Adios, lefebvristas, adiós

He querido esperar hasta hoy confiando que el buen sentido de los unos y tantas oraciones de la Iglesia volvieran al redil católico a los actuales seguidores de Lefebvre. Desgraciadamente no ha sido así. Ayer no hubo respuesta a las mínimas condiciones que el Vaticano les exigía.

Hoy celebra la Iglesia a San Pedro. Es el día del Papa. E inmediatamente superé la tristeza que la cerrazón de estos cismáticos me había producido. Han echado por tierra todo lo muchísimo que se les ofrecía en una mezcla de orgullo y cretinismo difícil de superar. Con su pan se lo coman.

La dudosa opción de monseñor Lefebvre fue beneficiosa para la Iglesia. El Señor sabe esctibir derecho con renglones torcidos. La crítica lefebvrista a tantos desmanes como se habían cometido después del Concilio hizo que la Iglesia rectificara no pocos de ellos. Hasta extremos que a no pocos les han parecido excesivos. A mí ciertamente no.

Se les ofrecía todo. La fiesta y el ternero cebado. Volver a la comunión. Conservar sus obispos, reconciliados, y sus seminarios. Garantías plenas de poder mantener a sus fieles según la forma antigua de la misa y en sus demás costumbres y devociones. Era imposible más generosidad por parte del Papa.

El orgullo, pecado satánico, ha hecho todo imposible. El Santo Padre no les exigía que acudieran a Canosa con ceniza en la cabeza. Les abría feliz los brazos como el padre de la parábola al hijo pródigo. Eran ellos quienes reclamaban que el Papa acudiera a su Canosa en una de las más estúpidas exigencias que puede pensar una inteligencia ofuscada por el orgullo.

Se lo han perdido. Cuatro obispos de opereta, alguno de los cuales es incluso más corto que las mangas de un chaleco, se han empeñado en el cisma. Creo que Roma haría muy bien olvidándose de ellos para siempre. Hasta que que arrepentidos regresen con una pública petición de perdón. No voy a entrar en su pecado anterior. Si lo hubo o no. Que cada uno piense lo que quiera. Ayer, 28 de junio de 2008, pecaron contra el cielo, la Iglesia y el Papa. En mi opinión esos cuatro obispos son ya inservibles. Como si fueran del Palmar de Troya.

Espero que las personas sensatas de su grupo cismático continúen abandonándoles como ya ha ocurrido con no pocos. Y los que queden se terminarán extinguiendo. Tiempo al tiempo.

Fellay, Williamson, Tissier de Mallarais y Ruíz de Galarreta, ayer me habéis parecido una vergüenza eclesial. No os merecéis nada. El olvido. Vuestra iglesia ya no es la Iglesia. Una secta más.

Hoy, día del San Pedro, los católicos estamos más que nunca con el Papa. Con ese Papa que quería abrazaros y que vosotros habéis rechazado una vez más. Os vais a acordar del día de ayer. En el que hicisteis una grave herida a la Iglesia. Podíais haber aportado muchísimo. Preferísteis quedaros fuera. Pues fuera estáis. Para mí ya no existís.
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