Sócrates y Jesús: dos figuras contrapuestas /1

Γνῶθι σαυτόν / Conócete a ti mismo (Quilón de Esparta)

El filósofo ateniense Sócrates y el predicador judío JesúsdeNazaret son dos eminentes figuras con una enorme proyección e influjo en la cultura occidental, el primero en la historia de la filosofía y el segundo en la historia del cristianismo, que no era la religión de Jesús, aunque desde la fe se haya dividido la historia en antes y después de Cristo, división que se convirtió en culturalmente hegemónica.

Conviene aclarar que Jesús no fue cristiano ni fundó el cristianismo. Desde el punto de vista histórico, su religión fue el judaísmo, tanto en las creencias como en la práctica cultual.

 Pese a algunas similitudes y analogías comunes, ambas figuras representan, sin embargo, ideas, valores y modelos de vida muy distintos, pues están enraizados en mundos culturales y contextos históricos bien diferentes, separados además por un espacio de cuatro siglos.

Dicho al modo aristotélico, las semejanzas entre ambos personajes son accidentales, las diferencias, en cambio, son sustanciales. Sócrates es ante todo un filósofo que, junto a la Ilustración sofística, continúa en Atenas durante el s. V a.e.c.  la tradición racionalista de la filosofía griega inaugurada por los naturalistas jónicos, quienes cambiaron la  concepción mítica del cosmos por la explicación racional (lógos), filosófica y científica. 

Jesús el galileo, en cambio, es un profeta y rabino, maestro de la Ley, encuadrado en la tradición apocalíptica judía, un discípulo de Juan Bautista muy piadoso, que cobró fama de exorcista, sanador y taumaturgo en la región de Galilea.

Como visionario apocalíptico se creyó y se sintió un mensajero divino, con la misión de anunciar la llegada inminente del Reino de Dios a la tierra de Israel.

Esa creencia entusiasta le impulsó a hacer una llamada colectiva a la conversión (metanoía), semejante a la de Juan Bautista, dirigida a su pueblo judío, como condición moral para poder entrar en el Reino. El conocido dicho del Evangelista Juan “mi Reino no es de este mundo” no pertenece al Jesús histórico.

Jesús imaginaba ese Reino teocrático como una futura Jauja repleta de bienes materiales, muy acorde con la tradición judía que había situado el origen de la humanidad en un mítico paraíso terrestre.

En la etapa final de su vida, Jesús se presentó en Jerusalén como pretendiente regio-mesiánico a ese Reino, siendo aclamado por el pueblo, motivo que lo condujo a la condena política por delito de sedición contra el imperio romano y a la crucifixión ordenada por el prefecto Poncio Pilato, el hecho más seguro de los relatos evangélicos y el único hecho histórico que consta en el Credo de la misa. El título de la cruz Rey de los judíos, escrito en hebreo, latín y griego, expresaba con claridad el motivo del cruel castigo, aplicado a los insurgentes contra el imperio. 

Ambas figuras, Sócrates y Jesús, sin duda carismáticas, fueron idealizadas post mortem y mitificadas por sus seguidores.

Los discípulos de Sócrates magnificaron a su maestro creando varias escuelas filosóficas: la Academia platónica, la escuela cínica de Antístenes, la cirenaica de Aristipo, la megárica de Euclides o la de Fedón de Elis.

En el transcurso de los siglos Sócrates llegará incluso a convertirse en el perfecto símbolo de la filosofía. Ya en el mundo griego la imagen de Sócrates fue juzgada de forma plural y contradictoria, pues mientras unos la magnificaban, otros la denigraban. Entre éstos últimos, destacan el comediógrafo Aristófanes en su obra Las Nubes, el retórico Polícrates o el peripatético Aristóxeno de Tarento.

 En el caso de Jesús su exaltación siguió un camino ascendente, cada vez más elevado a través del culto y del discurso teológico, concluyendo en su divinización por un proceso de apoteosis,  semejante a la de otros personajes del mundo grecolatino y judío, venerados como “hombres divinos”.

Ya Aristóteles afirmaba en la Ética a Nicómaco que “los hombres llegan a ser dioses por una sobreabundancia de virtud”, una teoría defendida anteriormente por el sofista Pródico de Ceos y más tarde por Evémero de Mesene.

El mensaje evangélico de Jesús será reinterpretado de forma diferente y contradictoria por sus discípulos, como indican los mismos textos del N.T.

 Fue el apóstol Pablo de Tarso, quien primero elevó el Jesús terrestre a la categoría semidivina de Cristo celeste, transformando de forma sustancial el mensaje netamente judío del Evangelio del Nazareno, al convertirlo en salvador universal de toda la humanidad, con el fin de hacerlo aceptable al mundo helenístico de habla griega.

La cristología paulina influirá en los cuatro evangelios canonizados, en los cuales aparece una progresiva divinización  del mesías Jesús, desde el primero (el de Marcos) al cuarto (el de Juan), aunque en realidad los cuatro son anónimos.

El discurso teológico con la doctrina de la encarnación del Verbo permutó la divinización de un hombre por la humanización de Dios, aceptado como dogma de fe.

Volver arriba