LA SOFÍSTICA GRIEGA /2

El humanismo es una creación esencial de los griegos (Werner Jaeger)

El término griego areté  es polisémico y suele traducirse por virtud (de la raíz de vir, varón) o por excelencia (vinculado al superlativo áristos = óptimo). No tiene en principio un significado moral, pues se refiere a la habilidad o excelencia en la ejecución de una tarea o al ejercicio de una profesión, como la de un excelente médico, zapatero o jinete.  En efecto, hay virtudes técnicas, como el virtuoso de la flauta (Ortágoras) o de la pintura (Zeuxis), citados en el Protágoras de Platón. Hay virtudes políticas (ser un buen gobernente o un buen ciudadano) o morales (un individuo prudente o justo). Incluso en el mundo animal se encomia  igualmente la virtud o excelencia de los perros y de los caballos, que desempeñan su función de forma óptima.

En el diálogo Menón  se contrapone la virtud del varón, que administra bien la polis, a la excelencia de la  mujer, que administra bien  la casa. Un tema central en la polémica entre sofistas y Sócrates es si la virtud o excelencia es o no es enseñable (didaktón), si se adquiere por ejercicio (asketón), si se posee por naturaleza (phýsei) o si es un don divino, (theía moira) concedido a algunos favorecidos por los dioses. Con Sócrates y Platón  se acentúa el significado moral de la virtud, como también en el futuro cristianismo, que distingue entre las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cuatro cardinales de origen griego (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Sin embargo,  el sentido técnico perdura en la actualidad,  por ejemplo cuando hablamos de un virtuoso del piano o del violín. El poeta Simónides recordaba que la excelencia es muy difícil de alcanzar, sea en el ámbito técnico, en el político o en el moral, al tratarse del grado superlativo de bueno (áristos en griego), que es de la familia léxica de areté.

Los sofistas en la polis de Atenas son metecos (= extranjeros), como también lo era  el filósofo Anaxágoras o Aristóteles en el s. IV. Debido a esa condición no podían participar en la política, pero en cambio daban lecciones de retórica como técnica de triunfar en política y tenían un estatus bastante superior a los esclavos y a las mujeres, los otros dos colectivos excluidos de la democracia ateniense.

  1. Jaeger los considera fundadores de la pedagogía, por centrarse en la nueva educación (paideía) ciudadana y subraya su importancia: "desde el punto de vista histórico la sofística constituye un fenómeno tan importante como Sócrates o Platón. Es más, no es posible concebir a éstos sin aquella" (Paideia, p. 267). También Sócrates se dedica a la educación de los jóvenes, aunque sin cobrar y con un método dferente: el diálogo y la mayéutica. Como se muestra en el Protágoras, el discurso largo del sofista (makrología) contrasta  con el corto (brakhylogía) de Socrates. A veces los sofistas se dirigen no solo a los jóvenes, sino también a los adultos exhibiendo brillantes discursos en público sobre temas variados. El discurso monológico llamado epideíksis hacía referencia a esa forma de disertación erudita, de la que hacían gala y seducía a los oyentes.

Las disciplinas que enseñaban se referían a lo que hoy llamaríamos "ciencias sociales o humanas". De ellas la más importante era la retórica, el arte de hablar bien en público y de persuadir mediante la palabra para alcanzar el éxito político, bien en la propia defensa ante un tribunal o bien participando en la Asamblea de ciudadanos y en el Consejo. El siciliano Gorgias, posible discípulo de Empédocles, fue el sofista que más se centró en la enseñanza de la retórica, disciplina que Platón, por boca de Sócrates, contrapone a la filosofía en el díalogo dedicado a ese sofista.

 A menudo los sofistas  enseñaban a ver las dos caras del mismo problema con el método antilógico, “haciendo fuerte el argumento más débil”, según la frase de Protágoras. En algunos sofistas de segunda generación  el método se convirtió en erística, entendido como el arte de la disputa verbal, que incluía falacias y con independencia de la verdad del tema discutido. La educación griega tradicional se daba en el ámbito de la familia y a menudo la elemental era impartida por un esclavo. Aparte de música y ejercicios de gimnasia, se memorizaban los poemas de Homero, al que Platón consideraba el educador de la Hélade. La educación ideal antigua consistía en imitar la areté de los héroes de la épica, señores de la guerra adoptados como modelos. El saber que enseñan los sofistas era, pues,  esencialmente práctico, en contraste con la especulación teórica de los físicos presocráticos.

En la historia de la filosofía la sofística ha sufrido una valoración negativa, sobre todo por el influjo de Platón y de Aristóteles,  aunque Aristófanes antes de Platón ya ridiculizaba a los sofistas, incluído Sócrates, desde su mentalidad aristocrática, conservadora y tradicionalista. Aristóteles en su Metafísica los excluye de su historia de la filosofía. Después de la infravaloración secular, en los siglos XIX y  XX se ha recuperado el valor positivo del movimiento sofistico, siendo calificado como la "Ilustración griega",  precursora de la Ilustración del s. XVIII por su saber enciclopédico y por su actitud crítica frente a la autoridad  de la tradición y de la religión, que ellos someten al tribunal soberano de la razón.

En España, entre otros,  valoraron la sofística de forma positiva Ortega, Mosterín o Savater.  Gustavo Bueno, sin embargo, afirma que los sofistas han persistido hasta la actualidad y que en la Edad Media su función engañadora ha sido desempeñada por el clero, es decir, por los "curas de almas" encargados de elevar a los individuos de su estado natural de pecado al estado sobrenatural, cobrando por la administración de sacramentos. Martín Lutero, como antes Jon Hus, con sus famosas 95 tesis denunció a los vendedores de indulgencias, que engañaban a los fieles con la falsa promesa de liberarlos de las penas del purgatorio, un lugar y estado escatológico que no consta en la Biblia. La mencionada venta de indulgencias estaba destinada a costear las suntuosas obras de la basílica del Vaticano.

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