SUPERHOMBRES Y SOLTERONES

El diccionario de la RAE, y todos los demás, resultan ser buenos manuales de oración y meditación. Junto con los Evangelios, y en paralelo con estos, los diccionarios proporcionan elementos suficientes  -“Ver, Juzgar y Actuar”- como para que , con veracidad y acierto , relacionarse con Dios y con el prójimo hasta sus últimas, comprometidas y cristianas consecuencias . Sin diccionarios, y sin el uso correcto de los mismos, no se puede ser ni ejercer de ciudadanos, al igual que ocurriría sin Evangelios en el esquema de la vida cristiana más elemental que pueda idearse y practicarse.

Y el papa Francisco -que está en casi todo- acaba de endilgarle al estamento clerical unos cuantos punto de meditación-oración, para que su descernimiento con los demás y con Dios sea provechoso, correcto, ecuánime y activo. Tal ensayo pontificio ya lo efectuó con los miembros de la Curia Romana y las otras, al igual que con sus “hermanos en el episcopado”, no escatimándoles palabras, y aún palabros, como “cueva de ladrones”, para despertarlos de sus ensoñaciones “celestiales” para algunos, pero burdamente terrenales para los más.

En reciente encuentro con grupos de sacerdotes franceses, el papa Francisco ha hecho uso adoctrinador de unos cuantos adjetivos pastorales entre los que, a modo de ejemplo, les pongo e acento gramatical a los siguientes:

Los sacerdotes no son SUPERHOMBRES. El diccionario define el término como “ser considerado como superior a los demás”. Pero el hecho es que, tanto ellos mismos -los sacerdotes-´como la Sagrada Liturgia, el Código de Derecho Canónico y el resto del pueblo de Dios, los hábitos, los ornamentos sagrados el sistema de vida al que la ascética y aún la mística les obligó y les obliga a acomodarse, los privilegios “divinales” y hasta los humanos que se arrogan, reclaman y se creen poseedores, “por ser quienes son”, les instan y obligan a ser y considerarse superiores a los demás cristianos y, por supuesto, a quienes ni siquiera aspiren a serlo.

Este es el hecho, aunque en determinadas circunstancias de lugar y de tiempo, juzgadas como “heterodoxas”, comenzaron a apuntar otras más que contribuyan a prestarles a los sacerdotes la condición de “personas normales” que les exige el ejercicio de su ministerio. Por eso, y por tantos otros efectos, a los sacerdotes como tales se les escatima la condición de persona, contribuyente y ciudadano normal.

El sacerdote vivió, y todavía vive, alejado oficialmente del pueblo. Aislado. Superior. Por encima del bien y del mal. Como referencia ético moral, aún cuando “la prensa impía y blasfema” se encargue en ocasiones de desmontar no pocos tinglados más que pecaminosos, y con carácter delictivo.

Otro término del léxico “franciscano” aplicado recientemente a los clérigos, es el de SOLTERONES, que en fiel conformidad con los gramáticos se denominan aquellos “que, teniendo edad para estar casados, no lo están”. Y es que, como el estado matrimonial imprime carácter a quienes optaron por él, la “solteronería” también lo hace, pero en direcciones distintas. Entre los primeros se dan por supuestas determinadas virtudes propias de la convivencia, de la igualdad, del respeto mutuo, de la ciudadanía, de la alteridad…Pero en los célibes, aunque se aporten con fervor , testimonios eclesiásticos y canónicos , precisamente este núcleo de virtudes y aptitudes no es el que emerge, haciéndolo en mayor proporción y “teología” el sacrificio, la disponibilidad, la `pureza y la “limpieza” del alma y hasta del cuerpo , si se siguen invocando artículos propios del Antiguo Testamento y de religiones paganas.

Son muchos los “solterones” que registran los listados sacerdotales de todas y cada una de las diócesis, con el consentimiento y la rúbrica de los mismos familiares que conviven con ellos. Los feligreses -ellos y ellas- se percatan de esta circunstancia, aunque dócilmente y “en virtud de santa obediencia”, ni comentan, y menos prodiguen, tales “desviaciones pastorales”. Con solterones, aunque estos lo sean y ejerzan “en el nombre de Dios”, tal y como insinúa el papa Francisco. no es posible la actividad ministerial.

Lo del CHISMORREO, con referencias no disimuladas al tan denostado “carrerismo”, al cotilleo, y a las manipulaciones curiales, a la búsqueda de puestos -cargos mejores y más rentables en titulitis y en colorines litúrgicos, es algo bien conocido vaticanamente, por lo que de la madurez de sus usuarios no es siquiera procedente su cita, con sus detalles respectivos. “Más presumido que un misacantano” está en el origen de no pocos comportamientos y actividades que se dicen “religiosas”. Las mitras y los báculos, pese a sus precios tan valiosos, y a su origen encharcados de paganerías, tienen señalada ya fecha de caducidad, por la ridiculez que soportan y por la correspondiente dosis de hilaridad que suscitan entre las personas serias.

Como en los conventículos episcopales y sacristías clericales, es difícil hallar otros lugares “discretos” y sagrados, en los que se cultive, cunda y se fragüen tantos “ascensos” profesionales, aunque se proclame de vez en vez que lo que lo único que de verdad interesa y por lo que se hace es por “el bien de la Iglesia”.

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