Eugenio Vegas Latapie

Algún amigo, tuvo tantos, y tantos también le olvidaron, ha encargado una misa en su recuerdo el próximo martes en los carmelitas de Ayala. A los ocho y media. La celebrará Olegario González de Cardedal, miembro como él de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, aunque pienso que no coincidieron en la misma. Creo que cuando el teólogo llegó Eugenio Vegas ya había fallecido. Y también pienso que, de haber vivido, no le hubiera votado. Pero agradezco su disponibilidad para celebrar su misa.
Eugenio Vegas es la persona a quien más debo en mi modo de pensar. La que más con mucho. Él me hizo. Como soy. Por supuesto que con mis peculiaridades genéticas. Era monárquico enragé y sobre todo católico. Mi monarquismo se ha diluido casi todo. Mi catolicismo, que él ponía por encima de la Monarquía, lo aprendí del suyo. Y en él estoy, feliz y agradecido.
En el salón de mi casa está su fotografía con una dedicatoria de 1982 que todavía contemplo emocionado. "A Francisco José F. de la Cigoña, intrépido y docto paladín de la Verdad con un afecto casi paternal". Eugenio era tímido, y en sus expresiones, también. Su afecto era paternal. A quien perdió a su padre cuando sólo tenía catorce años.
Se lo pagué con un cariño inmenso. Escribí sus Memorias, documento, en tres volúmenes, que me parece imprescindible para conocer aquella época, con agradecimiento inmenso a su confianza. Y su "misia", su Leonor, que creo fue el único buen negocio que hizo en su vida, pues le pagó con enorme dedicación y cariño lo que hasta entonces nadie le había dado, con inmensas ingratitudes de tantos que se dijeron amigos y que buscaron acomosos más rentables. Mi amistad con él, hasta el día de su muerte, me permitió conocer a una mujer admirable. Leíto fue el fruto de ese amor. De ese gran amor. Hace mucho que no la veo pero sabe lo muchísimo que la quiero. El martes la abrazaré emocionado.
Aquí no hago monarquía, que seguramente es lo único en lo que traicioné a mi queridísimo y admiradísimo Eugenio, ya tan traicionado por ella. Sólo recuerdo su catolicismo ejemplar. En el que estoy con él y por él. Y gracias a él. Todo se lo debo. Aunque sea en eso tan mal discípulo.