"Ojalá tuviésemos muchos más obispos como Tarancon hoy" "El pan nuestro de cada día", la carta pastoral de Tarancón que se le atragantó al franquismo

Vicent Enrique i Tarancon (Centro)
Vicent Enrique i Tarancon (Centro)

"El pan nuestro de cada día" era el título de la Carta Pastoral que en 1950, ahora hace 75 años, escribió el entonces obispo de Solsona, el valenciano Vicent Enrique i Tarancon

"Un texto valiente y profético, donde el obispo de Solsona salía en defensa de la gente que pasaba hambre en la zona minera del Llobregat"

"La pastoral, como era de esperar, enfureció al gobierno de Franco, pero Tarancon solucionó el problema del hambre y la gente tuvo el pan que necesitaba"

"Estoy seguro que de haber vivido el drama de la Dana, no habría mirado hacia otro lado, ni habría callado por “prudencia”, sino que habría denunciado (como lo ha hecho la jueza de la Dana), la pasividad del gobierno valenciano (y su ineptitud), para gestionar esta catástrofe"

Este era el título de la Carta Pastoral que en 1950, ahora hace 75 años, escribió el entonces obispo de Solsona, el valenciano Vicent Enrique i Tarancon.

El que con los años sería el cardenal de la Transición y del diálogo, inició su ministerio episcopal en la capital de la comarca del Solsonès el 14 de abril de 1946. Aquel lluvioso domingo de Ramos, Tarancon tomaba posesión de la diócesis, ofreciéndose a sus diocesanos como “padre, pastor y amigo”.

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Según declaró unos años más tarde, Tarancon fue muy feliz los 18 años pasados en el obispado de Solsona: “Era el lugar adecuado para mí”. Y eso que muchos consideraron que el tiempo que pasó en la diócesis solsonense fue como un castigo por su pastoral, “El pan nuestro de cada día”, curiosamente, el mismo título de otra Carta Pastoral que unos años antes (concretamente en 1906), había escrito el obispo de Vic, Josep Torras i Bages.

Lo nostre pá de cada dia, pastoral del bisbe Torras i Bages
Lo nostre pá de cada dia, pastoral del bisbe Torras i Bages

Fue en 1950, ahora hace 75 años, cuando Tarancon escribió aquella “explosiva” Carta Pastoral, un texto valiente y profético, donde el obispo de Solsona salía en defensa de la gente que pasaba hambre en la zona minera del Llobregat:

No podemos callar. No debemos callar por más tiempo....parten nuestro corazón las angustias y estrecheces que sufren nuestros hijos y un deber ineludible pone la pluma en nuestras manos”, decía Tarancon, que con su texto denunciaba la escasez de pan en tiempos del estraperlo. El joven obispo Tarancon escribió la pastoral “para defender el derecho de los padres y de los obreros a comer pan en abundancia y cuanto necesiten para llevar una vida digna y humana”.

Tarancon había llamado diversas veces a la Administración, con el objetivo de encontrar una solución que acabase con el hambre que sufría la gente de su diócesis. Pero ante la inoperancia, la indiferencia y la pasividad de los dirigentes franquistas, Tarancon, viendo que encontraba todas las puertas cerradas, con valentía, decidió escribir aquella pastoral.

En su texto,Tarancon afirmaba aún: Para quien tiene dinero abundante, y no son pocos los que se han enriquecido desaforadamente, no existen privaciones ... (pero) hay muchas familias que carecen de los alimentos indispensables. Hay muchos padres que no pueden dar pan a sus hijos”.

Tarancon a Montserrat, con el abad Cassià, el 1987
Tarancon a Montserrat, con el abad Cassià, el 1987

"La pastoral, como era de esperar, enfureció al gobierno de Franco, pero Tarancon solucionó el problema del hambre y la gente tuvo el pan que necesitaba"

"Hasta que el gobierno no digiera el pan"

La pastoral, como era de esperar, enfureció al gobierno de Franco, pero Tarancon solucionó el problema del hambre y la gente tuvo el pan que necesitaba. Por eso, cuando algunos se preguntaban porque Tarancon (el obispo “rojo”) estaba tantos años en una diócesis tan pequeña, el nuncio contestaba: “Hasta que el gobierno no digiera el pan”, en alusión a la pastoral de Tarancon, “El pan nuestro de cada día”, “el obispo Tarancon no saldrá de Solsona”.

En esta diócesis, donde Tarancon pasó 18 años, el obispo valenciano también se destacó por la defensa de nuestra lengua en un tiempo de represión, donde el catalán estaba prohibido y perseguido. Tarancon asumió personalmente la defensa de la revista el “Infantil”, para de esta manera evitar problemas de la censura del gobierno franquista. Además, cuando un sacerdote de la ciudad de Cervera fue amonestado por el gobernador civil por predicar en catalán, Tarancon, que era un hombre más de obras que de palabras, le dijo al mossèn: “No sufra; esta noche iré yo mismo a hacer el sermón. Yo subí al púlpito, y como si no pasara nada, prediqué en catalán”.

Tarancón con el papa Pablo VI
Tarancón con el papa Pablo VI

Esta anécdota del sermón en Cervera y la Pastoral “El pan nuestro de cada día”, demuestran el carácter extravertido de Tarancon, muy propio de los valencianos. Y es que el obispo de Solsona no era un hombre de despacho, de vivir encerrado en el Palacio Episcopal, sino que era un pastor en contacto con las ovejas que le habían sido encomendadas. Cerrándose en su despacho o visitando solo las iglesias, no habría palpado la realidad que se vive (y que se sufre) en las calles.

