La compartimentación del hombre, de interés religioso o la falacia de la epistemología sacra.

El conocimiento global, comprehensivo, no existe. El hombre ha de parcelar conocimientos y formas de conocer. Entre los mil fraccionamientos del saber, encontramos dos sustanciales, el saber profano y el saber sagrado. En otros tiempos se consideraba que el verdadero conocimiento era el relacionado con lo sagrado; hoy, desde que el hombre ha descubierto el camino (el meta-odos) verdadero hacia el conocimiento, el mundo "sabio" creyente ha visto tambalear su epistemología, pero aún así, intenta preservar su propio ámbito y exige respeto a la peculiaridad del conocimiento sagrado.

Si bien el conocer es fragmentario y parcial, sin embargo la mente percibe que todo eso hace relación a la unicidad cognoscente que es “la persona”. Y obra en consecuencia. Pero la credulidad vuelve a sus andadas: pretende separar no sólo conocimiento sino realidad según esferas de competencia, la sagrada y la profana. Y lo aplica a todos los ámbitos de la vida, sea el individual, el social o el histórico: en uno la creencia, en otro la ciencia. Cada una con sus propias competencias, objetivos y metodología.

Una tercera opción es la que no encuentra oposición alguna entre ambos conocimientos y los torna compatibles. Pero cuando, como decíamos arriba, la mente refiere todo al mismo individuo cognoscente, salta por los aires la epistemología sacra. Los hay, como cuarta opción, quienes incluso han pretendido aplicar la metodología científica a "lo sacro". Véase el ámbito de los estudios bíblicos. O han tenido que recular o han sido defenestrados. Por ahí no puede pasar la epistemología burocratizada.

Teóricamente la separación sería posible, pero sólo teóricamente y no más allá que como "formas de hablar", porque, sobrevolando todo el tinglado, está la persona que es una y única sin añadidos ni complementos.

Que ¿por qué decimos todo esto? Por la falacia del conocimiento religioso: no hay tal conocimiento, hay sólo ENUNCIADO y ASERCIÓN. No introducen la vía intermedia de la COMPROBACIÓN y la FALSACIÓN. Curiosamente para provocar el asentimiento, generan un descomunal tinglado teológico que apenas si se sostiene por la magnitud de su verborrea.

El pensamiento humano debe imponerse, porque tiene claros determinados asuntos que inciden poderosamente en el acontecer diario, considerando lo sacro como una parcela cultural que afecta únicamente a determinados individuos y, en la inmensa mayoría, sólo en momentos concretos:

1. El hombre es uno, sin distinción de capas o segmentos "de hecho" en él;

2. Hay intromisión real de lo sagrado en lo profano en todos los campos en que lo humano se expresa. Lo profano se inmiscuye en lo religioso precisamente porque, secularmente, ha buscado zafarse de sus garras.

3. La vida diaria y la conducta de las personas penden de una u otra condición y no puede haber juego de repartos o distinciones;

4. Los criterios de análisis de hechos, situaciones, aconteceres, vida en general, quedan en entredicho cuando la una perturba a la otra;

5. Hay resoluciones propias de una esfera de competencia que podrían tomarse como criterios de la otra, como es el caso de decisiones políticas, de la educación o de la salud;

6. Jamás los unos admitirán estipulaciones de los otros y esto, a la larga o a la corta, deviene en quiebra social, tal como se ha visto a lo largo de la historia;

7. La esfera religiosa tiene, por principio, carácter excluyente. La degeneración más palpable la percibimos en regímenes islámicos.

8. Hay decisiones que implican la continuidad o no de la vida y no pueden tomarse desde supuestos pretendidamente "evidentes" ni desde creencias supuestamente "seguras";

9. Hay una evidencia incontestable: los resultados y avances científicos afectan a todos, creyentes o no; en cambio los credos son válidos únicamente para los que creen en ellos (no apelen al campo moral, porque la religión es algo más que defensa de la moralidad).

10. Los presupuestos vitales, que tienen su basamento en la seguridad y la evidencia por las que se gobierna la vida, sólo se pueden aplicar a la ciencia, mientras que la creencia flota sobre ellos;

11. Si nos atenemos al desarrollo histórico de tal dualidad comprobamos cómo la religión pierde su "esencia" y fundamento cuando pretende ser compatible con la ciencia y ésta, por su parte, tocada por el dedo contaminado de la creencia, pierde credibilidad y termina en reclamo revisteril o propaganda para sandios.


¡Tantos son los motivos para desterrar ese "componente" sacro!
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