Si traigo aquí a esta señora es sólo por el entusiasmo que su candidatura a la presidencia de Guatemala causó al progresismo liberacionista guatemalteco y en general al hispanoamericano.
Premio Nobel de la Paz en 1992, sucedáneo de Evo Morales en la república centroamericana, era previsible que tuviera un resultado brillante y tal vez se pudiera hasta hacer con la banda presidencial.
En algún lugar leí que se había inventado la historia de su vida, con toda la familia asesinada por las fuerzas del mal. Tal vez fuera una calumnia para desacreditarla. No lo sé ni me importa demasiado. Nunca me interesé por Doña Rigoberta. Pero es que me da la impresión que lo mismo le ocurre a los guatemaltecos. No les importa nada. En la primera vuelta de las elecciones apenas llegó a un 2.7% de los votos. Nadie. Algo así como Entrevías. Es como si la Iglesia que apoya esas aventuras hubiera desaparecido. O lo que queda de ella no tiene ya influencia alguna.