Trinidad epistémica: filosofía, ciencia y teología /4


La irrefutabilidad no es una virtud de una teoría, como se cree habitualmente, sino que es un vicio (K.R. Popper)
Las pseudociencias son pozos de agua estancada que permanecen al margen de la veloz corriente de la ciencia (M. Bunge)
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El filósofo K.R. Popper afirmaba que el problema central de la filosofía de la ciencia en el s. XX era el problema de la demarcación, que consiste en delimitar o distinguir la ciencia auténtica de la falsa ciencia o pseudociencia (pseudós= falso, en griego).

Además de Popper, uno de los filósofos que más atención dedicó a la tarea de desenmascarar y denunciar la pseudociencia frente a la ciencia auténtica fue el argentino Mario Bunge. Una de las aportaciones epistemológicas de Kant fue precisamente trazar los límites entre ciencia y metafísica, estableciendo las condiciones de validez de la primera frente a la segunda.

Los filósofos de la ciencia propusieron diversos criterios de demarcación. Entre ellos podemos citar: la contrastación empírica, la propia metodología o el consenso dentro de una comunidad o tradición científica.

De acuerdo con el primer criterio, una hipótesis o teoría es científica si puede ser contrastada empíricamente, sea por confirmación o sea por refutación/falsación. “Una teoría que no pueda ser refutada por ningún acontecimiento concebible no es científica”, afirma Popper. Con ello, niega la validez del criterio de verificación empírica, propuesto por el neopositivismo del Círculo de Viena, por basarse en la falacia de la inferencia inductiva.

De acuerdo con el segundo criterio, una teoría es científica si sigue las reglas del método o métodos científicos.

Y el tercero se refiere al acuerdo dentro de una comunidad científica. Por lo tanto, si una teoría no es confirmable ni refutable por ningún acontecimiento empírico, ni sigue las reglas del método, ni obedece al consenso de la comunidad científica, ha de ser rechazada como no científica.

Por ejemplo, la polémica teoría del Diseño inteligente o la hipótesis teológica de que la historia humana está dirigida por la providencia divina.

Del mismo modo que se pueden falsificar billetes de banco, obras de arte o marcas comerciales, también se puede falsificar el conocimiento científico, presentando como ciencia lo que solo es un fraude intelectual.

Podemos definir, pues, la pseudociencia como un conjunto de creecias, que tienen la pretensión de pasar por conocimiento científico (hipótesis o teorías), cuando realmente no lo son, por no cumplir los requisitos exigidos a la verdadera ciencia. Ejemplos difundidos de pseudociencia son: la alquimia, la parapsicología, el psicoanálisis, la teología, la metafísica, la ufología, la astrología, la grafología, la biología creacionista (por oposición a la biologia evolucionista), el comunismo científico etc.

Según Mario Bunge (véase: Crisis y reconstrucción de la filosofía), las pseudociencias no solo son falsas, sino peligrosas, porque contaminan extensas áreas de la ciencia, son a menudo difundidas por los medios y accesibles a millones de personas ingenuas y crédulas, incapaces de discernir un artículo falso de uno genuino, con voluntad de creer en supersticiones viejas o nuevas y necesitados de enfrentar las adversidades personales de la vida.

Muchos miles de personas consultan con fe crédula el horóscopo cada semana, pensando que su destino está escrito en las estrellas. Otros pagan a videntes para que les adivinen su futuro. Pero la fe ciega no es ninguna virtud intelectual. Además, algunas suponen negocios millonarios (caso del psicoanálisis) o tienen apoyo ideológico de poderosos grupos de presión.

M. Bunge compara las pseudociencias con pozos de agua contaminada, de la que beben enormes masas de incautos, creyendo que es agua potable. Además de las pseudociencias, existen las anticiencias, “un sistema de creencias que es abiertamente hostil a la ciencia y lucha por desplazarla” (ibidem). Éstas desprecian activamente la perspectiva científica y su método. Por ejemplo, la homeopatía o las llamadas “ciencias ocultas”.

En contraposición a la verdadera ciencia, cuyas características quedaron ya señaladas, las pseudociencias se pueden reconocer por algunos de los siguientes rasgos:

a) Una pseudociencia es un cuerpo de creencias y prácticas dentro de una comunidad de creyentes, que no realiza investigación rigurosa. Recurre a argumentos de autoridad o a modos de conocimiento paranormales, solo asequibles a grupos de iniciados.

b) Mantiene un ethos, que no es la libre búsqueda de la verdad, sino la cerrada defensa de convicciones dogmáticas y se niega a la admisión y corrección de errores. Tiene explicaciones para todo, pero Popper afirma que una teoría que lo explica todo, en realidad no explica nada.

c) Admite una cosmovisión o una ontología que contempla entidades o procesos inmateriales, como espíritus, ovnis, destino, conciencias colectivas o voluntad nacional.

d) Usa métodos incontrolados y contiene hipótesis no contrastadas ni controlables empíricamente, a menudo falsas y contradictorias con hipótesis y leyes científicas.

e) Incluye más problemas prácticos, relacionados con la vida, que problemas cognitivos.

f) Carece de enunciados legaliformes, o leyes que expliquen los hechos y tampoco existe una formalización en lenguaje matemático. En la crítica a la parapsicología como “cazafantasmas”, afirma Bunge: “¿Alguien ha oído hablar de la primera ley de la clarividencia, la segunda ley de la telepatía o la tercera ley de la psicokinesia?”. En realidad, los parapsicólogos son los continuadores de atávicas creencias animistas.

g) Es dogmática: no cambia sus principios cuando fallan o como resultado de nuevos hallazgos. Se aferra a sus creencias y la (auto)crítica, que es lo normal en las comunidades científicas, nunca es bienvenida dentro de esas comunidades.

h) Es fácil de asimilar y no requiere un largo aprendizaje, en contraposición a la dificultad y dureza del verdadero trabajo científico.

i) Se mantiene aislada y no interactúa con otros campos de la ciencia común, que funciona como un archipiélago comunicado. Sus cultores no publican en revistas científicas, ni participan en congresos abiertos a la comunidad científica.

La demarcación entre ciencia y pseudociencia no es un mero problema teórico, sino que tuvo y tiene importantes consecuencias sociales y políticas. Los copernicanos fueron condenados por la iglesia católica y los mendelianos perseguidos bajo Stalin porque sus doctrinas se consideraban “pseudocientíficas”.

Si no podemos distinguir el conocimiento científico de supersticiones, ideologías o creencias varias en demonios, espíritus, ángeles etc. dejamos el campo abierto a todo tipo de charlatanes, embaucadores e impostores, que nos venden “basura intelectual”, productos falsificados, que se desvanecen cuando se examinan a la luz de la filosofía y de la ciencia. La reflexión filosófica, epistemológica en este caso, nos desvela que, como dice el refrán “no es oro todo lo que reluce”.
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