Las religiones sometidas a leyes de la evolución: la supervivencia.

El mimetismo y capacidad de adaptación de las religiones son dignos de todo elogio. Es la ley de la supervivencia aplicada al mostrenco social crédulo.

Un ejemplo, la teoría de la Trinidad divina. La doctrina “preocupante”, fuerte o bien defendida, se admite como válida; la doctrina “quizá veraz” pero débil, se corta de raíz, como sucedió a toda la retahíla de herejías respecto a la Trinidad pre y post medievales.

En ese instinto no manifiesto por evolucionar, la Iglesia se acomoda a los tiempo. Algunos puntos de las doctrinas supuestamente evangélicas se admiten en forma de “órdenes religiosas”, como la de los mendicantes; las doctrinas progresistas “militantes” o incluso reaccionarias se convierten en jesuitas, en oratonianos o en Opus Dei; aquéllas que satisfacen necesidades del “siglo” se alientan erigiéndose con bandera propia contra la pobreza y la incultura, como las congregaciones nacidas en la fiebre de la Revolución Francesa; en nuestros días se apropian descaradamente de los “signos de los tiempos” --especialmente en la década después del Concilio Vaticano II-- presentando curas obreros, teorías revolucionarias, teología de la liberación, credos liberadores, cristianos por el socialismo...

Si lo miramos bien, una religión se hace “iglesia”, con minúscula, con la fusión de los contrarios, cuando se hace ecléctica, cuando claudica. La secta, sin embargo, es intransigente, aunque también dentro del mundo burocratizado del rito se encuentran integristas que buscan denodadamete los "fundamentos".

Respecto a las tareas de las que se apropia hay que clamar con toda rotundidad que todas ellas, pretendidamente emanadas del mensaje evangélico, son usurpación de funciones, quehaceres que la propia sociedad puede y le es exigible llevar a cabo
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