Mi nombre es José Carlos Enríquez Díaz.
Este blog nace del deseo de compartir mi camino de fe, un recorrido que comenzó en la infancia, se fue moldeando en la familia y la oración, y que a lo largo de los años ha encontrado en distintas personas, lecturas y experiencias, verdaderos hitos de crecimiento y de interpelación.
Desde pequeño, la fe me fue transmitida en lo sencillo y lo cotidiano. Recuerdo con gratitud aquellas noches en las que mi madre nos reunía en torno a la oración. En esas plegarias cabían los vecinos, la gente del barrio, las preocupaciones y las esperanzas. Ahí aprendí que la fe no era solo un sentimiento íntimo, sino un modo de estar en relación con los demás, una confianza compartida.
Ya de adulto, mi camino se fue ensanchando. La participación en los Congresos de Teología Juan XXIII abrió mis horizontes y me permitió escuchar voces valientes, como la de Ignacio Ellacuría, cuyo testimonio aún resuena en mi memoria. También los misioneros claretianos y tantos amigos íntegros han sido para mí huellas del paso de Dios, presencia viva de una fe comprometida con la justicia y la vida.
En ese proceso, descubrí también las tensiones con una iglesia que, en ocasiones, se muestra demasiado lejana del pueblo, de los pobres, atrapada en estructuras piramidales más que en el servicio. Ahí comprendí que la crítica puede ser también un acto de fidelidad al Evangelio.
Las lecturas me han acompañado como compañeras de camino: desde la teología de la liberación hasta los aportes de grandes maestros como Xabier Pikaza, José María Castillo, González Faus, y muchos otros que me ayudaron a descubrir otra manera de comprender la fe, más abierta, más dialogante, más cercana a la vida real de las personas.
Todo ello me ha hecho soñar con una Iglesia de puertas abiertas, donde todos tengan cabida, donde el compromiso no sea un discurso sino una práctica, donde la fe se traduzca en gestos concretos de justicia, cercanía y fraternidad.
Además, mi camino de fe no se ha cerrado a la experiencia con otras religiones. El encuentro con la Iglesia Evangélica Asambleas de Dios de Ferrol ha sido para mí una gracia inesperada: allí he conocido grandes hombres entregados a los demás, testigos de una fe viva y comprometida. Esta experiencia me ha hecho descubrir aún más la apertura al otro y el valor profundo del ecumenismo, ese llamado a reconocernos unidos en lo esencial, sabiendo que todos somos hijos e hijas del mismo Padre.
Hoy siento que todo este recorrido me plantea una gran responsabilidad: la de vivir mi fe cada día, desde que amanece hasta que cae la noche, en cada encuentro con las personas que se cruzan en mi vida. Ese es mi compromiso y, a la vez, mi manera de seguir descubriendo a Dios en la frontera.