Santos, protectores, ídolos, héroes, amuletos, fetiches...

San Isidro, patrón de Madrid y de los labradores. Fiesta en muchos pueblos de España. Cerrado a cal y canto el comercio. Procesiones. Un "piscolabis" en la Hermandad de Labradores local... Un santo en cierto modo simpático... pero ¿no se mezcla aquí lo legendario, lo inventado, con lo histórico?
Atención a los datos: nació, 1080, en un Madrid moro --"Madrid castillo famoso..."-- desde hacía tres siglos. San Isidro con toda probabilidad musulmán, dicen por salvarlo que mozárabe. Murió en 1172 (¿un siervo de la gleba de 82 años?). Otros dicen que en 1130. Fue canonizado en 1622, 450 años después. La bula para su culto se publicó en 1724 (¡) y fue declarado protector de los agricultores en 1960 (¡). Compárese el caso con el Fundador del Opus o con Teresa de Calcuta, de quienes ya se habló de edulcoramiento biográfico. ¿Alguien puede relacionar personaje real, fechas y motivos de protección?
Cuando tan poco se sabe con certeza histórica de lo que era Madrid por esas fechas y apenas nada de su "nobleza" (que no la había en tal "poblachón manchego"), de Isidro, un simple peón agrícola, cuatrocientos años después se sabe todo: profesión, hechos y milagros, lugares, hijos, esposa... Sospechoso. Cualquier mente desapasionada diría que hay más de invención que de realidad. Pero, ¿para qué insistir? Bienvenido sea el día de asueto.
A decir verdad en la ristra de “santos protectores” lo que encontramos es, como poco, una ofensa al buen gusto.
Hay “santos” para todo. A veces ni se sabe por qué son “protectores de...”. Algunos están asociados a determinados males o bienes ¡sólo por el nombre! Un ejemplo hilarante: como la rima en asonante es fácil y el nombre contiene “pan”, se invoca a San Pancracio para tener salud y trabajo. Precisamente el día aprovechado por nuestro ínclito Presidente José Luis Rodríguez (sí, el conocido como Zapatero, el pirómano bombero)para certificar públicamente el destrozo causado por su gestión.
¿Pues no habían propuesto a la que ya lo es de Tarragona, Santa Tecla, como patrona ¡de la Informática!? Ni siquiera cuando la escritura era "mecanografía" se les ocurrió tal cuchufleta. ¿Captan la ironía?
En una escondida antífona de las II Vísperas de un “oficio” elaborado en la Edad Media aparece Cantántibus organis, Caecilia Domino decantabat dicens... En base a tal sustancial referencia, hétela aquí convertida en patrona de los músicos.
Al menos estos artistas tienen por patrona a una virgen, --casó pero no ejerció--, joven, atractiva y de familia noble muy “aprovechable” para otras artes, como las de Dolei, Gauthier, Maderno, Rafael o Dominichino.
Otras veces no se sabe qué favores dispensa tal u cual santo, pero el crédulo confía en que conceda “esos favores”, porque son específicos suyos.
Hay santos con mercedes exclusivas, como si de especialidades artesanales se trataran:
• si el “manitas” casero arregla cualquier cosa, san Judas soluciona las causas imposibles (¡que ya son ganas de retorcer la gramática!);
• si Celestina procura el novio, Santa Rita o San Antonio aseguran el casamiento;
• el médico diagnostica, Santa Águeda o Acisclo y Victoria protegen los pechos femeninos;
• la comadrona ayuda en el parto, San Expedito, como su nombre indica, lo hace fácil.
• Blas para las anginas;
• Luis Gonzaga el estómago;
• Vito contra la histeria o el nerviosismo;
• Antonio Abad cura picores, verrugas y es protector general contra cualquier mal de los animales;
• Martín de Porres, enfermos incurables;
• Genoveva es adecuada para el hambre...
¿Para qué seguir? La lista de que dispongo comprende cuatro apretados folios, pero podría ampliarse mucho más.
No es casual que, antiguamente, contra la peste del ganado proliferara otra peste, la de los protectores que de nada protegían (pero aliviaban): Sebastián, Valentín, Walburga, Agata, Roque, Bárbara, Bruno, Casimiro, Catalina de Siena, Cristóbal, Cutberto, Edmundo, Colmano, Francisca Romana, Francisco de Asís, Fco. de Paula, Fco. Javier, Genovevo, Gregorio Magno, Leocadia, María Magdalena, Marta, Rosalía... Póngase delante el “san” de rigor.
En definitiva, que uno no sabe qué pensar de la devoción mágica a tantos santos de la panoplia que orla la corona gloriosa de la Iglesia.
Ya es mucho calificarles de "elegidos" y tomarlos como modelos de vida o asegurar que ya son bienaventurados --con lo que de juicio temerario supone--, pero de ahí a que se les haga abogados de y contra cualquier cosa, intercesores especializados, intermediarios seguros, protectores de artes y oficios... va un abismo.
El abismo de la ignorancia y la hechicería.
He aquí otro de los espantajos a desmontar. Porque la misma promiscuidad “santeadora” de que ha hecho gala el más famoso "hacedor de santos de la historia", JP-2, ha rebajado el listón de tal manera que a poco que uno se esfuerce, cualquiera de nosotros, es santo en vida.
Cuando uno ha conocido a santos que fueron compañeros de fatigas y los admite como tales –bienaventurados, moradores de la casa del Padre, gozando de la felicidad eterna, dignos de recibir incienso, de que la gente se ponga de rodillas ante ellos, de que se les cante y se les dirijan preces-- o es estúpido y aceptará cualquier cosa o se le cae la peana donde la santidad se erige.
O quizá teníamos otro concepto más elevado de la santidad, el que proviene de la mágica infancia.