Por una frase de Faraday...
Hay científicos que sí compaginan ciencia y religión porque, dicen, “van descubriendo las leyes de Dios en la naturaleza”. Hablando con propiedad, debieran decir más bien que “quieren compaginar”, porque hay más de acto de voluntad que de cognición.
Creo que las cosas invisibles de él se perciben claramente por la creación del mundo, incluso su poder eterno y su divinidad; no he visto nunca nada incompatible entre las cosas que el hombre puede conocer por su espíritu interior, que está dentro de él, y las cosas más altas que se refieren a su futuro, que no puede conocer por ese espíritu (Michael Faraday, 1791-1867)
O está mal expresado lo que dice o no dice nada. Entre otras banalidades, esas “cosas invisibles”, si se pueden percibir, ya no son tan invisibles.
Expresiones como ésta no añaden nada a los tópicos tantas veces repetidos desde los Salmos de David.
Parten además de un concepto previo de Dios al que quieren acomodar las “cosas visibles”. La misma “boutade” de Ramón y Cajal diciendo que no ha visto el alma al realizar sus disecciones anatomo-neurológicas o la del astronauta Gagarin afirmando no haber visto a Dios allá en lo alto, se pueden aplicar a aquellos que sí ven a Dios en la Naturaleza.
Al pasear por el campo y extasiarme contemplando el atardecer, lo más que siento es un placer estético. Pero no percibo a Dios si previamente no quiero percibirlo (acto de la voluntad); al oír el trueno retumbar, tampoco percibo en él la voz de Dios si previamente no estoy dispuesto a exclamar “¡Dios mío, qué poder el tuyo!”... y así hasta llegar a las más hondas y profundas elucubraciones.
Habla el insigne Faraday de “incompatibilidad”: ¡cómo va a ser incompatible un sentimiento o una idea con aquel donde ambos se generan, su propio cerebro! ¡Pues claro que no son incompatibles!
La credulidad de Faraday viene para poner de relieve el hecho de que una lumbrera en el campo de la electrofísica puede no serlo en aspectos banales de la vida corriente y pueden sentirse perdidos ante conflictos familiares, fijaciones personales... y mantener creencias en espíritus ultramundanos.
Y las afirmaciones de cualquier científico en ramas de la tecnología ajenas a las ciencias de lo humano --antropología, filosofía, psicología, etc.-- parten de un supuesto indiscutible y prejuzgado: Dios es.
No otra cosa les sucede a cuantos defienden con uñas y dientes el entramado burocrático-teológico-espiritual-sensiblero de la credulidad: Dios es. Y quien se atreva a negarlo, como poco será un necio. Y si al alcance de la mano está, habrá que suprimirlo y expusarlo de la sociedad humana.