Larga respuesta a un comentarista sobre el cardenal Rouco que me ahorra el post de hoy.

Don Julián: Usted es ya un asiduo por estos pagos y me alegra su presencia aunque tengamos unas cuantas discrepancias. Me parece usted sincero, da usted la cara con lo que pienso son su nombre y apellidos y se expresa con respeto y educación. Creo que por todo ello debo estarle agradecido y así se lo manifiesto.

Ahora la de cal, o la de arena. Que nunca sé cual es la buena y cual la mala. Me parecen aceptabilísimas las discrepancias siempre que se manifiesten de un modo que sean de recibo. Y las suyas ya he dicho que lo son. Animan el Blog, nos hacen pensar en las razones ajenas, y a veces, admitirlas, todo estupendo. Pero, me parece que tiene usted algunas obsesiones que a veces hacen desmerecer sus razonamientos. Y no me tome la palabra obsesión como ganas de faltarle pues no tengo ninguna intención en ello.

Yo creo que está usted obsesionado con el cardenal Rouco. Y con la pobreza. Y ello le hace perder ecuanimidad. Hay que ver los elogios que ha hecho usted de cualidades de nuestro cardenal. Pero... Y ese pero le descalifica totalmente. Al ser cardenal. Y si analizamos su pero resulta que casi no hay nada detrás. Es algo así como si usted dijera: Napoleón, un genio de la guerra, sólo lo podríamos comparar con Alejandro o con César, el hizo la Francia moderna, no hubo entre sus contemporáneos nadie que resistiera la comparación con él pero... ¡que miserable, que ser más abyecto, porque una vez que pidió un vaso de agua, no le dio las gracias al edecán que se lo sirvió! Eso hace de él uno de los mayores monstruos de la humanidad. Por supuesto que es una caricatura. Pero, ¿no ve en sus rasgos algo de lo que a usted le ocurre con el cardenal Rouco?

Por lo que usted dice, sin conocer mucho yo al cardenal parece que le conozco más que usted. Un día comí con él, con otros diez o doce comensales. Dos horas de diálogo sin la menor reserva por su parte, otra vez charlé con él cinco minutos en Sobrado de los Monjes, y en dos o tres ocasiones más intercambiamos un saludo y alguna palabra.

Un día llegó tarde a una misa y los pobres ancianos que estaban en ella estaban desesperados. ¿No le parece un pelín exagerado? Cuántas veces me citó algún director mío a las cinco de la tarde y me recibió a las nueve de la noche. Y era en su despacho. No teniéndose que trasladar a una parroquia de Madrid, con las dificultades del tráfico y pudiendo surgir de por medio algún asunto grave que el cardenal tuviera que atender. ¿Cree, mi querido Don Julián, que esa media hora de retraso merece ser contada?

La anécdota que cuenta de los jesuitas o usted no la ha explicado bien o yo soy muy torpe y no he entendido nada. ¿Qué se molestó porque hubiera un monaguillo rubio? ¿Es que los exige morenos? ¿No se puede decir que el santo P. Rubio tenía relaciones íntimas con la Santísima Virgen? ¿O santa Teresa con Jesús? ¿Son tan rufianes los jesuitas, que le podían dar otra interpretación? Teniendo además en cuenta que a la inmensa mayoría de los jesuitas de hoy les importa una higa el santo padre Rubio y su ejemplar vida religiosa y jesuítica que es un bochorno para la que hoy llevan ellos.

Yo no sé si el cardenal va poco o mucho por Canilleja y mucho o poco por el Buen Suceso. También desconozco cuales son los criterios que tiene para visitar las parroquias. Pero me parece que tampoco está acertado usted en eso. No me parece que el entorno del Buen Suceso sea de los más rentables parroquialmente hablando de Madrid. Mucho Corte Inglés, mucha oficina y viviendas muchas de ellas de renta antigua y habitadas por pensionistas. Habla usted de bolsas repletas de monedas. En mi parroquia, Santa María de Canáa, las bolsas están repletas de billetes. Con decirle que en cuatro años hemos pagado nuestra iglesia que costó setecientos millones de pesetas y ahora estamos ayudando a levantar cuatro iglesias en barrios pobres de Madrid. Y el cardenal apenas aparece por nuestra iglesia.

Luego viene lo de las comidas. El cardenal procede de una familia modesta gallega. Pero, por su cargo, y desde hace mucho tiempo, ha comido lo que quiso y más de lo que quiso. Incluso en el Palacio Real. Yo comprendo que a un pobre de solemnidad que mendiga por las calles una limosna, una buena comida en un buen restaurante le pueda parecer el maná del desierto. Pero ¿a Don Antonio? ¿Y qué sobró un asado de carne? Pues vaya baldón. ¿Si aun dijera que las angulas y los percebes hubo que tirarlos a kilos pues no los dieron comidos? ¿Un asado de carne? Pues no se esmeraron mucho quienes le querían obsequiar. Y si sobró tanto pues sólo cabe pensar en dos cosas. En la frugalidad de Don Antonio y los demás comensales o en que en el restairante no tienen ni idea de las cantidades.

New Age es una cosa muy distinta de lo que usted insinúa. ¿Qué a usted no le gustan los nuevos movimientos? Está usted en todo su derecho. Y si una parroquia le disgusta pues se va a otra. Don Antonio tendrá que hacer los cestos con los mimbres que tiene. Y yo pienso, aunque usted es muy dueño de pensar lo contrario, que lo está heciendo muy bien.

Su artículo para Redes Cristianas pues, ¿qué le voy a decir? Lo de Doctor "horroris causa" no me parece ni gracioso. Yo conozco mucho más que al cardenal a Alfonso Coronel. Y me parece un católico notable. Es rico popr familia y ya sé que a usted le gustan los pobres. Es inteligente, brillante y entregado a la Iglesia. Asados de carne comerá en su casa todos los días que quiera y, seguramente, en sus muchas comidas oficiales, platos de mucho más precio. Al ser presidente de los Propagandistas, cargo en el que cesará estatutariamente dentro de un mes o dos, pues preside también la San Pablo-CEU y todo lo que reglamentariamente le toque presidir. ¿Qué al cesar en ese cargo, que desempeñó brillantísimamente dando a la Asociación un aire que no conocía desde hace muchos años, le propongan para la COPE me parece un acierto?

Y que la Universidad San Pablo-CEU haga doctor honoris causa al cardenal de Madrid me parece normalísimo. Otras Universidades, que no tienen nada que ver con los Propagandistas ni con Alfonso Coronel lo han hecho también. Lo que sería raro es que le nombraran los gays y lesbianas.

A Don Antonio le han hecho doctor honoris, no horroris, causa por sus méritos eclesiales. Los de canonista, puramente académicos, los tiene muy olvidados por elementales necesidades de su ministerio pastoral. No se trata de ningún do ut des. A Don Antonio ya no tiene que darle nadie nada. Y su figura no se crece por esas distinciones honoríficas. Ya la tiene lo suficientemente crecida.

¿Qué Universidades civiles no se lo otorgan? Pues, allá ellas. Tal vez se hayan retratado dándoselo a Don Santiago Carrillo. De indudables méritos académicos. Mucho más acreditados que los del cardenal Rouco.

Don Julián. Con afecto. Que se lo tengo. Pero diciéndole las cosas como las pienso. Porque, con su sinceridad, usted se merece la mía.

Y esto ha salido tan largo, y uno es tan vago, aunque no tanto como monseñor Monteiro, que me va a permitir que esta contestación sea mi post de hoy.
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