El “risus paschalis” - 1


No hay en los artículos que siguen ánimo alguno de polémica. Simplemente pretendo aportar información de un rito curioso extra litúrgico de la historia de la Iglesia especialmente en tiempo de Navidad.

Hay otro motivo, éste personal, para hacer referencia al “risus paschalis”, con petición de venia por lo que pueda suponer de vanagloria o petulancia: el motivo de que el título "Risus Paschalis" fuera soporte de varios conciertos de “música antigua” del Grupo SEMA del que fui integrante durante treinta años y cofundador.

Todos estarán de acuerdo en que el gozo personal es siempre gozo compartido, en este caso y, primero, por los que en su momento gozaron con tales músicas y luego, en el recuerdo, por los que participan del mismo por la empatía de la amistad.

Hacíamos referencia en el artículo del día 24 a celebraciones navideñas de siglos pretéritos en que se incluían ritos, actos o espectáculos englobados en el término genérico de “risus paschalis”, la risa de pascua.

El término “pascua” o “paso” se aplica “stricto sensu” a la Pascua de Resurrección. Sin embargo también se denomina “pascua” al tiempo de Navidad. Y también es "pascua" la de Pentecostés. En tales festividades se hacían presentes jolgorios sagrados denominados “risus paschalis”.

Textos y referencias al “risus paschalis” hay numerosísimos. El papa emérito Benedicto XVI, todavía cardenal, se refería a ella con estas palabras:

“Hubo un tiempo en el que el risus paschalis, la risa pascual, era parte integrante de la liturgia barroca. La homilía pascual debía contener una historia que suscitase la risa, de tal modo que la iglesia retumbase en carcajadas. Ésta podía ser una forma un poco superficial y exterior de alegría cristiana. Pero, ¿no es en realidad algo muy bello y justo el hecho de que la risa se hubiese convertido en un símbolo litúrgico?”


Dos precisiones queremos hacer, la primera respecto al texto que dice “liturgia barroca”. Mucho antes del Barroco ya tenemos referencias a estas celebraciones que hunden sus raíces en la Edad Media. En el concilio de Toledo de 1473 hay una advertencia seria respecto al modo de festejar tanto la fiesta del nacimiento como algunas otras. La segunda, referida a la “homilía pascual”. No era precisamente la homilía, aunque también, el momento de provocar en los fieles el “risus paschalis”. Tenía éste su “locus” no sólo en la homilía sino en otros momentos litúrgicos, especialmente en los Maitines de Navidad.

Deberíamos hacer una digresión sobre este asunto de la “alegría”, qué la produce, cómo se favorece, qué tipos de alegría podemos considerar, cuál es el nutriente más elevado de la misma, los efectos individuales y sociales que produce, etc. Es evidente que la alegría provocada artificialmente por causas exógenas –el típico botellón fundado en bebidas o drogas— no merece tal denominación. La sensación que queda de esta alegría es que previo a ella están la tristeza, la desesperanza, el hartazgo... y, a posteriori, lo menos que queda es la depresión.

De ahí que la alegría sea un estado que procede del individuo y que procura la misma persona, por situaciones y actos generados en su interior. Por otra parte está la risa, que no siempre tiene que ver con la alegría.

Esa expresión a que nos referimos aquí, “risus paschalis”, no se puede traducir sólo por lo que nosotros entendemos por “risa”, término éste que empobrece las manifestaciones rituales conocidas. Es “risus” provocado, sí, pero no se daría si previamente no hubiera un sustrato de “alegría”. Las celebraciones pascuales se vivían interiormente, “ab intus”, como tiempo de alegría y ésta se manifestaba con actos que provocaban la risa.

Que tales ritos se puedan relacionar con la pervivencia de celebraciones paganas anteriores o sincrónicas con el cristianismo es asunto de más enjundia antropológica en el que no vamos a entrar, donde incluso el sexo y sus expresiones así como su iconografía y simbología tenían su lugar propio. Véanse canecillos y ménsulas que adornan algunas iglesias románicas de nuestra geografía.
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