diferente, usted debe hacer algo nuevo o diferente.” Una invitación al discernimiento.

El problema lo origina el dogmatismo que, a menudo, acaba convirtiéndose en oscurantismo, integrismo y fanatismo.

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