Los obispos eméritos (II)

Son muchas las diócesis con un obispo emérito. Albacete cuenta con Don Ireneo García Alonso, un burgalés de ochenta y seis años, hoy, y desde hace mucho tiempo, fuera de este mundo, y absolutamente anodino. Siendo nada, que eso fue siempre, quiso como obispo de Albacete enmendarle la plana a su metropolitano, el cardenal González Martín, cuando su célebre pastoral sobre la Constitución. Admirable el pago de Don Marcelo. Muchos años le llevó a su lado en el Corpus toledano, como emérito de Albacete, mientras el parkinson se lo permitió.

De Almería es emérito Don Rosendo Álvarez Gastón, un navarro a punto de cumplir ochenta años. Buena persona, buen pastor y discreto. Tan discreto que apenas se sabe nada de él.

Y muy poco cabe decir también de Don Ambrosio Echevarria Arroita, un vasco de ochenta y cuatro años, discreto obispo de Barbastro-Monzón.

De Bilbao lo es Luis María de Larrea y Legarreta, vasco que mañana cumple ochenta y ocho años, y otro de los responsables del desastre de la Iglesia vasca. Aunque entre los Setienes, los Larrauris, los Cirardas, los Uriartes y los Asurmendis éste sea el menos malo. Pienso que es peor que Blázquez, aunque no necesito decir mis escasas simpatías por actual obispo de Bilbao.

Ramón Búa Otero, un gallego que está a punto de cumplir setenta y tres años, tuvo que renunciar a su diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño a causa de un accidente. Creo que nadie ha entendido como pudieron hacer obispo a este cura.

Canarias tiene de recientísimo emérito a Ramón Echarren Ystúriz. Un vasco que cumplirá en noviembre setenta y siete años. Siempre me pareció deplorable desde sus días de auxiliar de Tarancón. Una suerte su desaparición. Mezquino, prepotente, vanidoso, con inclinaciones filomarxistas, progresista ignorante, será muy difícil levantar la diócesis canaria tras el paso por ella de Infantes Florido y de este individuo.

De esta camada de obispos progresistas y politizados es el navarro Javier Azagra Labiano, emérito de Cartagena. Tiene hoy ochenta y tres años. Otra bendición de Dios su desaparición.

Y clónico también, en aquella promoción Dadaglio, el de Ciudad Real, Rafael Torija de la Fuente. Un toledano de setenta y nueve años. Espeso y progresista. La diócesis ha ganado mucho con la llegada de Algora. Aunque el nuevo obispo adolezca de orígenes similares es más listo y quiero pensar que está reconvertido.

Jaime Camprodón Rovira, un catalán que cumplirá en diciembre ochenta años, es uno de los más conspicuos representantes de la peor Iglesia catalana. Y uno de los más claros responsables del hundimiento de aquella Iglesia. Pobre diócesis la de Gerona después de haber padecido a Jubany y a Camprodón y hoy teniendo como obispo a Soler que es más de lo mismo. ¿Cómo pudieron hacer obispo a esta persona sin estudios, sin cualidades y sin nada?

Emérito de Lérida es otro catalán, Ramón Malla Call, que en septiembre cumplirá ochenta y cuatro años. En una época de malos obispos en Cataluña, éste fue de los más discretos. Sin ser un genio. Para lo que le faltaba mucho.

Málaga cuenta también con otro emérito a la altura de lo que dijimos de Alberto Iniesta. Cuando afirmamos que nadie podía disputar al auxiliar de Madrid el primer premio a la necedad se nos había pasado este obispo incomprensible. Ramón Buxarrais Ventura, catalán, de setenta y seis años, él mismo se dio cuenta de su absoluta incapacidad para gobernar una diócesis y en 1991, cuando contaba sesenta y un años, presentó la renuncia que le fue aceptada inmediatamente. Y el que le propuso seguro que se quedó tan fresco ante este descomunal fracaso
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