Las paredes del Palacio Episcopal eran permeables

Tarancon se avanzó muchas décadas a la línea del papa Francisco, que deseaba pastores con olor a oveja, más que con olor a incienso. Como el Buen Pastor que conoce a las ovejas y las llama por su nombre, el obispo Tarancon prefería caminar por las calles y por las plazas de los pueblos de la diócesis solsonense, para estar en contacto con la gente. Y por eso mismo (por el hecho de no quedarse encerrado en el Palacio Episcopal, sino que pisaba las calles), Tarancon supo descubrir el dolor de los padres que no tenían pan para alimentar a sus hijos. El Palacio Episcopal de Solsona no era un búnker ni una torre de marfil que retenía y aislaba al obispo Tarancon de su pueblo. Las paredes del Palacio Episcopal eran permeables a la situación de pobreza y de hambre que vivía la gente del obispado. De aquí que Tarancon hiciese suyo el dolor de los hombres, de las mujeres y de los niños de la diócesis solsonense.

Tarancón con Juan Pablo II
Tarancón con Juan Pablo II

Seguramente en la mesa de Tarancon no debía faltar el pan. Pero eso no tranquilizaba su conciencia. Todo lo contrario, ya que el hecho de tener él pan, mientras que sus diocesanos no lo tenían, le hacía sufrir todavía más. Y es que el obispo de Solsona no vivía en una burbuja, aislado, indiferente de la gente. Todo lo contrario: el hecho de tener Tarancon pan en su mesa, hacía que sufriese más, ya que la gente del obispado no tenía en la mesa lo que él, seguramente, sí que tenía.

La postura más “cómoda” y menos comprometida para Tarancon, habría sido no meterse en problemas que, como se vio después, le acarrearon enemistades y críticas, hasta el punto de ser etiquetado como el “obispo rojo”. La postura más “diplomática” para Tarancon habría sido mirar hacia otra parte para no buscarse problemas ni enemigos. Pero el obispo de Solsona no era de aquellos obispos centrados en ellos mismos, indiferentes al sufrimiento de la gente, ni tampoco era un obispo insensible, que cerraba los ojos a la realidad, para así desconocer o ignorara la situación de precariedad y de pobreza del obispado, en los duros años de la postguerra. Y eso explica esta Pastoral valiente y profética que hizo enfurecer al gobierno franquista, aunque gracias al valiente texto, el obispo de Solsona consiguió el pan que necesitaban las familias para alimentar a sus hijos.      

75 años después de la pastoral de Tarancon, donde el obispo valenciano mostró con valentía su preocupación por los más pobres y desvalidos, a la vez que denunciaba la indiferencia del gobierno franquista, el cardenal de Borriana se nos presenta, todavía hoy, como un referente y un pastor con olor a oveja, sensible a la justicia social y a los problemas de la gente más vulnerable.

Tarancón en el santuario del Miracle, el 1958
Tarancón en el santuario del Miracle, el 1958

Estoy seguro que de haber vivido el drama de la Dana que azotó a los pueblos de la zona central del País Valenciano el pasado 29 de octubre y que ocasionó la muerte de 228 personas (además de innumerables daños materiales), el obispo Tarancon no habría mirado hacia otro lado,ni habría callado por “prudencia, sino que habría denunciado (como lo ha hecho la jueza de la Dana), la pasividad del gobierno valenciano (y su ineptitud), para gestionar esta catástrofe, ya que los que estaban al mando del Cecopi no supieron avisar a tiempo a la población para protegerla.

Y es que como ha dicho la jueza de la Dana, los daños materiales de la riada no se podían haber evitado, pero las muertes de 228 valencianos, sí. Es lamentable y vergonzoso que se enviara la alarma a los móviles, a las ocho y once minutos de la noche, cuando la mayoría de las víctimas de aquel 29 de octubre ya se habían ahogado. Por eso me gustaría una Pastoral valiente del arzobispo Enric, de València (como las que escribió el obispo Tarancon hace 75 años, o la que hizo el obispo Añoveros), animando la esperanza de los familiares de las víctimas mortales de la Dana y denunciando la nefasta gestión de los que estaban coordinado las emergencias, ya que en vez de proteger a los ciudadanos, no éstos quedaron del todo desprotegidos y por eso mismo no evitaron que 228 valencianos falleciesen.

Tarancon, todavía hoy, nos es un ejemplo del pastor que vivía en sintonía con su pueblocomo los obispos Antonio Añoveros, Pere Casaldàliga y Óscar Romero. O más recientemente, la valiente denuncia de los obispos argentinos contra la represión del gobierno de aquel país contra los ancianos (Religión Digital, 20 d mayo de 2025). Así queremos que sean los pastores de la Iglesia, como lo fue el papa Francisco, denunciando la masacre de Gaza, la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas o denunciando la vergonzosa política migratoria de Trump.

Tarancón en el santuario del Miracle
Tarancón en el santuario del Miracle

No queremos pastores funcionarios, “neutros”, insensibles al dolor del pueblo. Pastores que quieran quedar bien con el poder establecido, sin mojarse, sin apostar por los que sufren, sin defender a los más desvalidos. Necesitamos pastores como Tarancon, que supo “mojarse”, sin encerrarse en el palacio episcopal. Tarancon supo compadecerse (padecer con) y haciendo suya la pasión de los que padecían y sufriendo con los que sufrían, fue capaz de ponerse en la piel de los que no tenían pan para comer. De esta manera, con su Pastoral, el obispo de Solsona salió en defensa de la gente de la zona minera del Llobregat que pasaba hambre.

Ojalá tuviésemos muchos más obispos como Tarancon, que, por su sensibilidad social y fiel al capítulo 25 de San Mayeo (“Tuve hambre y me disteis de comer”), ponía a las personas y sus necesidades por delante de todo lo demás.

Tarancón, el cardenal del cambio
Tarancón, el cardenal del cambio

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