EL PROCESO DE DIVINIZACIÓN DE JESÚS / 1

Jesús no fue cristiano, sino judío (Julius Wellhausen)

Los estudiosos de la antropología cultural suelen distinguir dos perspectivas diferentes en la comprensión de una cultura, la de los nativos y la del investigador. La primera se denomina emic y hace referencia a la cosmovisión propia de la cultura analizada y a las vivencias y percepciones internas de sus miembros. La segunda se denominaetic y se refiera a la perspectiva externa propia del antropólogo, quien utiliza una metodología científica para comprender y explicar un grupo cultural determinado de forma objetiva, más allá de la autocomprensión subjetiva que el grupo tiene de sí mismo.

El historiador francés Ernest Renan, autor de la famosa Vida de Jesús (1863), que causó un enorme impacto y hasta escándalo a finales del s. XIX en un público adoctrinado desde la infancia en la teología abreviada del catecismo, decía que quien mejor conoce una religión es quien la ha abandonado, después de haber sido creyente y miembro de la misma. La razón es que tiene una doble perspectiva, la vivencia interna subjetiva propia de la fe teológica y la comprensión  externa y objetiva, propia de la ciencia histórica o de la exégesis crítica.

Teniendo presente la distinción señalada, el doble enfoque puede aplicarse igualmente al análisis y a la comprensión histórica de la religión cristiana, como han hecho algunos estudiosos. En efecto, el  cristianismo es un elemento constitutivo esencial de la cultura occidental, en unión íntima con el pensamiento helénico a nivel filosófico y científico.

El filósofo italiano Benedetto Croce afirmaba que “no podemos no ser cristianos” desde el punto de vista cultural, que es bien distinto del ámbito de la creencia de fe y de la práctica cultual. Algo semejante pasa con el islamismo, que invadió, como una marea ideológica, la cultura de numerosos estados, incluso de un modo más intenso, pues el Islam no pasó por el “purgatorio” de la Ilustración ni de la ciencia bíblica.

Así pues, si alguien parte del catecismo tradicional (enfoque emic) para conocer la historia de Jesús el galileo, lo que hallará será la doctrina sobre el Cristo de la fe, creada por vez primera por el apóstol Pablo, quien hizo del adjetivo griego christós (= ungido con aceite) un nombre propio que aparece en sus cartas para designar al Mesías Jesús.  De aquí procede  el nombre compuesto de Jesu-Cristo, del hebreo Yeshúah (= Yahvé salva) y el griego Christós (Cristo), que traduce el hebreo mashíah (mesías).

Por ello, como señalan los investigadores independientes que niegan  la hipótesis mitista, el vocablo Jesucristono denota una realidad histórica, sino que implica ya de forma implícita una paradójica confesión de fe propia de la teología dogmática, afirmando semánticamente que Jesús es el Mesías, en consonancia con la revelación bíblica. Lo propio del historiador es el uso del término Jesús en referencia a un sujeto histórico y tan humano como cualquier otro de su época.

En su desarrollo histórico, a la cristología paulina, que fue elaborada de forma epistolar en la década de los años 50 de forma verosímil, se añadieron más tarde las cristologías de los evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas), entre los años 70 y 80, y a finales del s. I la cristología del Cuarto Evangelio, que está escrita en clave muy diferente a la sinóptica. El Evangelio de Juan (que no es el apóstol), escrito todo él en clave simbólica y con claros elementos gnósticos, se funda en la teofanía del Lógos, o sea, la encarnación del Hijo Unigénito de Dios, que será básica para la elaboración dogmática del Credo de Nicea (325), completado en el concilio de Constantinopla I (381), en un enrarecido ambiente de acaloradas disputas doctrinales, que implicaron  la condena de numerosos grupos heterodoxos.

Si, por el contrario, partimos de un enfoque crítico (externo o etic), propio de la investigación histórica, llegaremos a conclusiones muy diferentes.  La religión de Jesús no fue el cristianismo, sino el judaísmo, tanto en su dimensión legal como cultual, como afirmó, entre otros muchos historiadores, Julius Wellhausen. Jesús fue un fiel observante de la Ley judía aunque, igual que otros rabinos (Hillel o Shammai), haga su propia interpretación de la misma, rigorista en unos casos, como en el tema del divorcio, y laxista en otros, como en el cumplimiento del sábado, a diferencia del estricto rigorismo esenio. El mismo J.P. Meier, el mejor exégeta católico actual, tituló suvoluminosa obra “Un judío marginal”, para reafirmar la ‘judeidad’ plena de Jesús.

Como afirma el investigador estadounidense Bart Ehrmann, el cristianismo no es la religión de Jesús (the religion of Jesus), sino la religión sobre Jesús (about Jesus), que él desconoció, puesto que se formó solo después de su muerte en la cruz, ordenada por el procurador romano Pilato.

Los estudiosos de la génesis histórica del cristianismo afirman que sin el apóstol Pablo es imposible comprender el nacimiento de la nueva religión cristiana a partir de una secta judía de carácter apocalíptico. Pablo fue sin duda condición necesaria, aunque no suficiente, para el nacimiento y el desarrollo del cristianismo.

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