El liturgista obispo de León.

No quiero yo encarnizarme con Don Julián López, obispo de León. Da la impresión, salvo algún desmentido que me pareció muy forzado, que no le gusta el rito extraordinario de la misa. En gustos no voy a entrar. Cada uno tiene los que quiere.

Tampoco voy a hacer cuestión de que en León se celebre o no la misa antigua. Tal vez nadie la solicite en esa diócesis o quienes la quieran sean tan pocos que no es atendible su deseo. Todo eso me parece admisible. Y puede ser que hasta fundado.

Me imagino la perplejidad del párroco de mi aldea gallega si yo, o mi mujer y yo, que ya seríamos un grupo estable, le pidiéramos en el verano la misa antigua. Dadas nuestras excelentes relaciones seguro que nos diría: Entre sábados y domingos tengo que decir cinco o seis misas en las parroquias que tengo encomendadas. ¿Me pedís una más para vosotros dos?

Evidentemente no tendría el menor sentido. Aunque una o dos personas más se unieran a nuestra petición. Seguramente si mis hijos, más sus cónyuges y mis nietos, secundaran nuestra petición, que tampoco sería el caso, supondríamos una importante parte de la asistencia dominical. Pues tampoco me parecería justo imponer a los demás asistentes a la eucaristía nuestros gustos.

A lo que voy. Don Julián va a presidir en León una misa mozárabe. Venero esa antiquísima liturgia de nuestra Iglesia. Dignísima de ser conservada y celebrada.

Pero también me gustaría que alguna vez, aunque sólo fuera una vez al año, Don Julián, nuestro liturgista oficial, celebrara en San Isidoro o en la catedral una misa según el rito extraordinario. Me parece que sería una demostración de sintonía con el Santo Padre.

Estoy convencido de que en León hay poquísima gente que reclame la liturgia extraordinaria. Pero ya me dirán ustedes quienes piden la mozárabe. Dignísima y catolicísima, por supuesto.

Pues me permito pedir a Don Julián, y a todos los demás obispos, que por lo menos una vez al año celebren el rito extraordinario. Que el Papa quiere que subsista.

Mis felicitaciones por la misa mozárabe. Tan lejana. Y tan hermosa. Pero me gustaría también que no se le viera tanto el plumero. Una mozárabe, otra tridentina, y si hubiera más fieles que reclamaran esta última pues a atenderles.

No es ninguna exigencia. Los obispos supongo que harán lo que crean que deben hacer. Pero el presidente de la Comisión episcopal de Liturgia me parece más obligado que ninguno a secundar, por lo menos una vez al año, no es pedir mucho, los deseos del Papa.

Yo no voy a seguir lo que hace Don Atilano o Don Ciriaco, por citar dos nombres poco comunes. Que se recuerdan más. Hay cuestiones mucho más importantes. Pero en el presidente de la Comisión de Liturgia la cuestión ya tiene más bemoles. Está obligado, le guste más o menos, a secundar lo que quiere el Papa. Hasta ahora lo ha hecho poco. Pero lo del mozárabe sí y lo del extraordinario no queda un tanto mal.

Estoy seguro de que será inmediata la noticia de que en Léón, San Miguel de Escalada, Sahagún o donde se le ocurra, Don Julián va a celebrar, con toda la dignidad que él sabe, el rito extraordinario. Estamos esperando para anunciarlo con gozo. Él es el más obligado de todos los obispos. Y no nos cabe duda de que va a hacerlo en fechas muy próximas. Digo yo. Y en otro caso también diré.
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