Las dos caras de un concilio (1). CONSTANZA, 1414


2014, año de aniversarios relevantes: I Gran Guerra, nuestra Guerra Civil... Pero pasará desapercibido el hecho de que seiscientos años atrás, un 5 de noviembre, comenzó el Concilio de Constanza (1414-1418). Quinientos años más tarde y con idéntica duración, Europa se hundió en la peor catástrofe habida desde la “peste negra”, la I Guerra Mundial.

Hoy Roma parece “espiritualizarse” bajo el cayado pastoral de un papa que se hace querer… por humano, pero no debiera dejar pasar esta efeméride tan particular, donde también resplandeció lo que de peor haya podido engendrar esta misma Iglesia.

Hay quien dice que el Concilio de Constanza fue el más importante de los que la Iglesia había celebrado hasta esa fecha: supuso la rectificación de un rumbo que la podría haber llevado al desmembramiento y a la desaparición. Con él terminó el cisma de Occidente, aunque tres años de “deliberaciones”, que es lo que duró este 16º concilio, dieron mucho de sí.

Hubo relativamente pocos obispos, 150, y una veintena de cardenales, pero entre doctores en teología y derecho canónico y civil, procuradores de obispos, diputados de las universidades, capítulos de las catedrales, prebostes, agentes y representantes de los príncipes, más alrededor de 5.000 monjes y frailes, la cifra de concurrentes llegó a 18.000. Añádase la presencia del Emperador Segismundo, que influyó decisivamente en el Concilio, algunos electores alemanes, embajadores de todas las naciones de Europa, incluso el emperador Miguel “Paleólogo”, todos ellos con sus respectos cortejos, los prestamistas de rigor, los comerciantes... y las prostitutas para el servicio "doméstico". Hoy diríamos que fue un “congreso de cristianos al más alto nivel”. Dicen que la ciudad aumentó en 50.000 habitantes.

Desde otro punto de vista, ese concilio fue escandaloso por demás. Podría acabar con la fe del creyente más fervoroso a poco que profundizase en sus entresijos: manifestación de la corrupción reintante, boato, ingerencias políticas, venganzas, afán de poder... Asimismo resultó escandaloso por los papas presentes, nada menos que cuatro, por los temas tratados, por la ostentación terrenal de la Iglesia y por el denigrante espectáculo de la muerte de Juan Hus y Jerónimo de Praga.

El concilio lo inauturó con misa pontifical el antipapa Juan XXIII, que se las prometía muy felices de poder ser el elegido frente a los otros dos. Nada de eso. Fueron destituidos todos. Juan XXIII fue depuesto en base a lo que dicen de él las Actas del Concilio:

Desde su juventud, cuando aun se llamaba Baltasar Cossa, fue desvergonzado, impúdico, mentiroso, de mala índole, rebelde hacia sus padres. Pagó por el cardenalato grandes sumas de dinero. Fue un tirano para extorsionar y exigir rentas. Despobló las tierras de la Iglesia y empobreció a sus súbditos... Logró el Papado con medios y maquinaciones ilícitas. Despreciaba los Divinos Oficios como si fuese un pagano. No estaba presente en las Misas y Vísperas papales y menospreciaba las Horas canónicas, los ayunos y las abstinencias. Y si alguna vez celebraba Misa, lo hacia a toda prisa, como en las Misas de cazadores. Cometió incesto con la esposa de su hermano, sacrilegio con monjas, estupro con vírgenes, y adulterio con mujeres casadas...


Reflexión piadosa: ¿en qué estaba pensando el Espíritu Santo a la hora de elegir esta buena pieza? ¿En su conversión?


El papa electo, Martín V… Juan XIII fue encarcelado. Tras cuatro años en prisión logró huir mediante sustanciosos sobornos. En vista de que todas las puertas de posible acogida se le cerraban, acudió a Roma y “humildemente” se postró ante Martín V pidiendo perdón. ¡Y éste, aun conociendo la calaña del personaje, lo restituyó en sus dignidades cardenalicias! Como diría el payo, "tal para cual y entre ellos se entienden".

En el Concilio se aprobaron medidas contra la simonía… pero al cabo de un tiempo todo siguió igual: en el Estado Vaticano todo se vendía y se compraba.
Volver arriba