De nuevo el Camino Neocatecumenal.

En primer lugar manifiesto mi aceptación de que cada uno opine lo que quiera. Si lo hago yo no voy a reprochárselo a otros. Y creo que en el Blog hay infinitas muestras de ese respeto. No hay más que leer los comentarios de cualquier artículo. Insultos a mi persona incluidos.
Me parece absolutamente comprensible que enemigos de la Iglesia, de cualquier laya, aborrezcan las obras de la Iglesia. Es lo normal. Les mueve el odio y lo expresan.
Lo que ya me resulta extraño es que esas críticas a una obra de la Iglesia surjan desde quienes se quieren hijos de la misma. No estoy hablando de que si Kiko Argüello, o cualquier kiko, dijeran una estupidez no se la pueda contradecir. Claro que se puede. Y se debe. Aunque en ocasiones también pueda ocurrir que lo que a uno le parezca una estupidez a otro no se lo parezca e incluso que no lo sea. No se trata de eso. Lo que estamos viendo es la desautorización de algo que la Iglesia quiere, alaba y fomenta en nombre de una pretendida fidelidad a la Iglesia. El que verdaderamente es sabio soy yo y el Papa, los obispos y muchos fieles son unos bobos que ni se enteran del monstruo que tienen dentro. Lo que no deja de ser pintoresco.
La Iglesia no obliga a nadie a seguir el Camino Neocatecumenal. Lo acepta para quienes libremente se deciden a emprenderlo. Y si alguien, en un momento dado, decide dejarlo no tiene la menor tacha eclesial. Sigue siendo tan buen católico, o tan mal católico, como cuando estaba en el Camino.
Comprendo sentimientos personales. A mí me fue muy mal y no quiero saber nada de ellos. Y hasta que intente disuadir a un amigo, en base a la propia experiencia, de que no se meta en eso. Como también que manifieste su entusiasmo quien se encuentra feliz en él e intente que otros puedan experimentar lo mismo que él.
La Iglesia, de momento, quiere el Camino como una de las mil posibilidades de seguir a Cristo. Pues eso hay que respetarlo. Como quiere y alaba a la Compañía de Jesús o a la Orden de Predicadores. El que haya unos cuantos jesuitas o dominicos pésimos, que desgraciadamente los hay, no autoriza a reclamar la desaparición de ambas órdenes religiosas. Si la Iglesia pensara en cualquier momento que se habían corrompido las instituciones y no algunos de sus miembros ya determinará entonces lo que proceda. Y a eso habrá que estar. Pero sólo si eso ocurriere.
Lo del estudio de Fray Antonio de Lugo, a quien conocí aunque no le traté, y siempre me pareció un excelente y docto religioso, es irrelevante. Fray Antonio no goza de la infalibilidad. Pudo acertar o equivocarse, juzgar bien o mal. Y su juicio podía incluso ser acertado cuando lo emitió y no servir para hoy. Porque el Camino sobre el que opinó no sea el actual. Su dictamen no es el de la Iglesia. Y es a éste al que hay que estar.
Melchor Cano, que como teólogo saca leguas al jerónimo, pensó en su día que no era buena la Compañía de Jesús. Otros opinaron lo mismo sobre la reforma teresiana. Y no digamos sobre el Opus Dei. Pues no acertaron. Y algunos eran eminencias. Seguro que habría base para interpretar mal algún aspecto de la naciente Compañía, de la reforma carmelita o de lo que intentaba crear el hoy San José María Escrivá. La Iglesia no les dio la razón. Y ahí están sus obras. Y sus santos.
Lo que no quiere decir que tengamos que ser jesuitas, carmelitas, del Opus Dei o del Camino Neocatecumenal. Pero tampoco podemos negarles su condición de Iglesia y de que son algo querido por la Iglesia.
Un juez corrupto no permite cargarse la Justicia ni un bombero que aproveche un incendio para violar a una señora no puede suponer la supresión de los bomberos. Aunque podamos reclamar todo el peso de la ley sobre ese juez o ese bombero. Que manchan las instituciones a las que pertenecen.
No asistí nunca a una eucaristía neocatecumenal. Entiendo que haya gente a la que no le guste. Como otros prefieren el rito extraordinario o el ordinario. Están en su derecho. Pero o lo que hacen los kikos la Iglesia no lo considera grave o han modificado aquello que la Iglesia no admitía. Y si lo considera grave y no obedecen ya hará lo que le parezca oportuno. Incluso disolverlos. Y ese día, caso de que ocurriera, quien quisiera seguir en el Camino no sería Iglesia. Pero no porque lo diga Fray Antonio de Lugo o un comentarista de este Blog sino porque ella lo habría dicho.
Hay cosas evidentes. Si alguien niega la resurrección de Cristo ése está fuera de la Iglesia. No se necesita que nadie lo declare nominatim. O quien no crea que en el pan y el vino consagrados está Cristo real y verdaderamente presente. Pero quien al concluir la misa baile una especie de sardana alrededor del altar podrá estar haciendo una extravagancia o una estupidez pero no por eso deja de ser católico. Ni supone un gravísimo peligro para la Iglesia. Salvo que la Iglesia opinara que eso es una falta muy grave y lo prohibiera. Pero hasta que no lo diga no lo sabemos. Y cabe interpretarlo como algo tolerable.
El Camino ha hecho muchísimo bien espiritual a muchos. Y da la impresión de que ama profundamente a la Iglesia. Nadie entrega sus vidas de ese modo sin mucho amor. Al que no le guste su modo de ser que no los frecuente. Pero de eso a señalarles como un peligro para la Iglesia va mucho trecho. Que en mi opinión no se debe andar.
Ya pueden decir algunos que es una secta antieclesial. No es así. La Iglesia no les considera así. Pues creo que les deberían dejar en paz. Que sigan su camino sin ponerles chinitas a todas horas.