Más Ecumenismo

Es un error, interesado la mayoría de las veces, hablar o escribir de la Iglesia con referencias exclusivas a su jerarquía. El pueblo-pueblo en su diversidad de estamentos y actividades, bautizado y “cristiano”, está sobre la jerarquía, con fundamentos históricos y teológicos, aunque los canónicos no actúen en niveles idénticos.

. Por lo que respecta, por ejemplo, al ecumenismo, con la dramática definición del “Cristo Roto”, es fácilmente constatable que el pueblo, ha dado, y da pasos más presurosos y firmes que los que da la jerarquía. El trato, la relación profesional y social, la convivencia entre familiares y amigos que cultivan y ejercen, y a la que se entregan sin escrúpulo alguno, aunque sean distintas las Iglesias y las religiones, no tienen parecido con el que oficial y canónicamente se mantiene en la Iglesia. El Espíritu Santo, eje y expresión de la auténtica y verdadera unidad ya lograda en la práctica entre los cristianos, sopla con fuerza y vigor en el pueblo, mientras que da impresión de no hacerlo entre la jerarquía, aunque esta lo invoque y con ello crea defender la integridad absoluta de la fe recibida.

. Para la jerarquía sigue y seguirá siendo primordial la defensa a ultranza de los cánones sobre el Espíritu y sobre el evangelio, y aún sobre el mismo ejemplo de Jesucristo y de los primitivos cristianos. En el mundo de los comportamientos y creencias, la unión entre las Iglesias y otras religiones se está llevando ya a cabo en la práctica, mientras que miembros de la jerarquía siguen buscando soluciones imposibles desde el convencimiento de que por encima de todo la esencia del ecumenismo radica en que unos –siempre los mismos-, sean quienes se acerquen a los otros -también siempre los mismos- y estos sean los católicos.

. Con anatemas por parte de todos, o de casi todos, fútiles razones, o absurdas sinrazones, condenas y descalificaciones mutuas, a veces con candorosos tiquismiquis, jamás será posible la unión y, por tanto, la edificación –reedificación- de la Iglesia de Cristo. Resulta esperpéntico que en tantas situaciones, más o menos difíciles, vividas por los laicos, raramente “llega la sangre al río”, gracias sobre todo a imperar la sensatez y cordura, suscitadas mediante el diálogo. En las Iglesias parece que todos, y en todo, somos infalibles, y a perpetuidad, con la decidida e infranqueable intención de protegerse con los dogmatismos.

. Con estos “principios”, las corrupciones ideológicas y doctrinales son destructivas y se convierten en otros tantos anti-testimonios que envilecen a grupos, personas, credos e instituciones, y además, y para muchos, “en el nombre de Dios”.

. ¿Cuales son las razones verdaderas que hacen perdurar los cismas de las Iglesias? ¿Son cristianas- cristianas, o tienen mucho de política? ¿Responden a motivaciones ciertamente religiosas, estructurales o aún culturales? ¿Son los miembros de sus respectivas jerarquías los empeñados en mantener los actuales estatus, temerosos de que algunos de ellos queden convertidos en humildes acólitos, con flagrante pérdida de inveterados y pingües beneficios y rentabilidades en beneficio propio, familiares, o de grupos?

. ¿Es que podrá justificarse algún día que estas pseudo razones sean, o hayan sido, tan efectivas como para mantener rupturas religiosas, con los correspondientes descréditos y riesgos, y con la sangrienta comprobación de que la mayoría de las guerras entre ciudades, pueblos y reinos, fueron presentadas y justificadas por motivaciones religiosas, con las promesas de que la ayuda de Dios habría de ser decisiva en todas sus batallas? ¿Se ejercitan la jerarquía y el pueblo –los pueblos- de Dios en la humildad, y en la “penitencia”, base y fundamento en todo proceso de generación- regeneración de la unidad, requisito indispensable para que sean Iglesias las Iglesias, con sagrado respeto para la diversidad siempre necesaria? ¿Se educan ya los cristianos para vivir y sentir el ecumenismo, en sacrosanta coincidencia con las demandas de los tiempos nuevos?
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