A propósito de España país católico (2/2)

Consecuentes con ese pensamiento y ese juicio sobre el pasado –España ha sido una nación católica y debe seguir siéndolo-- creen que todavía la Iglesia católica tiene mucho que decir en la conformación de la sociedad, en la educación, en el respeto a sus ideas y en la lucha contra otras que desintegran nuestra nación.

Podríamos estar de acuerdo en algunos aspecto, pero no tanto porque emanen de miembros de Iglesia en cuanto católicos sino en cuanto ciudadanos. Lo malo es que ya la Iglesia nada contra corriente, se la ve como reaccionaria y actúa con miedo. Así nada juvenil ni renovador puede salir de sus antros

Por otra parte, de que las cosas hayan sido así, no se desprende que deban serlo así.

Cuando no hay libertad para decidir, difícilmente se pueden contrastar opciones. Siempre el mejor de los mundos es aquel en el que se vive. Hablar de otros es quimérico. Ahora bien, cuando los españoles han podido elegir entre seguir unidos por lazos de credulidad o lazos de “civilidad”, que es como decir humanidad, han elegido la segunda opción.

A partir de ese momento, libre de las trabas ideológicas y sin los correajes de la credulidad, España ha podido volar al compás del conjunto de naciones. Hoy la inmensa mayoría de las mentes más sobresalientes en pensamiento, literatura, investigación, ciencia, filosofía..., es decir, aquellos que marcan la tendencia y la ruta por donde caminará “la plebe”, ya no caminan detrás de los credos (gracias a Dios).

El pensamiento de la Iglesia, ese que pretende reintroducir en la sociedad, ya no tiene lenguaje propio. Se ha apropiado de las corrientes de pensamiento ajenas, escogiendo aquello que pudiera tener cabida en el suyo tradicional. Y lo llaman pensamiento cristiano. Y lo revisten de palabras grandilocuentes que generalmente se quedan en eso. Es el caso de la Encíclica del papa Francisco, donde introduce el pecado en conductas anti ecológicas.

Por grandes palabras que no quede. No, esa tradición heredada a que se refieren no es que esté muerta, es que está enterrada. Quedó enterrada en el Valle de los Caídos y sus funerales se celebraron aquel 6 de diciembre de 1978. Nada habría más patético que ver un desfile de "falangistas" por la C/ Princesa brazo en alto, cantando el Cara al Sol y profiriendo consignas del pasado: así se les puede ver a quienes pretenden resucitar un catolicismo que sigue siendo rancio aunque ahora sin gritos y con un patrimonio inmobiliario descomunal. De eso viven y eso es lo que les queda. ¿Ideas? Pocas y todas periclitadas. Les sirven como jaculatorias de la añoranza.

Algunas ideas que no son suyas, parece que lo son si se expresan en letras de imprenta y surgen de las covachas vaticanas: sí al hombre, sí a la vida, sí al matrimonio entre un hombre y una mujer, sí a la familia, sí a los derechos humanos fundamentales, sí a una solidaridad real y efectiva entre los hombres, sí a una nueva economía, sí a un nuevo orden que se reconozca en Dios

Estas palabras son una forma más de arrogarse ideas ajenas y de suplantar vivencias comunes. Viene a decir lo mismo que quienes pretenden una España mejor. Pero para repetir cual loro chillón lo que los demás ciudadanos piensan, no hace falta ceñirse faldamentos ni cubrirse con mitras ni disfrazarse al modo que lo hacen para impresionar a cuatro vejestorios. No son ideas suyas, son del común.

Traen a colación algunos la evangelización de América y, consiguientemente, la creación de una nueva humanidad. Nada menos.

Ya no hacen tanto hincapié en este discurso, porque ha sido contestado de muy diversas maneras y desde diferentes foros, especialmente de América. Si un discurso hay que no se puede mencionar en América es precisamente ése, el de la colonización y evangelización, que para ellos es un lenguaje de rapiña y genocidio.

Es además una visión interesadamente simplista de la Historia. La historia tiene muchas facetas y decir que un hidalgo segundón emprendió el camino de las Indias "por ideales religiosos" es, como poco, falso. Con idéntica parcialidad pero más cerca de la verdad, podemos decir que el interés que movía a los conquistadores era el oro, el cambio de situación vital, el enriquecimiento personal.

A partir de ahí --otra visión de la historia tan válida como la suya-- la aniquilación de la cultura indígena (y de esto es culpable el catolicismo), el saqueo, la destrucción, las epidemias, el despoblamiento...

¿Quién tiene razón? No sé si será criterio válido, pero al menos hoy son mayoría los que piensan así. Y curiosamente, la gran mayoría piensa así porque ha ido toda ella a la escuela y, mal que bien, ha estudiado "Historia".
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